Tekashi 6ix9ine y la revolución traicionada

Ilustración: Alen Lauzán.

Si Tekashi 6ix9ine hubiera sido un artista independiente, negro, de La Habana Vieja, que repartía dinero en el barrio de San Isidro con la bandera cubana sobre los hombros, la Seguridad del Estado del régimen cubano se lo hubiera llevado preso haciendo cumplir el Decreto 349. Lo habría calificado de delincuente y contrarrevolucionario, y lo habría enviado a la cárcel como mismo hizo con el artista Luis Manuel Otero Alcántara por usar la bandera como expresión artística. Pero no, 6ix9ine no es cubano, y eso no sucedió. 

Otero Alcántara fue arrestado durante el estallido social del 11 de julio de 2021; sin embargo, fue condenado a cinco años de privación de libertad por supuestos delitos que cometió en 2019, entre los que se encontraba el ultraje a los símbolos nacionales

La bandera que llevaba encima el líder del Movimiento San Isidro (MSI) era la misma con la que 6ix9ine se cubrió para repartir dólares en Pinar del Río, recientemente. La diferencia entre los dos artistas es que uno es cubano y reparte caramelos, y el otro es estadounidense, millonario, y quizás vino a Cuba con la misión de continuar la agenda demócrata implementada por la administración de Barack Obama para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el régimen cubano entre 2013 y 2016. 

Por eso, el silencio de medios oficiales como el periódico Granma o el sitio Cubadebate sobre el video musical de 6ix9ine y el cantante cubano Lenier Mesa, grabado en Pinar del Río, es abismal. En el primer viaje del rapero a La Habana el régimen cubano, a través del Ministerio de Turismo, se apresuró a desmentir la presunta relación de 6ix9ine con la lluvia de dólares que aconteció en los alrededores del hotel Packard, donde el músico se hospedaba. Las autoridades hasta tumbaron el internet y las comunicaciones para no tener que sufrir otro 11J. Mientras, el periodista oficialista Randy Alonso condenó el hecho y comparó al rapero con los marines estadounidenses que en la época de la República arrojaban monedas al mar para que los niños se lanzaran a buscarlas.

Pero en el último viaje de 6ix9ine a Cuba las instituciones del régimen hicieron silencio cómplice sobre el video donde el rapero reparte dinero a diestra y siniestra en Pinar del Río. Al video, el régimen apenas le dedicó una pequeña sesión en el programa de televisión Con Filo y un texto en la revista La Jiribilla, pero ni una palabra en los medios de mayor alcance del país. 

Esto también sucedió durante el deshielo anterior. Algunos medios menores fueron usados para criticar la visita de Obama, el desfile de Chanel en el Paseo del Prado y otros eventos, a pesar de que el régimen cubano estaba facturando con ellos. El propio bloguero oficialista Iroel Sánchez llegó a escribir: “Qué hacer? ¿Rechazar actividades que pueden beneficiar económicamente al país porque pertenecen a la industria cultural hegemónica? ¿Aceptarlas pero guardar un silencio vergonzante al respecto? ¿Abrirnos acríticamente a ellas? ¿Entregarles temporalmente espacios públicos de alto valor simbólico y patrimonial e imponer en su nombre restricciones de movimiento a vecinos y transeúntes sin que medie una explicación de los motivos para asumirlas? ¿Abstenernos de utilizarlas para influir en sentido inverso en quienes son parte de una estrategia de influencia?”. 

Sus palabras parecían fuego amigo.

Es curioso que el hotel Packard, donde se alojó 6ix9ine, sea el mismo donde se hospedó, al menos una vez, el reguetonero cubano El Taiger y que, además, esté sancionado por el Departamento de Estado estadounidense. Esto parece sugerir que 6ix9ine tiene luz verde para allanar el camino a todos los que vengan detrás, como mismo lo hicieron en su momento otros artistas. No fue obra de la casualidad que comenzarán a llegar a La Habana así de repente. Tenían la posible misión, al igual que 6ix9ine, de comenzar un proceso de lavado de imagen de la dictadura para que el mundo viera con ojos diferentes a la Isla comunista, para que los turistas y empresarios perdieran el temor de acercarse. Los turistas de todo el mundo necesitaban la sensación de seguridad para visitar Cuba y disfrutar de la rumba, del Cabaret Tropicana, de los habanos, de los mojitos, como mismo sucedía hace seis décadas.

Así que justo después de la visita de Obama a la Isla en 2016, desembarcó Chanel en La Habana para realizar un desfile de su colección Crucero. Como suele suceder, la gran mayoría de los cubanos que fueron a ver aquel desfile de Chanel en el Prado Habanero dejó pasar por alto las declaraciones de Mariela Castro, quien le dijo a la agencia AFP: “Finalmente, el mundo se abre a Cuba. Entonces todo el mundo quiere venir a conocer a Cuba como la manzana prohibida. Todo el mundo quiere saber qué pasa. Todos los que tenían ganas hace mucho tiempo ahora se abrieron su corazón a Cuba y quieren ahora descubrirla, saborearla, disfrutarla, conocerla”. 

Luego, a Mariela Castro se le vio disfrutando de lo lindo junto al empresario Hugo Cancio en medio de un Paseo del Prado repleto de estrellas hollywoodenses y acordonado fuertemente por la Policía para que el pueblo, el verdadero protagonista de esta historia, se quedara afuera.

Mientras la directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), prepotente, daba declaraciones triunfantes para la prensa extranjera, nadie recordaba que la Revolución Cubana había fusilado, apresado y desterrado a miles de cubanos; había hecho morir a otros miles en varias guerras por el continente africano y había llevado al país a convertirse en un Estado miserable donde la gente, a golpe de adoctrinamiento, terror y miedo, vivía un silencio terrorífico. 

A Mariela Castro no le interesaba nada de esto, solo la apertura, el dinero y la fiesta que les estaba permitiendo Estados Unidos por aquel entonces. El deshielo se gestó en secreto mientras el país vivía otra de sus crisis económicas, y pocos meses después del asesinato del líder opositor Oswaldo Payá. 

 

Para finales de 2014, los gobernantes de Estados Unidos y Cuba, Barack Obama y Raúl Castro, hicieron una alocución simultánea para dar comienzo al restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Esto fue un aire de esperanza para un pueblo cansado de esperar por los beneficios del socialismo y que aplaudió bien fuerte mientras se izaba la bandera correspondiente en la Embajada de Estados Unidos en La Habana. A partir de ahí comenzó el show televisivo.

Pero antes de que todo empezara hubo una avanzada, el papel que ahora podría corresponder a 6ix9ine. En aquel entonces las estrellas Beyoncé y Jay-Z fueron de las primeras en llegar a Cuba y, sobre todo, en hacerlo público.

Hospedados en el hotel Saratoga, entidad de GAESA que en ese año, 2013, aún no estaba sancionada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, ni tampoco había explotado por una supuesta fuga de gas, los raperos se hicieron ver en las calles de La Habana demostrándole al mundo que Cuba no era ese monstruo socialista que tan mal les habían pintado. Y si Beyoncé y Jay-Z, a pesar de las presiones de congresistas cubanoamericanos y del exilio histórico, vinieron y no pasó nada, pues los demás tenían luz verde. 

Usher, Paris Hilton y Katy Perry vinieron en 2015. La última se reunió con Mariela Castro en un bar. Y, como siempre, el pueblo de a pie se quedó fuera de la ecuación. Rihanna fue quizás la artista que causó más revuelo tras aterrizar en la Isla comunista en 2015. La cantante caminó por las calles de La Habana junto a la gente, posó para Annie Leibovitz en disímiles locaciones de la ciudad. Sus fotos, luego, aparecieron en la revista Vanity Fair. En La Habana, en medio de un bar de mala muerte, bajo la mirada de cientos de curiosos, la cantante mostraba que Cuba, además de miserable, también era un escenario idóneo para la industria hollywoodense.

En estas, Dominic Toretto y su pandilla no se hicieron esperar. La saga de Rápido y Furioso llegó a La Habana. También aterrizaron aquí los equipos de filmación de películas y series como Transformers y House of Lies. Asimismo, llegaron John Turturro, Kanye West, su esposa Kim (que grabó en La Habana uno de los episodios de su reality show Las Kardashian) y el humorista Conan O’Brien. La mesa estaba servida para que el presidente de Estados Unidos de América viajara a La Habana para disfrutar, junto al dictador Raúl Castro, de un juego de pelota y sellar uno de los movimientos políticos más trascendentes del mundo y del que 6ix9ine, ahora, es solo continuidad.

Tekashi 6ix9ine. Ilustración: Alen Lauzán.

De hecho, 6ix9ine tiene la bendición del Partido Comunista de Cuba (PCC). Por eso, luego de regresar a Estados Unidos tras su primera visita a la Isla, se reunió con El Taiger, un reguetonero que, al parecer, tiene la orden expresa de trabajar para que los raperos del exilio regresen a su país natal, porque aquí todo está ok, todo está rico. Este es un músico al que se le vio criticando al exilio histórico por protestar en contra de la dictadura durante el choque de los equipos de Cuba y Estados Unidos en las semifinales del Clásico Mundial de Béisbol, celebrado en Miami. Otro músico cubano, esta vez Chocolate, salió a su paso y declaró en un show televisivo que “El viaje de El Taiger a Cuba fue una operación de la Seguridad del Estado”. Y luego 6ix9ine regresó a Cuba y esta vez repartió dinero a los cubanos en un video que ya sobrepasa las 15 millones de visitas en YouTube. El rapero estadounidense no grabó el video porque quiso: nada ocurre en la Isla sin el permiso de la policía política.

De ahí lo desconcertante que es ver la segunda parte de un deshielo que, con toda claridad, a quien único beneficia es al secuestrador, entiéndase el régimen cubano.

6ix9ine hubiera sufrido el Decreto 349 de ser cubano, pero él no lo es. Como tampoco es el problema real. Él solo puede ser la primera pieza seleccionada para comenzar la segunda temporada de un baile que no termina de cuajar. Eso sí, el salón, los bailarines, la banda, los bufones… todo está listo en la corte; solo falta escoger a los invitados porque esta vez el régimen quiere que el dinero y el baile duren toda la noche, sin postergaciones, sin nadie que se les oponga, sin nadie que les agüe la fiesta.

 

Las opiniones expresadas en esta columna representan a su autor/a y no necesariamente a YucaByte.

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