Te dejo entrar y no te dejo salir… te dejo salir, pero no te dejo entrar

Ilustración: Carmen Barruecos

Me llama una amiga y me dice: “Ni se te ocurra ir a Cuba a nada”. La socia me cuenta que su hermano estuvo de visita tres días en la Isla y que cuando iba a salir por el aeropuerto no lo dejaron. Había un problema en el sistema, en la computadora y no encontraban la información de su entrada al país. Según la funcionaria de Aduana, si no había entrado no podía salir. El viajero (o el no-viajero) estuvo más de siete horas retenido y, por supuesto, perdió el vuelo. Cuando encontraron la información necesaria, cuando les dio la gana de dejarlo ir, el tipo llamó a su familia que estaba afuera para que lo sacara de ese infierno lo más rápido posible. “¡No vuelvo!”, decía una y otra vez sin parar.

Ya otras veces lo he dicho: Guillermo Cabrera Infante me acompaña en mi exilio. Al Premio Cervantes cubano, que nació un 22 de abril, como yo décadas después, le gustaban los mismos puros que me gustan a mí. 

Al lado de mi cama tengo su Mapa dibujado por un espía, un libro donde, entre muchas otras cosas, cuenta que, tras regresar a la Isla para el velorio y el entierro de su madre, no lo dejaron salir. 

Cabrera Infante llegó a la Isla, enterró a su madre y preparó sus cosas para llevarse a sus hijas de vuelta a Europa con él. Cuando estaba en el aeropuerto, con sus hijas, a punto de montarse en el avión, recibió una llamada del Ministerio de Relaciones Exteriores en la cual le advertían que no se podía ir.

Cabrera Infante pensó mandar a sus hijas al extranjero, incluso sin él,, pero no tenía cómo justificar eso ante el ministro y los mandamases del país.

Durante esa temporada que estuvo en espera, el escritor sentía que lo vigilaban todo el tiempo. Veía y escuchaba conspiraciones contra su persona en cada esquina de la ciudad. Ojo, estamos hablando de una ciudad que estaba mil veces en mejores condiciones que ahora. Si en aquel momento se sentía el ahogo, imagínense ahora. Imagínense no poder salir ahora del país.

La lectura de Mapa dibujado por un espía fluye, como los recuerdos, por una ciudad que ya no existe. Además, tiene el plus de mencionar con nombre y apellidos a una serie de figuras clave de la historia de Cuba. Personajes que he tenido el lujo de conocer, y también personajes que he tenido la desdicha de haber visto en algún momento de mi vida.

Es bien conocido el caso de personas que tienen prohibido regresar a la Isla, como el de la profesora Omara Ruiz Urquiola. Y también ha sido noticia el veto que tienen algunos cubanos a quienes se les prohíbe salir del país. 

Para las autoridades cubanas, el aeropuerto es una herramienta más de control ideológico. El aeropuerto se puede convertir lo mismo en una cárcel que en la puerta abierta de una jaula. Ellos son los que mandan y así le van jodiendo la vida a personas y familias enteras.

Cuando Cabrera Infante regresó en el coche de un amigo a su casa, yendo de nuevo con sus maletas del aeropuerto hacia el Vedado (el camino que había recorrido unas horas antes, pero a la inversa), miró por la ventanilla y pensó que la había cagado: no lo iban a dejar salir más nunca de ahí.

La Isla se convertía en una cárcel. 

Muchos de sus amigos o conocidos de la época se quedaron y murieron en la Isla. A algunas de estas personas los escuché hablar mal de él: que si Cabrera estaba mal de los nervios, que si se había inventado cosas. Pero algo en mí me decía, siempre, que le debía creer al escritor de Tres tristes tigres y no a los otros.

En una reunión delante de 30 artistas de la UNEAC, escuché a Abel Prieto hablando mal de Pablo Milanés. Luego, cuando murió el cantautor, se vio al exministro dándose golpes en el pecho y diciendo: “Pablo es nuestro. ¡No dejemos que no los roben!”.

El mismo ministro, cuando mi situación-censura, estaba obsesionado con saber dónde estaba mi pasaporte y por qué organismo viajaba. Ya no solo quería tener el control sobre la película y los festivales internacionales, también quería controlar mis movimientos.

Dicen que la historia la escriben los vencedores. Para mí el gran vencedor de estas intriguillas es Guillermo Cabrera Infante. A los demás no les creo. 

Cabrera Infante después que logró salir, no regresó a la Isla. Celia Cruz tocó tierra patria del lado de la Base Naval de Guantánamo, ya que no iba a pisar la Isla con esos bandidos al mando. Muchos años antes algún desgraciado le había quitado el derecho a regresar a despedirse de su madre.

Hay una lista en el Ministerio de Cultura con los nombres de varias figuras que no tienen permitido regresar a la Isla. Seguro que en los otros ministerios también habrá ese tipo de listas. Pienso en los deportistas y en los médicos.

Tras más de 60 años separando a la familia cubana, mancillándola, la Revolución continúa con estos métodos de horror y extorsión. 

Muchas madres, abuelas, esperan por sus hijos y nietos. Mucha gente en la oscuridad de los apagones está pidiendo por una lucecita que acabe de barrer con todos esos carceleros; para ver si al fin se da el abrazo.

No hay perdón de Dios. No lo puede haber. Tantas personas que no pudieron despedirse de sus seres queridos. Tanta gente que tuvo que seguir su vida con la herida abierta. Cientos de miles de huecos en el pecho y la justicia que no llega.

Una posdata: gracias al arte de muchos de los cubanos en el exilio, de las canciones de Celia, de las memorias de Guillermo, los que estamos allende los mares no nos sentimos tan solos.

Carlos Lechuga (1983) Director de cine y escritor. Dirigió Vicenta B., Generación, Santa y Andrés y Melaza.Escribió En brazos de la mujer casada y Ballena Tropical, su primera novela que verá la luz este 2023.
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