Claudia Genlui

Claudia Genlui: otra víctima de la persecución digital en Cuba

Ilustración: Alejandro Cañer

Aunque lleva nueve meses en Miami, la curadora de arte Claudia Genlui no le pierde el rastro Cuba. Como una de las integrantes más visibles del Movimiento San Isidro (MSI), es consciente de la persecución física y digital a la que están expuestos quienes disienten del régimen de La Habana, especialmente en períodos de inestabilidad política como el que ha seguido a las protestas del 11 de julio de 2021 (11J). 

Genlui comenzó a sentirse perseguida dentro de Cuba cuando comenzó a acercarse al artivista Luis Manuel Otero Alcántara y el MSI. Pero sobre todo a partir de 2018, cuando firmó varias cartas de denuncia contra el Decreto-Ley 349, que pretendía regular la política cultural y la prestación de servicios artísticos, fundamentalmente en espacios no estatales. 

Tras las denuncias de varios artistas e intelectuales dentro y fuera de Cuba, el régimen anunció en diciembre de ese mismo año que cancelaba indefinidamente la entrada en vigor del Decreto-Ley. A partir de entonces, Internet comenzó a jugar un papel clave en la vida de Genlui y otros tantos activistas de la nueva generación. 

«El internet posibilitó que se conocieran muchas de las acciones que se estaban haciendo en contra del decreto 349, que censuraba el arte, pero también que se entendiera que había pequeñas batallas que sí se podían ganar», dice. «Muchísima gente empezó a darse cuenta de que no estaban solos. Ese aislamiento es una de las estrategias que más ha usado el gobierno para evitar un estallido como el que sucedió [el 11J]».

Sin embargo, el Internet también terminó convirtiéndose en un nuevo terreno de persecución para muchos de los detractores del 349 y posteriores causas de la disidencia. Genlui fue una de ellos. «Desde el primer momento en que me vinculé a Luis Manuel, [cuando] ni siquiera conocía al MSI, ya sentía que me estaban vigilando», cuenta. «Sentía un control a través de las redes [sociales]. Empezó la paranoia de que todo el tiempo te están escuchando».

Esto empezó a hacerse evidente a partir de abril de 2019. Para ese entonces, llevaba tiempo trabajando en Factoría Habana, una galería de arte contemporáneo perteneciente a la estatal Oficina del Historiador de La Habana. Pero también se había vinculado al MSI. Una decisión que tomó a pesar del miedo a ser expulsada de su trabajo, pero de la que no se arrepiente. «El estar vinculada al MSI me hacía encontrar un espacio donde realmente era consecuente con lo que yo pensaba, con lo que de alguna manera siempre había estado articulando dentro de mi puesto de trabajo», explica.

Además de trabajar en la galería, Genlui ayudaba a Otero Alcántara a preparar una de las performances de su serie “Se USA”, que quería estrenar de manera independiente en el contexto de la Bienal de La Habana. En ella, Otero mezclaba el desfile de modas que Chanel hizo en La Habana en 2016 con la protesta del opositor cubano Daniel Llorente, el hombre que el 1ro de mayo de 2017 aprovechó el desfile por el Día de los Trabajadores frente a la Plaza de la Revolución de La Habana para lanzarse en una carrera solitaria mientras gritaba “¡Libertad para el pueblo de Cuba!” y ondeaba una bandera estadounidense. 

En vísperas de la Bienal, Genlui escribió un mensaje en Facebook donde denunciaba la detención de Otero Alcántara, quien había sido arrestado para que no pudiera realizar su performance. «A raíz de eso comenzó una presión sobre mí en mi centro de trabajo» cuenta.

Según cuenta, funcionarios de la Oficina de Patrimonio le recomendaron que valorara su comportamiento. «Yo debía asumir en las redes y a nivel público una postura “consecuente” con mi puesto de trabajo», dice. «Ahí empezaron las diferencias, a partir de toda esa presión. Mi descontento también. El sentirme presionada, manipulada».

Con el tiempo, estas y otras presiones terminaron alejándola de las instituciones estatales. Pero no fueron las únicas. Desde que asumió públicamente su disidencia política hasta su salida del país en noviembre de 2021, Genlui fue víctima de varios tipos de censura y persecución digital, incluidos hackeos, confiscación de celulares, bloqueo de líneas y cortes de internet. 

Una de las últimas veces en que tuvo que lidiar con los cortes de sus datos móviles fue en mayo de 2021, cuando Otero Alcántara fue recluido durante cerca de un mes en el Hospital Calixto García, en La Habana, luego de ser secuestrado por las autoridades cubanas mientras se encontraba en huelga de hambre y sed. «Yo me pasé todo el [tiempo en el] Calixto García de Luis Manuel en un parque WiFi. Me escondía detrás de una mata en el parque de Palatino para poder estar conectada, [e incluso] había veces que le tumbaban la WiFi al parque».

Aunque el corte de datos móviles es una práctica usual de la Seguridad del Estado contra disidentes, a veces es consecuencia del bloqueo de sus líneas, también por cuestiones políticas. Si el bloqueo es momentáneo, se puede solucionar en las oficinas de Etecsa, la única empresa de telecomunicaciones del país. Pero no siempre es tan sencillo. «Lo que ellos hacen es bloquear el email del teléfono», explica Genlui, quien pasó por esta situación. «Ahí Etecsa no puede hacer nada. Puedes poner otra línea, que el teléfono no funciona, no coge internet, no recibe llamada, no hace nada, a no ser en un parque WiFi».

El ejemplo más ilustrativo de cómo la Seguridad del Estado controla los celulares de los disidentes a través de Etecsa, es lo que le sucedió a Genlui cuando quiso comprarse una segunda línea. «Yo no quería sacarla a mi nombre», cuenta. «Cuando llego a Etecsa, le digo a alguien de la cola que, por favor, me compre una. Esa persona me la compró. Al poco rato me llama [para decirme] que iba a cancelarla, que no quería meterse en problemas. Cuando regreso para ver qué estaba pasando, estaba junto a un agente, un coronel de la Seguridad del Estado».

Debido a esta persecución, Genlui llegó a tener cuatro líneas antes de salir de Cuba. Durante sus detenciones, era usual que le quitaran el teléfono. Con el tiempo, también se hicieron usuales los hackeos contra su celular y el de Otero Alcántara. En septiembre de 2020, la activista denunció haber recibido por debajo de la puerta un sobre con imágenes personales que había compartido meses antes a Otero Alcántara durante una conversación virtual íntima. 

«Las imprimieron y se las tiraron a mi abuela por debajo de la puerta», recuerda. «Fue un momento súper fuerte, porque al final tú sabes que tu intimidad sigue en manos de ellos. Perfectamente, mañana pueden salir en las redes todas las fotos mías desnuda, igual que 

salieron las de Luis Manuel. También fue un momento muy incómodo para mi abuela, que no entendía aquello y, por supuesto, tenía temor». 

Tampoco era la primera vez que intentaban asustar a su abuela. «Le decían que si yo seguía mezclándome con personas “marginales” y “problemáticas”, eso traería consecuencias negativas para mí, mi carrera, mi seguridad. Podía ir presa, un argumento que utilizaban mucho». 

Tras salir de Cuba para acompañar a su madre y realizar otras gestiones, Genlui sigue utilizando las redes sociales para hacer activismo y, en especial, para actualizar la situación de Otero Alcántara, recientemente condenado a cinco años de prisión luego de ser encarcelado el 11J y juzgado a puertas cerradas por los supuestos cargos de ultraje a los símbolos patrios, desacato y desórdenes públicos.

Desde su hogar temporal en Miami, sigue apostando por el poder de Internet y las redes sociales para crear conciencia sobre la precaria situación política del país. 

«El pueblo cubano no había despertado porque, en parte, no tenía referentes de un estallido social a esa magnitud (11J), pero tampoco de entender qué es realmente un opositor, más allá de toda la construcción del Gobierno», dice. «Todo eso se vino abajo a partir del acceso a la información, porque empezó a haber puntos de comparación, porque la gente podía ir más allá de la información de la televisión nacional. (…) Lo que pasó con los acuartelados de San Isidro, la magnitud que eso también alcanzó, viene de todas las directas que se hacían, de las transmisiones en vivo, de la prensa independiente. Eso no se hubiera logrado de otra manera».

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