Elier Padrón Romero

Elier Padrón Romero: preso político y manifestante del 12J en La Güinera

Ilustración: Julio Llópiz-Casal

-Mami, en cualquier momento vienen a recogerme.- le decía Elier a su madre.

-Pero ¿tú crees? Si no hiciste nada malo. ¿Y qué vas a hacer?- preguntaba ella.

-Nada. Al final, como tú dices, no hice nada malo.

Pero Elier Padrón Romero, alto, delgado, de 25 años, sabía que poco importaba su inocencia. A esas alturas, alguien debió haberlo identificado como uno de los que salió el 12 de julio de 2021 por las calles de La Güinera, en municipio capitalino Arroyo Naranjo, a exigir el fin de la dictadura. En verdad, solo estuvo unos instantes en la manifestación, mientras la multitud avanzaba y gritaba consignas. Para cuando comenzaron los disparos de la Policía, Elier ya descansaba en su casa.

Durante los siguientes días continuó con su invariable rutina, que consistía en ir de la casa al trabajo y regresar en la tarde junto a su madre, sus hermanas y su sobrina. Mientras, las noticias de las detenciones a varios de los participantes en la manifestación del 12 de julio circulaban casi a diario por La Güinera.

El sábado 21 de julio, a las 8 de la mañana, Elier dormía plácidamente en su cama cuando alguien tocó a la puerta. La mayor de sus hermanas fue quien atendió al visitante, quien se negó a identificarse. El sujeto, vestido de civil, se inclinó para ver al interior de la casa, y pudo ver que esta era tan pequeña que la habitación, donde dormían seis personas, daba a la entrada. Allí estaba Elier, todavía acostado.

-¡Oye, tú, levántate, que te vas!- gritó.

Elier obedeció en silencio, mientras su madre y su hermana preguntaban a dónde lo llevarían. Fuera de la casa, un total de 11 agentes de la Seguridad del Estado, algunos en motocicleta, esperaban para escoltar el traslado del joven.

***

Soy madre soltera y tengo 47 años. Vivo en una casita pequeña, junto a mis tres hijas (una de 13 años, otra de 16 y otra de 21) y, hasta el 21 de julio de 2021, Elier. Él es el mayor y mi único hijo varón. Quizás por eso, desde muy jovencito, decidió asumir la responsabilidad de protegernos y cuidarnos. Dejó los estudios pronto, con apenas un 9no grado de escolaridad, para trabajar. Hace dos años llegó una nueva integrante a la familia, mi nieta, hija de la mayor de mis muchachas. Sacar adelante a una familia pobre y numerosa siempre fue muy difícil, pero al menos he logrado que mis hijos sean todos buenos y respetados y queridos en el barrio.

Elier es un excelente hijo, y estoy más que orgullosa de él. Además, siempre fue muy sensible y detallista. Si algo pudiera decir sobre él, algo que lo hace único, es eso: sensible y detallista. De niño quería ser pintor. Le encantaba dibujar y se lo tomaba muy en serio.

Ahora recuerdo una anécdota, de cuando él tenía como siete años. En casa las cosas no iban muy bien. Tenía que mantenerlos a él y a su hermana, pero no había con qué. Éramos muy pobres y yo una mujer sola, cuidando de los dos. Entonces se acercaba el día del maestro y yo andaba como loca porque no tenía qué regalarle a su profesora. Él percibió ese estrés y se me acercó. “Mami, no te pongas triste, que yo ya tengo un regalo para mi maestra”, me dijo. Yo no le hice mucho caso y seguí buscando la manera de conseguir un regalo, aunque no teníamos ni para pagarnos cosas básicas nosotros mismos. Al día siguiente, Elier me enseñó su regalo. Era un dibujo precioso. Unas flores coloridas y muy bien pintadas. Era tan bonito que me pregunté de dónde había sacado ese talento. “Este es el regalo y se lo voy a dar con amor”, me dijo, muy seriecito él, que siempre fue un muchacho con carácter, pero sensible. Su maestra era buena y supo valorar ese gesto. Ese es Elier, mi hijo, un joven muy atento con las personas que quiere.  

Tiene madera de artista, y me duele mucho no haber podido llevarlo a San Alejandro, la academia de artes plásticas, y poder pagarle todo lo que necesitaba para estudiar pintura. De niño, sin embargo, siempre participaba en concursos de pintura en su escuela y ganaba el primer lugar. Antes de que lo metieran preso, estaba perfeccionando sus dibujos. Pasaba horas copiando fotografías, y estaba especialmente interesado en aprender a pintar casas y edificios.

De muy joven se convirtió en el sostén de la casa, y no hacía más que buscar trabajos que le sirvieran para ayudarnos. Tenía su novia, su trabajo y su familia. También algunos amigos, pero en verdad no fue nunca de reunirse mucho con la gente. En el barrio lo quieren porque es muy atento y protector. Recuerdo que una vez trajo a una muchacha que encontró en la calle, escapando de un hombre que la perseguía, y él mismo organizó a unos amigos para caerle atrás a aquel hombre. Los vecinos lo aprecian mucho porque es en extremo detallista. Cuando regresaba del trabajo, llegaba con un regalo, a veces un dulce, otras poemas y dibujos que yo guardo. La prisión no lo ha cambiado. Desde su celda me ha hecho cartas y dibujos, y también me regaló dos origamis con forma de flores.

***

Para mantener a su familia, Elier trabajaba de ayudante de albañil. También, junto a unos amigos, convertía botellas de cristal en vasos y, dada sus habilidades para el dibujo, decoraba pasteles con forma de dibujos animados.

El 12 de julio de 2021, Elier regresaba del trabajo cuando, en el camino, se topó con una multitud que avanzaba por la Calzada de la Güinera al grito de “¡Patria y Vida! ¡Queremos un cambio!” No tenía idea de qué se trataba aquello. Ni siquiera se había enterado de que, apenas el día anterior, miles de cubanos en todo el país tomaron las calles para exigir derechos humanos y libertades políticas. Tampoco conocía de la violenta represión a la que fueron sometidos esos manifestantes ni que los habitantes de su barrio se decidieron a no dejar morir las protestas.

Entusiasmado, se unió a los manifestantes. “Patria y Vida. Patria y Vida”, gritó con ellos, mientras grababa con su teléfono móvil cuanto acontecía. Más adelante, un grupo de oficiales del Ministerio del Interior se acordonó para impedir el paso a la marcha popular y comenzó a lanzar piedras contra los ciudadanos. La escalada de violencia aumentó y el joven entendió que era momento de regresar a donde su madre.

Para entonces, Noraidys Romero se encontraba en una esquina, observando las protestas. Salió de su casa cuando escuchó las consignas de los manifestantes y, al preguntarle a un vecino, este le dijo: “¿No te enteraste? Todo el mundo se tiró pa’la calle”. Desde un rincón, vio cómo los oficiales del Ministerio de Interior comenzaron a lanzar piedras contra los manifestantes, quienes respondieron de la misma forma. Poco antes de que comenzaran los disparos de la Policía, Noraidys regresó a casa.

***

En cuanto lo detuvieron, le pregunté a uno de los oficiales que para dónde lo llevaban. Me dijo que para la Unidad de la Policía del Capri. Fui un rato después, pero me dijeron que no podía verlo, que estaba incomunicado y que lo llevarían el día siguiente a la prisión de El Cotorro.

Para allá fui al otro día. Los oficiales me decían que no estaba ahí y yo les dije: “Cómo que no está aquí, si me dijeron ayer que lo traían para acá”. Esperé mucho tiempo, y como a las 4 de la tarde, un oficial apareció para informarme de que a la 1 de la tarde, en la Unidad del Capri, habían puesto en libertad a Elier. Llamé a la casa, a los conocidos, a mi hermano, a mi hija mayor, a la novia de Elier. Pregunté si lo habían visto y me dijeron que no. Entonces le ordené a la mayor de las hembras que fuera a la Unidad del Capri, y ella fue con su cuñada. A ambas les dijeron que mi hijo estaba en la prisión de El Cotorro. En fin, que estaban jugando conmigo, me mentían todo el tiempo.

Finalmente, se presentó ante mí un Mayor del Ministerio del Interior. Me pidió los datos de Elier y me prometió que averiguaría por él. Al rato regresó y me dijo que sí, que estaba ahí mismo, en la prisión de El Cotorro, junto a otros tres muchachos que también participaron en las manifestaciones. Dijo, además, que quizás todo el enredo era porque aún no los tenían registrados.

Mi hijo pasó cuatro días en ese lugar y lo que voy a contar ahora no solo lo sé por él, sino por otros muchachos que estuvieron ahí. Durante esos cuatro días, los guardias le pegaron con tonfas, cables torcidos y palos de guayaba. Le escupían y le decían que gritara “Patria o Muerte”, pero mi hijo no lo hizo y por eso le pegaron más y más duro. No me dejaron verlo en esos días, ni en los siguientes dos meses, que los pasó en la prisión de Valle Grande. Buscaron la excusa de que era por la Covid-19 pero, más tarde, Elier me explicó que en verdad lo hicieron para esperar a que desaparecieran las marcas y los moretones de los golpes. Me dijo que tenía, sobre todo, las piernas inflamadas y llenas de marcas, que por un tiempo le costaba pararse.

Nadie puede imaginar cuánto le duele a una madre que le golpeen así a su hijo. Nadie. Yo nunca le puse la mano encima, porque no creo que ese sea un método de enseñanza. Y ahora vienen esos, unos extraños, y me lo golpean y torturan.  

En Valle Grande no lo han golpeado así, tan salvajemente, pero lo maltratan y lo amenazan. Hasta le dijeron que lo iban a desaparecer, pero de verdad. La comida, además, dice que es fatal. Hace poco me contó que han reducido la comida de los presos. Les dan una cucharada y media de arroz, una de papa, un poco de picadillo pésimo, y cuando dan pollo son cuatro tiritas ripiadas. La atención médica es casi inexistente. ¡Ay, y es tán difícil soportar eso, incluso para nosotras! La vida está muy cara, no hay comida, no hay dinero, y conseguirle cosas se vuelve muy duro. A veces le llevo alguna que otra cosita con mucho trabajo y también gracias a gente que se ha solidarizado conmigo. Pero no siempre puedo. En unos días debo visitarlo y no tengo nada que llevarle.

El juicio fue del 14 al 16 de diciembre de 2021. La Fiscalía le pedía 18 años de cárcel por el delito de sedición. El día de la sentencia me puse muy mal. Lo condenaron a 15 años de prisión. Comencé a gritar, no pude controlarme, y él se me acercó y me dijo que me calmara. Entonces un oficial lo agarró por la parte de atrás del cuello y lo separó de mí. Él le gritó y, dicen, le lanzó un galletazo. No recuerdo que así fuera, pero eso le costó que lo aislaran una semana. Después trasladaron a mi hijo al Combinado del Este, donde está hoy.

El juicio estuvo lleno de contradicciones. En su contra solo tenían un video donde se le ve grabando la manifestación, nada más. Ah, y dos fotos, que fueron extraídas del mismo video. Nadie pudo demostrar que él lanzó una piedra ni agredió a nadie. Ni siquiera pudo subir nada de eso a redes sociales porque habían quitado el internet y el teléfono, para colmo, estaba medio roto y terminó por caerse unos días después y hacerse pedazos. Mi hijo le dijo al Instructor Penal que revisara sus redes sociales para que viese que no subió nada a internet, pero el Instructor le contestó que no hacía falta.

Ahora, en el Combinado del Este, lo tienen en una cosa que se llama “compañía de seis”. O sea, que está en un grupo con otros cinco presos aislados, que no tienen derecho a relacionarse con los demás. Cuando les dan derecho a una llamada telefónica, lo hacen ellos seis solos. También tienen un día exclusivo para las visitas, en que los ponen a cada uno en un salón, solo ellos, no como a los demás reos.  

Yo he denunciado la injusticia que se comete contra mi hijo, y no voy a cansarme de hacerlo. Por eso no he ido presa, pero me tienen vigilada. Hasta hace poco, trabajé en una guarapera. Todos los días iba el Jefe de Sector a preguntar por mí y también agentes del Departamento Técnico de Investigación (DTI). Aquí mismo, en mi casa, he amanecido con una patrulla enfrente y con policías vestidos de civil. Me están, como se dice, dando “seguimiento”.

***

El juez que sentenció a 15 años de prisión a Elier Padrón Romero fue Yojanier Sierra Infante, presidente del Tribunal Popular Provincial de La Habana y parte del grupo de magistrados que fueron entrenados en materia penal en Rusia, por un acuerdo entre el país eslavo y el régimen cubano.

En el juicio fueron condenadas otras 14 personas, todas acusadas de cometer el delito de sedición. Además, la Fiscalía pidió que se tuviera en cuenta, como agravante, el hecho de que los acusados se “aprovecharon de una circunstancia de calamidad pública” (Covid-19) para “manifestarse de modo intenso”.

El abogado defensor de Elier pidió que lo sancionaran por los delitos de desacato, desórdenes públicos y propagación de epidemia, no por sedición. Sin embargo, el tribunal denegó esta solicitud.

Entre las causas imputadas contra Elier, a decir de Sierra Infante, está el “alterar el orden socialista” y gritar consignas que “laceraban los sentimientos patrióticos” y que “exacerbaban las diferencias y el odio entre los cubanos”. Este juez, además, declaró que los acusados respondían a “modelos de actuación contrarrevolucionarios diseñados por los enemigos del sistema socialista”.

No obstante, el tribunal reconoció que Elier no se encontraba entre los manifestantes cuando estos se dirigían hacia la unidad policial de La Güinera. En la versión de los hechos aceptada por los jueces, los participantes en las protestas lanzaron piedras contra los policías, aunque la única lesión documentada fue una laceración en el tobillo de un oficial, herida que no requirió atención médica.

El juez Sierra Infante, sin embargo, no hizo alusión al hecho de que, en las protestas en La Güinera del 12 de julio de 2021, la Policía disparó armas de fuego contra manifestantes desarmados. Dichos disparos hirieron a cinco personas y terminaron con la vida del joven de 36 años, Diubis Laurencio Tejeda.

Como afirmó Noraidys Romero, las únicas pruebas en contra de su hijo partieron de un video que solo lo muestra con un teléfono móvil, con el que filmaba las protestas, y gritando “Patria y Vida”. El resto de las pruebas presentadas por la Fiscalía fueron testimonios de oficiales del Ministerio del Interior, a los que el tribunal consideró “los verdaderos protagonistas de los sucesos acaecidos”.

Elier fue condenado a 15 años de prisión. En la sentencia consta que la condena se basa solo en el hecho de que estuvo presente en la protesta y las filmó con su teléfono móvil. En el proceso investigativo, las autoridades penales reconocieron que el joven mantenía “buenas relaciones interpersonales en su lugar de residencia” y que no le constan antecedentes penales.

El juez expresó abiertamente que la rigurosidad de las condenas se justifica con “el derecho del proyecto revolucionario a existir, lo cual considera “un derecho fundamental” y una “cuestión sagrada”. También utilizó como excusa de estos procesos arbitrarios la “agresión sostenida, inhumana y perversa de la potencia más poderosa de la historia de la humanidad”, lo cual, consideró el magistrado, obliga a la Revolución a defenderse.

Finalmente, el juez afirmó que su sentencia respeta y se acepta lo dictado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, la realidad demuestra todo lo contrario.

En su Artículo 2, la Declaración Universal de los Derechos Humanos advierte que todos los individuos poseen derecho y libertades que no dependen de “la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa”. Esto contradice lo expresado por Sierra Infante, cuando afirmó que “el derecho del proyecto revolucionario a existir” era suficiente para justificar la severidad de las condenas.

En el Artículo 2, la ONU establece: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Atendiendo a los testimonios de Noraidys Romero y del propio Elier, esto fue violado durante la estancia del acusado en la prisión de Valle Grande.

Los Artículos 9 y 10 de la Declaración expresan que “nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado” y que “toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal”. Ambos artículos, al menos en el caso de Elier Romero, fueron incumplidos.

La sentencia y el proceso jurídico en general que se estableció contra Elier Padrón Romero también incumple con el Artículo 19 de la Declaración, el cual exige que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión”, derecho que incluye el “no ser molestado a causa de sus opiniones”.

El día en que Elier salió a la calle a exigir de manera pacífica libertades políticas y derechos humanos, defendió, sin saberlo, el Artículo 28 de la Declaración. “Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos”, reza dicho Artículo, algo que no tuvo en cuenta el magistrado Sierra Infante.

***

Enero de 2022. Noraidys Romero recibe una llamada telefónica. Se trata de su hijo, Elier:

(…) Me echaron 15 años. Pero yo estoy tranquilo ¿entiendes? Ya veremos que pasa de aquí a unos días, a unos meses, a unos años, no sé. Lo que sea, yo voy a seguir aguantando aquí. A dónde me manden o qué me hagan, no importa, yo voy a seguir siendo yo. A fin de cuentas, de qué vale tener miedo aquí. Aquí yo no puedo tenerle miedo a nadie ni a nada. Aquí todos saben que no hay justicia de ningún tipo. Eso es lo único que quiero decirte. Y tranquila. Sigan apoyándome, que yo no voy a defraudar a ninguno.

Contralmirante de un bote solitario que teme a los aviones, periodista accidentado, fumador de cuanto combustione, bebedor de mercurio, enamorado de los mitos y de todo aquello que termine en un “Basado en hechos reales”.
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