Clientes del castrismo: venderle la soga al verdugo

Fidel les vendió a los cubanos la necesidad de una revolución como se vende una aspiradora. En cuestión de cuatro años (1952-1956), los cubanos —escépticos por naturaleza— compraron la idea de que Fidel Castro era necesario, confiable, heroico, económico e inevitable.

Los nuevos productos culturales del castrismo se impusieron instantáneamente en el mercado de ideas. La gente compró bonos, compró el concepto de lo revolucionario, la fantasía del cambio y la esperanza. Compró “veinte mil muertos”, compró “amnistía para los jóvenes idealistas asaltantes del Moncada”. Adquirió confianza.

En su primer viaje a Nueva York, el hombre que había transformado el Habana Hilton en su puesto de mando se alojó en el hotel Theresa de Harlem. Los negros americanos no vieron contradicción alguna en la jugada sucia y lo consideraron su amigo. Nelson Rockefeller le estrechó la mano. Nixon afirmó que no lo clasificaba, ni de lejos, como comunista. El estadounidense promedio adoptó la nomenclatura comercial del fidelismo: llamó a Castro “rebelde” y “Robin Hood”, y a sus opositores, “gusanos” y “mercenarios”. Esa situación persiste hasta hoy. 

“Educación”, “salud pública”, “corrupción batistiana”, “Cuba burdel”,  “analfabetismo”, “solidaridad”, “república mediatizada”,  “cinco héroes”, “brigadas médicas”, “mafia de Miami”, “socialismo” y “bloqueo” son apelaciones comerciales creadas en el Departamento de Orientación Revolucionaria cubano, un departamento de ventas.

Los estadounidenses repudian a Putin por haber eliminado a Alexei Navalny, pero no encuentran nada criticable en que la administración Biden quite de en medio al senador Bob Menéndez cuando la política exterior procastrista lo exige. Unos lingotes de oro de utilería, plantados debajo del colchón del señor y la señora Menéndez, despejan el camino hacia la nueva normalización. Así de simple. Con la defenestración de Menéndez, el canciller Bruno Rodríguez se anota un golazo. Que esos lingotes valgan menos, políticamente hablando, que los seis mil millones de dólares que Joe Biden ha entregado a los ayatolás a solo un año del asesinato de Mahsa Amini y los ahorcamientos públicos en Irán, es algo que tampoco parece perturbar a la disidencia liberaloide cubana. 

Hay una perfecta alineación entre las políticas supuestamente progresistas estadounidenses y el discurso de algunos jóvenes políticos criollos. Nuestros activistas recién llegados a la Yuma por la vía del destierro o el patrocinio se declaran socialistas y se distancian de Miami y la gusanera. Hace poco, Carlos Manuel Álvarez exhortó a los gusanos miamenses a hacer la distinción entre el Team Asere y la dictadura castrista. Es la misma teoría de quienes desean marcar la diferencia entre la junta militar encabezada por Díaz-Canel y la fantasía oligárquica de las Mipymes. 

Después de todo, el Team Asere fue el piloto de la comitiva de seudoempresarios cubanos que viajó hace una semana a la Yuma. Tres peloteros del Team Asere eran multimillonarios captados por el mismo departamento de relaciones públicas que 64 años antes introdujo el castrismo en el corazón de Harlem. Parece imposible desalojar a Castro del corazón de los estadounidenses: Danny Glover y los Pastores por la Paz consumen fidelismo en black face como si Cuba fuera todavía  el vodevil de los yanquis. 

Mientras tanto, el negrero que reprimió las protestas del 11-J y que mantiene en el cepo a los líderes afrodescendientes de San Isidro, es recibido con honores por Manolo de los Santos, el Tío Tom de The People’s Forum, lo cual demuestra que la capacidad de venta y reventa del castrismo, en lugar de disminuir, se ha incrementado en las últimas décadas, hasta el punto de que los oligarcas castristas viajan a Washington para codearse con los jóvenes comunistas yanquis. Eso se llama venderle hielo a los esquimales.

Por si fuera poco, la nueva disidencia en exilio aboga, repetidamente, por la ruta escandinava hacia el socialismo. ¿No era inevitable que los recién llegados se atracaran de golosinas epistémicas de solo entrar al tianguis de las vanidades liberales? Es lo que llamo el círculo vicioso del consumismo, y lo que Vladimir Ilich Lenin quiso decir con “venderle la soga al verdugo”. A propósito de vender horcas, sería bueno recordar las palabras de Alexander Solzhenitsin en su oráculo Alerta a Occidente, de 1975. Cedo la palabra al profeta ruso, que parece haber entendido nuestra situación actual mucho mejor que nosotros:

“Existe una alianza entre nuestros comunistas y vuestros capitalistas. Esa alianza no es nueva. El famoso Armand Hammer, a quien le va muy bien aquí, sentó las bases en su primer viaje exploratorio a la Rusia soviética en tiempos de Lenin, en los primeros años de la Revolución. Tuvo mucho éxito en ese viaje de prueba y desde entonces, durante estos cincuenta años, hemos visto el constante apoyo de los empresarios de Occidente a los dirigentes soviéticos. Si la Unión Soviética tiene hoy poderosas fuerzas policíacas y militares —en un país pobre, de acuerdo a los estándares contemporáneos—, unas fuerzas que se usan para reprimir los movimientos en favor de la libertad en la Unión Soviética, debemos agradecérselo al capital de Occidente. 

”Hace poco unos empresarios de ustedes, por iniciativa propia, organizaron una exhibición de tecnología criminalística en Moscú. Era la más sofisticada tecnología que se usa aquí, en el país de ustedes, para atrapar a los criminales, para espiarlos, escucharlos, fotografiarlos, seguirlos e identificarlos. Todo eso se exhibió en Moscú para que los agentes de la KGB pudieran estudiarlo, como si los empresarios no supieran qué tipo de criminales serían perseguidos por la KGB.

”El gobierno soviético se mostró sumamente interesado en esos equipos y decidió adquirirlos. Y vuestros empresarios estuvieron encantados de vendérselos. Solo cuando algunas voces sensatas se levantaron aquí contra semejante compra, el negocio se malogró. Podrán imaginarse qué clase de lince es la KGB. Esa tecnología no tenía que permanecer dos o tres semanas bajo supervisión soviética. Dos o tres noches fueron suficientes. Si hoy nuestra gente es perseguida con la mejor y más avanzada tecnología, debemos darles las gracias a los capitalistas occidentales.

”Debo decir que Lenin predijo ese proceso. Lenin, que pasó casi toda su vida en Occidente y no en Rusia, que conocía Occidente mucho mejor que Rusia, siempre dijo que el capitalista occidental haría cualquier cosa para fortalecer la economía de la URSS. Competirían unos con los otros para vendernos productos más baratos, y venderlos más rápido, de manera que los soviéticos les compraran a unos en vez de a los otros. Dijo: ellos nos proveerán de todo, sin pensar en su futuro. Y en un momento clave, en una reunión del Partido, dijo: ‘Compañeros, no desesperen. Cuando las cosas se pongan malas, le daremos una soga a la burguesía y la burguesía se colgará a sí misma con esa soga’.

“Entonces, Karl Radek, que era un tipo muy ingenioso, dijo: ‘Vladimir Ilich, pero ¿dónde vamos a conseguir suficiente soga para ahorcar a todos los burgueses?’.

“A lo que Lenin respondió: ‘Nos la van a vender ellos mismos’”.

 

Las opiniones expresadas en esta columna representan a su autor/a y no necesariamente a YucaByte.

Néstor Díaz de Villegas es un poeta y ensayista cubanoamericano. Ha colaborado con Letras Libres, El Nuevo Herald y The New York Times. Creador de Cubista Magazine y NDDV.blog. Reside en Los Ángeles.
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