Richard Somonte: “Para mí hubo un antes y un después con el 11J”

A inicios de 2020, justo un mes antes de que la pandemia de COVID-19 empezara a azotarnos, desembarqué en Madrid para instalar dos piezas mías en una exposición colectiva de artistas cubanos. La muestra, curada por Solveig Font, rendía homenaje al artista cubanoamericano Félix González-Torres. En ese viaje conocí a Richard Somonte.

No había visto nada de su trabajo, o al menos eso creía. Solamente teníamos un amigo en común que había compartido estudios con él en San Alejandro. En esa ocasión lo conocí como Richard a secas, sin el Somonte de su apellido. Conversamos muchísimo sobre arte y música urbana; y nos aventuramos a hacer las asociaciones más delirantes y sarcásticas entre política e historia. No llegué a ver ninguno de sus cuadros y regresé a Cuba en marzo de ese año, justo antes de que comenzara el confinamiento.

Una vez en La Habana descubrí que aquel Richard de Madrid era el artista detrás de la cuenta de Instagram @somonte_dibujos, que había visto un poco antes de aquel viaje. Un buen día Luis Manuel Otero Alcántara compartió en una de sus stories un retrato de sí mismo, hecho por Somonte a pincel negro y líneas. Aunque ya me llamaba la atención su estilo y la frecuencia con que publicaba, me interesé aún más y lo seguí más de cerca.

Richard Somonte es un artista de estos tiempos en todo sentido. Además de ser un pintor que trabaja formatos más o menos tradicionales, y que mancha la tela con la osadía y entusiasmo de cualquier clásico de la pintura europea, se interesa mucho en que el contenido y los temas de su obra destilen la energía de los tiempos que corren, en especial la que emana de ese universo que se perfila desde las redes sociales y los protocolos propios del internet atravesando la vida cotidiana.

En los días posteriores al 11J, tuvo la valentía y honestidad de dedicar algunas publicaciones en su perfil de Instagram a estimular la discusión en torno a la condición abusiva del Gobierno cubano y la necesidad de liberar a la Isla. Esa actitud no tuvo que ver directamente con su trabajo ―como sí es el caso de otros artistas―, pero dijo mucho del lugar desde el que este muchacho mira, procesa y luego crea.

En su pintura se pueden encontrar referencias disímiles, provenientes tanto de la cultura pop como de la Historia (sobre todo cubana y española), combinadas como en un remix que no entiende de recato ni de moderaciones innecesarias. Le ha dedicado un retrato tamaño royal lo mismo al torero Manolete que a Chocolate MC, al mejor estilo Siglo de Oro español. También hace pequeñas variaciones de la infanta Margarita de Las Meninas, hasta casi cansarse, y va cambiando tonalidad y estilo pictórico como para que se le meta la pintura barroca en el ADN.

El pintor Tomás Sánchez una vez elogió con hermosas palabras su trabajo en un comentario de redes sociales. Parece una cosa banal e intrascendente, pero que un artista tan respetado, experimentado y, sobre todo, ocupado, elogie así el trabajo de otro artista más joven, no significa cualquier cosa. 

Richard Somonte accedió a contestar algunas preguntas para la serie de entrevistas con artistas plásticos que publica YucaByte. La conversación transcurrió en su estudio del barrio Lavapiés; el olor a óleo nos acompañó todo el tiempo sin que nos repugnara.  

―Vivir en Cuba de espaldas a la realidad es difícil. Solo es posible para muy poca gente, con privilegios que rara vez se dan al margen del poder. O para personas muy abstraídas de lo real, que son también muy pocas. ¿A partir de qué momento tuviste conciencia plena de que vivías en un país complejo, hostil y totalitario?

―Cuando tuve a mi hijo.

Antes de ser padre vivía más despreocupado, porque más o menos me buscaba la vida. Yo vendía cuadros para la Feria y con eso tenía una entradita de dinero bastante por encima de la media. Pero después de que tuve al niño, que nació en Cuba, sí empecé a notar la escasez de productos básicos y, concretamente, eso fue lo que me hizo empezar a pensar en que en mi país había un problema grande de principio. Pero lo que veía hasta entonces tenía que ver fundamentalmente con el abastecimiento, la economía básica, y cómo eso podía perjudicar la crianza de mi hijo allá.

Yo primero tuve ese bichito de irme de Cuba. Después fue que me llegó el bichito de pensar Cuba de una manera más general. Sentí la necesidad, pero me vino después de abandonar mi país de nacimiento, aquí en España. Aquí fue donde sentí la necesidad de pensar políticamente, como antes no lo había hecho.

―La segunda pregunta tiene que ver con el antes y el después, con lo que hace a un cubano ver las cosas como son. Mucha gente, dentro y fuera de Cuba, tal vez relativizó la realidad de la Isla hasta que sucedió el 11J. Me interesa saber qué opinas tú de ese antes y después. Incluso, creo que se puede ir más atrás y ubicar el “parteaguas” en el 27 de noviembre de 2020; y yendo más atrás todavía en el acuartelamiento de San Isidro, en las detenciones de Luis Manuel Otero Alcántara o en la entrada en vigor del Decreto 349.   

―Para mí hubo un antes y un después con el 11J, en el sentido de que a partir de ahí empezaron la preocupación y las necesidades de pensar en el arte políticamente. Antes, para mí no existía, al menos de esa manera. Creo que incluso al principio, con todo lo de las primeras protestas que vi, la 00 Bienal y tal, vino la primera gota de agua que sentí que podía colmar el vaso. Ahí se genera para mí la primera curiosidad. Luego hubo una serie de performances y de manifestaciones que empezaba a tener en cuenta, y luego viene lo del Decreto 349, la protesta en el Capitolio de La Habana…

Pero aun así no me lo tomaba en serio de la misma manera. Y no es que no me lo tomara en serio, sino que no le veía con gran envergadura, como después. Pero el 11J generó en mí un llamado de atención diferente, como imagino que le pasó a mucha gente. Eso fue cogiendo fuerza. Supongo que no es casual. Parece incluso una reacción planificada. Determinadas medidas de ese gobierno se iban sucediendo, y acaba uno reaccionando a una política dictatorial.

―Tú estudiaste en la Academia. ¿Cómo, a la altura hoy, valoras tu formación? Ha llovido mucho desde tus años de estudio, has emigrado, eres padre, tu proceso creativo ha evolucionado… La pregunta tiene que ver también con el hecho de que sabemos que la educación en Cuba, incluyendo la artística, ha sido una de las grandes banderas propagandísticas del sistema.

―Mi valoración general es muy buena. Yo diría que 9 de 10.

Los recuerdos que tengo son positivos. O sea, la pasé muy bien personalmente. Luego, profesionalmente hablando, creo que una escuela de arte para lo que más debe servir es para no maltratar tus ganas de hacer arte. (Como mínimo debe dejarlas como están o, como en mi caso, aumentarlas). No creo que una academia te pueda enseñar a hacer arte. Menos hoy día, que es tan relativo hacer arte, buen arte, o buena o mala pintura.

Para mí la función principal de una escuela de arte debe ser fomentar en el alumno las ganas de desarrollar su vocación. En mi caso, con la pintura, la escuela lo cumplió, con buenos profesores, con todo lo que ahí pasó. En ese sentido, bien. 

La única crítica que yo le hago a San Alejandro tiene que ver con una deficiencia del sistema: es nula la enseñanza sobre mercado del arte. Es como si eso no existiera para ellos, como si eso no fuera importante, cuando probablemente tenga un 50% de importancia en la carrera de todo artista. Luego te gradúas y entonces te ves ante ese problema, porque tienes que empezar a vender tu trabajo y a aprender a hacerlo. Se agradecería, como mínimo, una asignatura que fuera sobre mercado, sobre cómo vender tu trabajo. 

―¿Tienes algún recuerdo específico? ¿Recuerdas a algún profesor que valores de manera especial?

―Sí. Muchos, la verdad. 

Siempre recuerdo, con mucha alegría, a la profesora de Historia del Arte, Liliana, que daba las clases como si la historia fuera la de su propia vida. Transmitía la sensación del arte como algo verdaderamente emocionante. Como ella, nadie.

Estaba María Consuelo Mendoza, la profesora de Dibujo. Buenísima también. 

Recuerdo a un montón de profesores con mucho cariño: a Darwin Estacio e Ítalo Expósito, que son artistas en activo y que muchos en el medio del arte cubano conocen. ¡Espectaculares! En sentido general, muy bien. Volvería a empezar San Alejandro mañana.

―El miedo, humanamente hablando, es una cosa compleja de entender. Se desdobla de muchas maneras y en el contexto cubano sabemos que tiene un sentido especial. Sabemos cómo la Seguridad del Estado lo usa para hacer su trabajo; incluso a veces para captar a colaboradores o poner a las personas a trabajar a favor suyo. ¿Qué me puedes decir sobre el hecho de tener miedo, tener temor por cómo te puede perjudicar una actitud, a ti y a los tuyos? ¿O cómo el miedo pudiera afectar tu sistema de relaciones?

―Coño, creo que lo más interesante es responderte la pregunta con una anécdota que tengo.

―Después del 11 de julio [de 2021] hice unas declaraciones en Instagram, que eran como de protesta, de apoyo al 11 de julio, antigubernamentales. Fueron normales para mí dentro de la libertad de expresión. Las hice desde aquí, desde España, y no tenía ningún problema con hacerlas. Pero un día yo estaba en el estudio en que trabajaba antes, como al día siguiente de haber hecho una de las declaraciones; mi esposa bajó por la mañana, se iba para el trabajo, y me llama por teléfono y dice: “Aquí abajo hay un tipo que es cubano… Anda con una camisa a cuadros”. (El típico vestuario de seguroso, de chivatón, como se dice). 

Ella se fue para el trabajo y yo me quedé como con miedo. Recordé esto cuando me preguntaste por el miedo. Sentí miedo ese día porque me dije: “Coño, ¿me irán a meter aquí un pase caliente? ¿Me irán a meter un con-fuerza…? ¿Me irán a matar?”. Mentira. Yo sé que seguro eso estaba solo en mi cabeza, pero uno no puede dejar de pensar en lo que ellos serían capaces de hacer.

Sentí miedo de que me fueran a hacer algo y, de hecho, un poquito más. Unos minutos después subió alguien, que nunca supe quién era, y tocó la puerta. No abrí. Tocó la puerta con fuerza y yo dije: “Madre mía, ¿dónde me meto yo ahora?”. No abrí pero intuyo que fue esa persona. A lo mejor, no. O a lo mejor fue alguien que iba a visitar el estudio (era un estudio compartido con otro artista). Pero te confieso que ese día me cagué. 

Me dije: “Metí la pata y me van a hacer algo”. Tú sabes que ellos tienen brazos e influencia en todos lados. Y Madrid por supuesto que no es excepción.

Hay muchas personas desde el exilio, sean artistas o no, que hacen distintos tipos de cosas por ayudar a los cubanos que están en la Isla. Hay desde gente involucrada en apoyar la causa por la libertad, hasta gente apoyando a otros en la vida cotidiana. Hay quien organiza marchas, hay quien tiene iniciativas de otro tipo, hasta proyectos prácticos: gente que envía medicinas e insumos de varios tipos.. ¿Formas o has formado parte de alguna iniciativa de estas?

―Ayudar en principio ya está bien. En vez de joder, ayudar. Pero yo más allá de mi familia no me he involucrado en nada de eso. Que, por cierto, cada día tengo más familiares fuera de Cuba, que se me empieza a quedar vacía. 

Crear y no destruir, desde donde estés: esa es mi filosofía sobre ese tema. Al final, donde quiera que esté me preguntan de dónde soy, y digo “soy cubano”. Si con mi quehacer diario construyo, hago cosas correctas, éticas, creo mi obra, pues ya eso es un buen aporte. Pensar que puedes hacer más que eso, a nivel familiar y personal, no tiene mucho sentido. Siento que la ayuda que trasciende tu círculo cercano de amigos y familia entra en la política. Entonces, de una manera u otra, hagas lo que hagas, terminas haciendo un trabajo de gratis, para un camaján más que para ti.

Eres artista, pero específicamente eres pintor. La pintura es una tradición inmensa, complejísima que, desde la óptica de un artista cubano que vive en la Isla, se mira de una manera. Estás ahora en España y esa mirada puede haber cambiado. Personalmente siento que uno de los grandes valores de tu pintura es que dialoga de manera consciente con la tradición universal, pero específicamente con la tradición española, lo que puede intimidar. ¿Cómo llevas este asunto?

―Yo lo que soy realmente es un continuador de la tradición de la pintura cubana, que es un derivado de la pintura española. No sé si la categoría pintura cubana es de hecho una subcategoría de la española.

A nivel de gusto personal, para mí es la mejor pintura del mundo. Y como a los pintores les gusta la pintura, pues me veo influenciado por lo que más me gusta. Me interesa haber descubierto la fuente, o sea, la fuente inicial de la pintura cubana tal y como yo la veo. Se ha hecho buenísima pintura en Cuba, ha habido grandes maestros. De hecho, los hay.

(La Habana, 1984) Artista visual y diseñador gráfico. Su obra abarca el trabajo con casetes VHS, disquetes, memorias, olvidos, basura y juegos tipográficos incendiarios. El Cranbrook Art Museum de Detroit tiene dos piezas suyas en su colección. Ha publicado textos y hecho entrevistas para Hypermedia Magazine, El Estornudo y YucaByte, donde también realiza ilustraciones.
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