Otro via crucis de la nación cubana

Ilustración: Alen Lauzán

Miami, Patria de repuesto de tantos cubanos, carga las penas de la nación cautiva que quedó en la isla. Conversando en torno a un lago, mientras la tarde caía, la historia de un exiliado me transportó a la década de 1960, a un pueblo llamado Aguada de Pasajeros, próximo a Cienfuegos.

«Los comunistas organizaban fiestas con los niños del pueblo los domingos. Llenábamos la calle frente a la iglesia católica haciendo carreras de sacos, corriendo. Cada vez que ganaba, me daban un refresco y un dulce», me contó el hombre alisando sus canas. Imagino que en el hambre feroz que instauró el Socialismo, aquellos premios eran la gloria.     

«El asunto es que usaban a los niños para bloquear el acceso de los feligreses al templo, y para sabotear la misa con el ruido”, concluyó mi interlocutor. Había algo de pena en su voz. Quizá no por aquella temprana manipulación que vivió, sino por el denso adoctrinamiento en que el colectivismo lo envolvió a él y a millones de almas. Alejarlo de sus padres, de su comunidad, de otra posible cosmovisión; internarlo en escuelas distantes, en medio de la nada, regidas por la idea marxista, lo distanciaron también de la fe y la libertad.

A finales de 2020, el realizador audiovisual CJ Martínez y yo, que nos conocíamos de años en nuestra iglesia, comenzamos a producir una serie web sobre violaciones a la libertad de conciencia bajo la tiranía socialista cubana.

Estábamos en La Habana de la pandemia, pidiendo cámaras y luces prestadas, yendo de entrevistado a entrevistado con los teléfonos en modo avión para no ser rastreados por el régimen y con una sensación de aventura mezclada con el temor a detenciones o decomisos. Pocas cosas en Cuba son tan «llamativas» para la dictadura como un joven, cámara en mano, preguntando sobre algo tan peligroso como la libertad.

Mientras trabajábamos la serie, nos dimos cuenta de que el tema daba para más, para un documental. Y así nació la idea de Cuba Crucis, 55 minutos donde más de 20 voces exponen cómo las violaciones a libertades individuales afectan el vivir a plenitud la fe.

Por la pantalla pasan líderes religiosos, escritores, artistas, activistas pro Derechos Humanos, gente común que no tiene al Estado por dios, que se niega a arrodillarse ante el totalitarismo y ofrendar su vida al altar marxista. Esas vidas inspiran respeto. Inspiran personas como Alain Toledano, pastor santiaguero que vio en dos ocasiones como bulldozers destruían su hogar y templo, que no dejó de pastorear a su congregación amen de la negativa oficial de registrar su templo y las consecuencias derivadas. Inspiran personas como Sandy Cancino, que ante la presión política y la omisión mediática, no silencia su discurso patriota y pro-libertad; que defiende el derecho a la vida, el de los padres a elegir la educación de sus hijos y llama al fin del avance estatal sobre instituciones como la familia.  

Al año de trabajo, filmando y editando entre Marianao, el Cerro y Santiago de las Vegas, tuvimos el placer de presentar en la ciudad de Camagüey el primer corte del documental, una suerte de pre-estreno. No olvidaré la proyección clandestina, en un segundo piso del reparto La Vigía, junto a una decena de colegas de la revista La Hora de Cuba y un valiente sacerdote llamado Castor Álvarez Devesa. Reuniéndonos, compartiendo historias de la Cuba que fue y discutiendo el documental, todos, aquella tarde, le hicimos un gol a la tiranía en su propia cancha.

A inicios de 2022 seguimos perfeccionando el filme, gracias a consejos de amigos como Rafael Almanza, Sumaya Dávila y Luis Leonel León, hasta exportar el Cuba Crucis final. La película ha tenido proyecciones en Miami, Lima y Washington DC, de modo que ha podido hablarle a audiencias heterogéneas y ha cumplido uno de sus acometidos: llevar la voz de los que padecen tiranía y no claudican en su fe.

Incluso aquellos que no han asistido a las presentaciones, pero que han leído en las noticias sobre el documental, han encontrado una manera de conectar a través, no solo de la memoria, sino de la conciencia. Una de esas personas dejó esta historia en un cajón de comentarios: “Cuando éramos estudiantes de Medicina y militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas fuimos empujados a sancionar el más brillante estudiante del año porque prefirió ser cristiano antes que seguir siendo comunista, y lo expresó claramente”. 

“Fue separado un año de la carrera y sus sueños quedaron truncados; decía que quería ser neuroendocrino”, contó el hombre, y añadió que el expulsado es hoy un brillante neurólogo. “El fue muy valiente y nosotros cobardes y manipulados. Carlos, te pido perdón, porque al final has tenido toda la razón y hoy militamos en el mismo bando de desafectos”. 

Me estremece que la película traslade a algún espectador a su pasado, que le hable de un modo tan personal, y lo lleve a realizar un examen de conciencia. Esa implacable corte. 

Cuba Crucis no solo habla del pasado, sino también del presente. Es apenas una muestra de cuántos presos entre las fronteras de la isla (los tristemente célebres regulados), cuántas familias separadas, creyentes detenidos y encarcelados, sufren. Algunos han tenido el valor de compartir a cámara su lucha, otros no. Y entre muchos de aquellos que prefieren el silencio no prima la cobardía, sino la vocación de sufrir en silencio para que una obra mayor se mantenga. ¡Ellos también son héroes!

Desborda estoicismo la comunidad de fe, y mucha valentía: no por gusto tantos líderes religiosos y creyentes acompañaron a sus comunidades durante los levantamientos del 11 y 12 de julio de 2021. Uno de ellos sigue preso, condenado a 7 años: a Lorenzo Rosales Fajardo está dedicado Cuba Crucis. Olvidar nombres como el suyo le hacen solo un favor al tirano. Sí, el ejercicio de recordar puede ser doloroso: la manipulación de un niño para obstaculizar la práctica de fe ajena, la voz que puso fin a los sueños de un colega, la silla vacía en la casa de familia. Pero recordar también puede ser el ingrediente de Dios para empezar a sanar. En la herida de la isla falta el bálsamo memorioso del perdón.   

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