Eliecer Jiménez Almeida: «La verdad que tanto Cuba necesita»

Néstor Díaz de Villegas: Vi tu documental, tan necesario para conocer la historia cubana y completarla. Su título es Veritas, y pienso que has dado con una clave importante, pues ese es el problema fundamental de la cuestión cubana, el concepto clásico de la verdad. 

El temor más grande del poder es a la verdad, y cuando tú dices “esta es la verdad” y sales a la palestra pública y cuestionas o llenas los vacíos de la narrativa que la dictadura ha vendido en todas partes, el poder salta como un vampiro al que le abren una ventana. Mi pregunta: ¿es la verdad incómoda el asunto aquí, o las falsas acusaciones de terrorismo cultural?

              

Eliecer Jiménez Almeida: Durante muchos años, décadas, ellos han monopolizado todo el espacio, el contenido y la narrativa nacional. Se adueñaron de la isla por la fuerza, con un ejército armado, y lo primero que hicieron fue negarles a los brigadistas el derecho de ir, también armados, a hacer el país que ellos quisieran. Si tú viniste en el yate Granma o estuviste en la Sierra Maestra e hiciste una guerra, ¿por qué los brigadistas no podrían hacerlo? Eso es lo primero. Luego, ese monopolio informativo, esa batalla de ideas en la que ellos han tenido el dominio durante las últimas seis décadas, pero es un panorama que ha cambiado. 

Fíjate que mi generación y, desde luego, todos los que han tratado de desmentir esa narrativa de la revolución cubana —y no solo mi generación, pues nosotros hemos tenido la posibilidad de ver el cambio de esa narrativa, pero mucha gente antes ha trabajado en ello—, en fin, nosotros, de alguna manera, estamos cambiando eso gracias a las nuevas tecnologías. 

Yo no hubiera podido hacer cine de no haber sido por la llegada de la tecnología digital, porque mientras el cine se hacía de manera tradicional, ellos tenían el monopolio de las cámaras, los cines, de todo. Sin embargo, a partir del 2000, que empezaron a aparecer las cámaras digitales y la gente pudo tener sus cámaras propias, fue que pudimos empezar a hacer este cine. Lo mismo pasa con los medios de comunicación independiente sobre Cuba: gracias a la llegada de Internet se ha expandido otra idea de ese país. Una idea mucho más poderosa, más cercana a la realidad, que se acerca cada vez más a la verdad a la que debe aspirar cada país, la verdad que tanto necesita Cuba.

Yo trabajo en el título, en el concepto, y luego filmo, me gusta partir del título. Rara vez cambio el título de una película durante el proceso de trabajo, porque me interesa ir a lo que yo entiendo que debe ser la película. Muchas cosas se van transformando en el camino, pero el orden es: título, concepto y salir a filmar. Eso fue lo que pasó con Veritas, que es la aspiración a que todas las voces sean escuchadas y a romper el monopolio del castrismo sobre Cuba. Nosotros también tenemos una versión, una que se acerca más a la verdad, y tenemos todo el derecho a que esa versión sea escuchada, conocida y ampliamente difundida.

NDDV: La narrativa que propone esta película a través de los protagonistas de esa batalla es que, contrario a lo que afirma el castrismo, en un primer momento, después del desembarco, los brigadistas estaban ganando. ¿Es correcto?

EJA: Sí. Durante el primer día ellos estuvieron ganando, incluso cuando tenían solo cinco tanques americanos ligeros contra treinta tanques soviéticos T-34. Ese mismo primer día, con el fallo que hubo, la peor decisión de esa batalla fue que [John F.] Kennedy suspende los bombardeos y ellos se quedan sin municiones porque a la aviación de Castro, que debía haber sido abatida por los bombardeos que Kennedy suspendió, le quedaron 4 aviones cazabombarderos, dos T-33 y dos Sea Fury, que son aviones mucho más veloces que los B-26 que venían de Nicaragua y no tenían ametralladoras de cola, porque hubo que hacerles una adaptación para ponerles un tanque de combustible en el espacio donde debía ir la ametralladora de cola, que sería la única defensa de esos aviones contra los cazas. 

Ten en cuenta que el B-26 es un bombardero ligero, que era ya un arma obsoleta en aquel momento. Era necesario el tanque de combustible adicional y otros dos en las alas para soltar en la trayectoria en medio del océano, porque eran seis horas de vuelo. Esa pobre gente volaba desde Nicaragua y tenían una autonomía de combate en Bahía de Cochinos de treinta minutos, tras los cuales debían regresar a Nicaragua. Si se pasaban de esos treinta minutos, podían desaparecer o perderse en el camino, pues no les bastaba el combustible para regresar.

Entonces Kennedy suspende los bombardeos y, con los cuatro aviones que le quedaban, Castro empieza a liquidar los B-26 que estuvieron llegando en la segunda mañana, y ahí es que atacan los dos barcos. Hunden el Río Escondido y el Houston queda encallado, porque nunca se llegó a hundir. Toda esa narrativa de que Fidel Castro hundió el Houston desde un tanque es mentira, es falso: el Houston fue atacado por los aviones en la mañana, el capitán del barco lo hace encallar, y el quinto batallón de la Brigada 2506 comienza a bajar del barco durante el día y a caminar hacia Playa Larga, una larga caminata. 

Eso fue lo que sucedió. Ellos desembarcan a partir de las 12 de la noche del 16 al 17 de abril hasta las cinco de la mañana, y hasta la mañana del día siguiente no pasan los milicianos de un lugar conocido como La Rotonda. Allí ellos pararon a los milicianos, les destruyeron tanques y no pudieron pasar. Al día siguiente, se quedan sin municiones y comienzan a retroceder de Playa Larga a Playa Girón, que son como 15 kilómetros de distancia. Lo mismo sucedió con los paracaidistas que cayeron en San Blas y otros lugares, cuya situación fue peor, pues tuvieron que caminar hasta Playa Girón. Esa fue la orden: concentrarse allí a esperar un posible reabastecimiento que nunca llegó. Tenían las balas con las cuales desembarcaron, pero no recibieron más municiones. De lo contrario, otra hubiera sido la historia.

NDDV: Por lo que vi en el documental, y los testimonios que escuché de estos hombres —que, por cierto, han sido siempre retratados de manera negativa, algo que ha tenido mucho impacto en América Latina, sobre todo a través del libro Moral burguesa y Revolución, del propagandista argentino León Rozitchner—, aparte de la de Fidel, esa fue la gran narrativa difundida en América Latina. Una vez que estos hombres fueron capturados, comenzó otro capítulo de la saga: los juicios, de los que trata el libro de Rozitchner. En tu película aparecen los testimonios de quienes estuvieron en el juicio.

EJA: Sí, todos los que aparecen en el documental estuvieron en el juicio. Excepto uno, que fue un piloto, pues obviamente, ellos tenían la base en Nicaragua. Pero nueve de mis entrevistados estuvieron en el juicio, que fue una especie de circo. Les pusieron un abogado de oficio que terminó, de hecho, pidiendo paredón para ellos: ¡un abogado defensor pidiendo la pena capital para sus defendidos! 

Terminaron siendo condenados a treinta años de trabajo forzado o un posible rescate, pues ya Fidel estaba maquinando cómo sacarle dinero a todo aquello. El proceso del juicio y el rescate duró 22 meses. La mayoría de los brigadistas los pasó en la prisión de El Príncipe, y hubo otro grupo, constituido por los primeros oficiales y otros brigadistas estratégicos con respecto al dinero, pues provenían de familias ricas (Fidel estuvo todo el tiempo pensando en el dinero. Quería 62 millones por ellos a como diera lugar). Así, a ese segundo grupo lo mandó a Isla de Pinos, para que no hubiera ninguna posibilidad de escape. Porque, como puede verse en el documental, hubo dos de los brigadistas que escaparon de El Príncipe, y cuando eso sucedió, Fidel debe haber dicho “a mí no se me escapa más nadie, me los llevo a la Isla de Pinos, yo tengo que garantizar mi dinero”. 

En ese lapso de 22 meses se creó una comisión de los familiares en Miami para el rescate. Empiezan a hacer numerosas gestiones para conseguir los 62 millones, que fueron en insumos médicos también, y no solamente compotas, como afirma la narrativa castrista. 

NDDV: Por cierto, yo comí esos corn flakes y esas compotas. Ya escaseaba la comida de los niños en Cuba. Yo tendría unos siete años, y recuerdo que fue un gran evento la llegada de aquellos productos fantásticos. 

EJA: Qué pena me da escuchar eso… Pero bueno, por lo menos alcanzaste los corn flakes. Cuando crecí yo, solamente había hambre.

NDDV: De hecho, recuerdo a mi abuelo comentando que ya había hambre en ese momento. Ya faltaban insumos básicos.

EJA: Pues bien, los familiares de los brigadistas en Miami, como te dije, trataban de conseguir el dinero, y Fidel, viendo que el proceso no se movía con suficiente celeridad… —y todo esto puede parecer una especulación mía, pero en el caso de una persona tan mezquina como él, lo que yo pueda decir es nada en comparación con lo que hizo, y lo demostró históricamente en Cuba. O sea, evalúa mis palabras en función de un personaje tan terrible: lo que yo pueda decir siempre será infinitamente más discreto que lo que él hizo—; en fin, al ver que el dinero no se movía, creó un grupo de brigadistas y lo mandó a los Estados Unidos para que ellos también trabajaran en función de recaudar fondos para el rescate. 

Imagínate: personas condenadas a treinta años de trabajos forzados son enviadas a los Estados Unidos. Hay que ser muy honorable para no quedarse. No obstante, él estaba provocando todo el tiempo la posibilidad de seguir estableciendo la narrativa del mercenario. Porque si tú mandas a esos hombres que has condenado a treinta años de trabajo forzados a un espacio de libertad como los Estados Unidos a gestionar el dinero que tú quieres, es una situación en que ganas como quiera que la pongas. Si ellos se quedaban en Estados Unidos, Fidel ganaba; si regresaban, ganaba también. Esa táctica se siguió dos veces. Primero salió un grupo de heridos, 62 si no recuerdo mal, que comenzaron enseguida a hacer gestiones para conseguir el dinero del rescate de sus compañeros y, finalmente, John y Robert Kennedy también comenzaron a hacer gestiones personales e institucionales para conseguir lo que pidió Fidel. 

Ya te podrás imaginar la alegría de esos hombres al regresar. También, para muchos, la tremenda decepción de no poder volver nunca a su país, de saber que tenían allá una pena de treinta años de trabajos forzados, porque así quedó establecido en el juicio: si alguno intentaba regresar, lo que le esperaba era la cárcel. Y, por supuesto, el estigma histórico, que es lo más terrible, y que es el punto más importante de mi documental: estos hombres han debido arrastrar el estigma histórico de mercenarios impuesto por la narrativa castrista. La realidad dista mucho de lo que han repetido hasta la saciedad el castrismo y quienes le hacen eco por el mundo, incluyendo a muchos aquí en los Estados Unidos, algo muy triste.

La realidad es que esos hombres, en su inmensa mayoría, se alistaron y marcharon a esa guerra voluntariamente. Tristemente, la historia los traicionó, pero yo tuve la oportunidad de conocer al menos a cincuenta de ellos, varios de los cuales que aparecen en la película. Te puedo asegurar que no comen niños, que son personas muy decentes, y eso ha hecho que, a raíz del proceso del documental, que empezó en 2019, y hasta la fecha, yo me haya convertido en un brigadista más. 

Me siento muy responsable con respecto a este documental, y muy feliz de haberlo hecho, porque da la posibilidad, a un país entero, de escuchar una versión muy distinta de lo que fue ese acontecimiento tan importante, no sólo para la vida nacional, y de escuchar de primera mano, en las voces de sus protagonistas, la verdad que aparece en Veritas.

NDDV: En efecto, te vi en Miami con la chamarra y el sello de la Brigada 2506. Quería abordar algo más. Uno de los incidentes más comentados hace muchos años, creo que al final de los años ochenta, fue una performance realizada por un artista cubano en el parque Kennedy, en Coconut Grove. Ese hombre reprodujo, según el recuento de varios sobrevivientes, la rastra en la que muchos de los brigadistas fueron encerrados por Osmani Cienfuegos. Y, en un momento de la trayectoria, que los conducía desde donde fueron apresados hacia La Habana, algunos de los prisioneros que viajaban en el interior del camión murieron. Es un hecho que sale a relucir en Veritas.

EJA: Sí, de hecho, ese fue un capítulo muy importante. La cuestión de “la rastra de la muerte”, como tristemente se le recuerda, está recogida en el documental de manera muy especial. Lo que sucedió fue que a Osmani Cienfuegos se le advirtió que si se cerraba la puerta de esa rastra, que era refrigerada, utilizada para transportar alimentos, todos los que estaban dentro morirían. Y Osmani Cienfuegos respondió algo así como “Pues nos ahorraremos balas”. Pusieron a más de cien personas dentro de la rastra, de los cuales murieron nueve. Un crimen terrible, porque no es un procedimiento para ser aplicado a prisioneros de guerra. Lo hicieron los alemanes durante el fascismo, los rusos durante el estalinismo y lo que vino después, y tristemente, también en Cuba. El gobierno cubano es responsable de esas nueve vidas, perdidas por la zoquetería de Osmani Cienfuegos, un gran pedazo de hijo de puta.

NDDV: Solamente podemos imaginar lo que su hermano Camilo hubiera hecho. A mí me dice mucho su foto en el Palacio Presidencial, al entrar en La Habana, con la bota puesta sobre el retrato al óleo de Marta Fernández de Batista… Entonces, digamos que después de hablar con estos brigadistas, y obtener una visión que los recién llegados al exilio no tienen con respecto al hecho histórico de Playa Girón, las imágenes que tú presentas pasan a engrosar el catálogo de las grandes batallas reales de la revolución cubana, que no tuvo batallas importantes, sino apenas escaramuzas. En cambio, este enfrentamiento en Bahía de Cochinos fue la gran batalla en la guerra civil cubana.

EJA: Desde ese punto de vista, ciertamente fue la gran batalla en la guerra civil cubana. Pero si abrimos un poco la perspectiva y hacemos un zoom back para considerar cómo se insertó Bahía de Cochinos en la guerra fría, y sus repercusiones, veremos incluso más allá. Es algo en lo que he reflexionado mucho, y aunque esas reflexiones no aparecen en el documental, hacer ese trabajo me permitió darme cuenta de varias cosas. 

Bahía de Cochinos fue en abril: los soviéticos se dieron cuenta de que Kennedy —o sea, de que el gobierno americano— había abandonado Cuba, y ya en agosto de ese año se levanta el Muro de Berlín. Es decir, en el pulso de fuerzas de la Guerra Fría, si los brigadistas hubieran ganado la batalla de Bahía de Cochinos, probablemente no hubiera existido el Muro, porque la posición de los americanos hubiese sido sólida. Cuando los soviéticos ven que los Estados Unidos —en este caso, Kennedy—, flaquean,  levantan el muro. 

¿Y cuál es la respuesta de Kennedy al Muro de Berlín? Va y da un discurso allí. ¿Y qué sucede en octubre de 1962? Los soviéticos introducen misiles nucleares en Cuba. Esa es una consecuencia de haber abandonado Cuba. Abandonaron Cuba y los soviéticos escalaron el conflicto: primero, el Muro de Berlín, y un año después, los cohetes soviéticos están en Cuba, apuntando a los Estados Unidos. Y, por otro lado, la actitud hipócrita, lamentable y vergonzosa de Kennedy al ir a recibir a los brigadistas en el Orange Bowl, en diciembre de 1962, luego de haber negociado con la Unión Soviética que retiraría los cohetes de Turquía a cambio de que fuesen retirados los cohetes de Cuba, y que, como garantía, él no atacaría a Cuba de ninguna manera. 

A partir de ese momento, los EEUU se convirtieron en el policía de Cuba, porque cualquier intento de los cubanos de Miami por liberar a Cuba se convirtió en objeto de persecución de las agencias de inteligencia norteamericanas. De esto no se habla nunca, pero se trata de una realidad que durante años padecieron nuestros luchadores en el exilio, una realidad comprobable, porque la mayoría de esos documentos ha comenzado a ser desclasificada. En resumen: Bahía de Cochinos fue muy importante, no sólo como parte de la historia nacional, sino en el panorama político e histórico mucho más abarcador que fue la Guerra Fría. Lamentablemente, los Estados Unidos son el imperio con guantes de seda, que trata a sus enemigos con extrema delicadeza. Durante los años en que existió la URSS, sus crímenes de lesa humanidad son de sobra conocidos, así como son conocidos los que ha cometido el régimen cubano. Y eso ha sucedido, en parte, porque Estados Unidos, el líder del mundo libre, lleva guantes de seda. Por eso es corresponsable de la tristeza que ha tenido que vivir el pueblo cubano.

NDDV: De hecho, la primera acusación de los brigadistas contra John F. Kennedy es la de ser un traidor. El gran traidor.

EJA:Es que, de no haber sucedido esa cancelación de los bombardeos planeados, Castro no hubiera tenido aviones. Además, en aquel momento ya el poder de Fidel había comenzado a tambalearse. La mayor parte de quienes más tarde se exiliaron todavía estaban en Cuba, había un gran descontento —silencioso, desde luego— con la revolución, aunque hubiera muchos que la apoyaran. De hecho, lo primero que hizo Castro fue fusilar a cerca de cuatro mil cubanos tras juicios arbitrarios. Luego nacionaliza la gran industria y las grandes empresas cubanas, robándoselas a sus verdaderos dueños. Y como si no fuera suficiente, el proceso duró hasta 1968, con la llamada ofensiva revolucionaria, cuando el estado se apropió de todo, le robó la vida a todo el pueblo cubano. Y así hasta hoy. ¿Y quién se beneficia hoy? Las mipymes. ¿De quiénes son? De los parientes de ese primer anillo de poder.

El régimen se fue sofisticando durante décadas, en las cuales pasaron del asesinato físico al asesinato de la reputación de los opositores. No los mataban, pero no los dejaban vivir. Si falta todo, si no tienes comida, agua, electricidad, un techo, no tienes ni azúcar en un país que fue el primer productor del mundo hasta 1958, ¿cómo es posible que tengas una vida medianamente digna, decorosa?

NDDV: Tampoco podemos decir que dejaron de matar. Mataron a Oswaldo Payá, mataron a Laura Pollán. Mientras yo estuve en la cárcel, en los años setenta, vi a un grupo de muchachos del servicio militar que se habían alzado. Fusilaron a los dos líderes y el resto estaba cumpliendo veinte años conmigo, en las celdas de menores. Es decir, todavía el régimen era capaz de matar si alguien se rebelaba como lo habían hecho ellos. También vi, en el Vivac de Santa Clara, una huelga de hambre de presos plantados vestidos de amarillo, a consecuencia de la cual hubo personas que quedaron inválidas, como le pasó a Armando Valladares. O sea, todo eso estaba pasando tras bambalinas, porque ellos tenían el control total de la información. 

EJA: Por supuesto, tengo claro que hay dos procesos distintos. Por un lado, el que ya mencioné, y por el otro, el asesinato selectivo y el asesinato provocado, como el que han sufrido incluso algunos líderes de la misma revolución —infartos, suicidios—. Cuando me refería al hecho de que “no te matan, pero no te dejan vivir”, hablaba del cubano que no se mete en nada, que se levanta todos los días y tiene que ir al trabajo en las peores condiciones. No hay piedad con nadie. Hay gradaciones de violencia: para los opositores tienen la violencia extrema, para los intelectuales, el asesinato de la reputación. Son gradaciones que sería bueno estudiar, pero algo está claro: hay violencia para todo el mundo. Incluso para los exiliados. Ahora mismo, estoy siendo difamado. Mi trabajo está siendo difamado. No escapas.

NDDV: Me estás hablando, precisamente, de un gobierno que ejerce el terrorismo de Estado, y sin embargo te acusa a ti de hacer cine terrorista, como ha dicho la UNEAC, cuya declaración ha reproducido incluso el MININT. ¿Qué crees del hecho de acusar a una obra de arte de terrorismo?

EJA: Mira, de un país donde tanta gente ha sido fusilada después de juicios falsos e incluso sin juicio, donde ha habido todo tipo de desmanes, donde la gente pasa hambre y no hay piedad para los ancianos ni los niños, ¿qué podemos esperar? Yo vivo aquí, me considero un privilegiado, me apena decirlo. Vivo en los EEUU, hago mi obra aquí. Es difamación, intentan asesinar mi reputación, es una técnica de la Seguridad del Estado, se trata de una manera de ejercer la violencia contra los ciudadanos. Es lo que estoy viviendo en estos días. Cuando La Jiribilla publica uno de esos textos difamatorios, en realidad no es La Jiribilla, sino la Seguridad del Estado a través de las instituciones del Ministerio de Cultura. Son encargos directos de la Seguridad del Estado: “Hay que hablar mal de Veritas, hay que hablar mal de Llamadas desde Moscú”, y no solo hablar mal, sino asesinar la reputación de los directores de esas películas, y de las películas. Si no han tenido ninguna consideración para fusilar o encarcelar, ¿qué puedes esperar? Nada, yo no espero nada. Lo único que espero es el día en que todo eso se caiga. Es, de hecho, lo que espero con mucha ansiedad.

Néstor Díaz de Villegas es un poeta y ensayista cubanoamericano. Ha colaborado con Letras Libres, El Nuevo Herald y The New York Times. Creador de Cubista Magazine y NDDV.blog. Reside en Los Ángeles.
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