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Sociedad civil y un boicot a empresas que negocian el régimen cubano

Ilustración: Julio Llópiz-Casal.

I

El 17 de diciembre de 2021, en un salón del Hotel Nacional de Cuba, el primer ministro Manuel Marrero Cruz parecía, cuando menos, molesto. A su alrededor, como parte de la IV Cumbre Iberoamericana de Turismo Accesible, se entregaron reconocimientos, se firmaron acuerdos y se intercambiaron sonrisas y agasajos. El turismo cubano, al frente del cual estuvo el propio Marrero durante más de una década, intentaba tomar nuevos aires luego de dos años de limitaciones a causa de la pandemia de la Covid-19.

Al tomar la palabra, en el pleno de un evento dedicado a la inclusión de personas con discapacidad en el sector turístico, Manuel Marrero reveló la causa de su incomodidad.  Según él, desde “afuera”, unas “minorías” atacaban al turismo cubano, desacreditando la calidad de los hoteles de la Isla. Marrero pidió entonces a TripAdvisor, empresa estadounidense promotora del turismo a nivel internacional, que tomara cartas en el asunto.  Para entonces, el SO/Paseo del Prado, uno de los hoteles más lujosos y modernos del país, había bajado su calificación en Google de 4.8 puntos a 2.6, gracias a un sinfín de comentarios que pedían no alojarse en él. A los pocos días, la puntuación descendió a 1.7.

El 21 de diciembre, el espacio televisivo oficialista Con Filo, retomó la denuncia del primer ministro. El programa arremetió contra lo que calificó “un boicot” a la economía cubana. Finalmente, Michel Torres Corona, uno de los presentadores, reconoció que este había sido “un pequeño y breve triunfo del enemigo”. Algo de razón tuvo. Para ese momento, Google y TripAdvisor habían suspendido temporalmente la publicación de reviews referentes a los hoteles cubanos. Además, usuarios desconocidos se esforzaban por denunciar ante dichas plataformas cualquier comentario negativo sobre la industria hotelera de la Isla, argumentando que estas eran falsas.

II

El 11 de julio, tras ver en Facebook reportes de marchas masivas en varias localidades de la Isla, Roberto Pérez Fonseca salió a la calle. En San José de las Lajas, Mayabeque, una multitud se había sumado a las manifestaciones, exigiendo alimentos, medicinas y libertad. Entusiasmado, Roberto caminó junto a la masa. Justo a esa hora, el presidente Miguel Díaz-Canel ordenaba frenar las protestas a fuerzas policiales, militares y a simpatizantes del régimen. La represión violenta se extendió entonces por todo el país.

Roberto, de 38, quedó atrapado en el caos, rodeado de manifestantes pacíficos que huían de los disparos y las palizas de los policías. En un arranque de furia, y poco antes de huir, destrozó con sus manos un cuadro que mostraba el rostro de Fidel Castro. Cinco días después lo arrestaron en su casa. Uno de los represores políticos más conocidos del municipio le había identificado. Roberto fue golpeado en prisión. En el juicio, celebrado el 28 de septiembre, un tribunal lo condenó a 10 años de prisión por los supuestos delitos de atentado, desacato, instigación a delinquir y desorden público. En noviembre le castigaron con un mes sin derecho a llamada y lo encerraron en una celda de castigo. Su madre, al preguntar por él, recibió como respuesta de la Policía: “Le va a salir caro haber roto la foto de Fidel”.

Muchos kilómetros al norte, en Vancouver, Canadá, Alberto Fonseca se desesperaba cada vez más por la situación de su hermano. Excepto por la ayuda material y espiritual que podía brindarle, se sentía de manos atadas.

Alberto vive desde 2015 en esta fría ciudad, donde estudió diseño gráfico y de moda. Después comenzó a trabajar de operador en una fábrica y, más recientemente, inició un proyecto de emprendimiento relacionado con sus estudios. Nunca fue muy activo en redes sociales y, al menos hasta diciembre de 2021, apenas tenía seguidores en su cuenta de Twitter. Al saber de los castigos a los que era sometido Roberto, como “de la noche a la mañana”, su vida cambió.

-Llevaba muchos meses sufriendo por lo que le hacen a mi hermano, así que pensé en hacer algo que le doliera al régimen. Investigué mucho. Me informé de sus negocios fuera de Cuba, de las empresas extranjeras que hacen de cómplices del Gobierno. Desde entonces, mi estrategia es “darle” en los bolsillos a la dictadura cubana.- cuenta Alberto.

Su cruzada personal comenzó en redes sociales, mediante tuits que denunciaban cómo Sherrit, una empresa canadiense de extracción y refinación de recursos mineros, mantenía vínculos financieros con el régimen cubano. De una decena de seguidores en Twitter, rápidamente, alcanzó más de 1.100. Sherrit, como otras empresas que denunciaba y etiquetaba en sus publicaciones, no tardaron en bloquearlo.

Alberto estaba todavía muy lejos de rendirse. Su siguiente objetivo fueron los productos de exportación comercializados por empresas militares del régimen, específicamente las que integran el conglomerado monopólico de la economía cubana: el Grupo de Administración Empresarial S.A (GAESA). Junto a varios amigos, consiguió que retirasen el café Cubita de las tiendas de Vancouver, al ser esta una mercancía comercializada por CIMEX. Sin embargo, su victoria duró poco tiempo. El manager de la cadena de establecimientos London Drugs informó poco después que Cubita volvería a ser vendido una vez le retirasen las etiquetas de CIMEX, quien ya no es propietaria de dicho producto.

Para ese entonces, Alberto Fonseca había creado un grupo llamado Los Mambises, cuyos integrantes son, al menos en su núcleo, 11 exiliados. Los Mambises, en realidad, funciona como un movimiento no centralizado, que aspira a extenderse hacia todo lugar donde habite un cubano. Su proyecto va de pensar estrategias efectivas que denuncien o frenen de manera pacífica los negocios que le sirven al régimen para financiarse. Hasta el momento, su línea de trabajo es una: el boicot.

-La comunidad cubana tiene un gran poder. Si cada cubano, dentro y fuera del país, protesta por las alianzas de la dictadura con empresas extranjeras, estaremos haciendo algo grande. Esta lucha no puede estancarse en que si unos cubanos son de derecha o de izquierda. No. Necesitamos estrategias, ejercer ese poder que tenemos al menos los de afuera, que es el poder del cliente. Debemos ejercer ese poder y también usar las redes sociales para hacer trending nuestra causa, porque al régimen solo le importa su imagen y su dinero.-dice Alberto.

El siguiente paso de Los Mambises fue el boicot a los principales complejos hoteleros del país. Mediante la publicación de malas críticas en Google y TripAdvisor, varios de sus miembros principales, así como otros cubanos del exilio, lograron momentáneamente bajar el puntaje de calidad de estos establecimientos. Para el próximo 28 de enero, el grupo convocó a una acción generalizada de boicot sobre las cadenas hoteleras que mantienen vínculos con las empresas militares cubanas, especialmente Sol Meliá. Su convocatoria va dirigida a todos los cubanos exiliados, activistas e influencers.

-Yo empecé a pedir la libertad de mi hermano, pero ahora esto es por la de todos los presos políticos. En estos últimos tiempos he conversado con familiares de varios presos del régimen que sienten el dolor que yo siento. Nuestra causa es una causa que nos toca a todos.- confiesa.

III

Meliá Varadero:

“Los hoteles Meliá ayudan a la dictadura con su dinero y apoyo. No seas cómplice d esa represión al pueblo cubano” (Omar Arce)

“Mientras yo, como turista, puedo disfrutar de diferentes comidas, la dictadura de Cuba le hace pasar hambre al pueblo cubano y no le permite ningún tipo de libertad.” (Luis Joel Vigo)

“Cuba es una dictadura con más de 600 presos políticos. No travel to Cuba.” (Mercedes Cuza)

 

Meliá Cohíba:

“No deben viajar a Cuba hasta que sea libre. La recaudación de divisa por parte de la dictadura se utiliza para reprimir al pueblo, mientras los mata de hambre y de insalubridad.” (José Ibarra)

“Meliá es cómplice de la dictadura cubana. Meliá paga al gobierno cubano un salario por sus trabajadores, y el gobierno les paga a estos una limosna de no más de 25€ al mes como retribución. Si usted reserva en cualquier hotel de Cuba, su dinero financia a un estado opresor.” (Patria Vida)

 

Hotel Nacional de Cuba:

“El dinero que usted gasta aquí será utilizado para reprimir y encarcelar a opositores políticos. Solo investigue, lea y sea algo solidario con los que quieren ser libres. Basta con revisar los comentarios, que parecen películas de terror.” (Ariel S)

“No le recomiendo este hotel a nadie y mucho menos venir a Cuba. Salí a caminar con mi esposo y la inseguridad de caminar por las calles fue aterradora: edificios caídos, mucha basura, moscas. En fin, fueron unas vacaciones muy deprimentes. Y algo muy alarmante: hay mucho despliegue policial en las calles y agreden a los jóvenes cubanos.” (Ramona López)

IV

El pasado 27 de noviembre, el Movimiento Cristiano de Liberación (MCL) lanzó la “Campaña por la solidaridad con la libertad de los cubanos”, explicada en un documento que, además, propone “once acciones concretas de aislamiento al régimen” cubano. En el punto 6 de dicho texto puede leerse:

“[Proponemos que] Se realice boicot a los servicios y productos exportados desde Cuba, directamente por empresas del régimen o a través de compañías extranjeras asociadas a la tiranía”.

Curiosamente, casi a la par de Alberto Fonseca, esta organización de activismo y oposición política planteó la misma iniciativa. Sin embargo, según Michel Céspedes, representante del MCL en Costa Rica, el boicot al que incita la campaña pretende abarcar más que hoteles y productos de exportación cubano.

-Realmente hacemos un llamado a la comunidad internacional a boicotear también las agencias de viajes, los eventos culturales y deportivos y los servicios médicos, de los que sabemos que no son más que la fachada de un sistema de esclavitud moderna. El objetivo debe ser aislar política, económica y culturalmente al régimen, que el mundo democrático le cierre sus puertas.- declara Céspedes.

El MCL ha enviado su propuesta de campaña a figuras importantes como Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, y a organismos del Sistema Interamericano y la Unión Europea. A esta última, por ejemplo, le ha pedido retomar la llamada “posición común”, que durante algunos años encabezó el ex presidente español José María Aznar.

Según Céspedes, la iniciativa de un boicot contra un régimen opresivo, que involucre a actores de peso en la política internacional, no es algo novedoso. De hecho, asegura que este proyecto está inspirado en el llamado “boicot a Sudáfrica”.

A partir de la década de 1960, la comunidad internacional condenó el régimen de apartheid de Sudáfrica, tomando acciones concretas como la expulsión de este país del Commonwealth y la creación de un comité al interior de las Naciones Unidas contra el odio racial. El rechazo fue en aumento, y provocó que se ejecutara un boicot a nivel mundial contra Sudáfrica en los ámbitos político, económico, comercial y deportivo, prohibiendo su participación en eventos internacionales. La iniciativa fue promovida y respaldada por activistas anti apartheid de la talla de Winnie Mandela. Para mediados de los 80, más de 200 compañías estadounidenses se habían retirado de territorio sudafricano, incluyendo bancos. Aquellas que intentaron burlar el boicot fueron duramente cuestionadas por varios gobiernos e instituciones civiles de potencias como Estados Unidos y Gran Bretaña. El documento que identificaba las responsabilidades de las empresas en el contexto del apartheid es reconocido como “Principios Sullivan”.

Por su parte, John Suárez, director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre (CCL), considera que, además de acciones de boicot al régimen cubano, la comunidad internacional debiera adoptar y hacer valer los “Principios Arcos”, inspirados en los Principios Sullivan.

-Los Principios Sullivan están muy enfocados en la cuestión racial, específicamente en la Sudáfrica de los 80. En el contexto cubano es más propicio exigir el cumplimiento de los Principios Arcos, que enumeran las responsabilidades de las empresas extranjeras que invierten en Cuba.- advierte Suárez.

Los Principios Arcos fueron enunciados en 1994 por varias organizaciones de defensa de los derechos humanos en Cuba. Fue bautizado así en reconocimiento al activista Gustavo Arcos y está dirigido a la comunidad internacional y a los inversionistas con presencia en Cuba.  Este documento exige a las empresas extranjeras, entre otras cosas:

-Establecer un sistema de contratación directa con sus trabajadores cubanos, evitando la intervención de entidades militares intermediarias.

-No aceptar el uso de registros escolares y laborales de conducta política y social en el proceso de contratación de trabajadores.

-Establecer normas laborales justas, que incluyan jornadas de trabajo razonables.

-No aceptar el “trabajo voluntario” sin remuneración.

-Exigir el derecho de los trabajadores a formar sindicatos independientes del Gobierno.

-Tomar medidas para mejorar la seguridad laboral y la protección al medio ambiente.

-No permitir políticas discriminatorias de ningún tipo sobre los trabajadores.

Para John Suárez, boicotear a aquellas empresas que no cumplan los Principios Arcos podría ser un método efectivo de presión sobre el régimen cubano.

-Sin embargo, las iniciativas necesitan de una estrategia y de persistencia. El boicot puede ser efectivo, pero eso es algo que el tiempo dirá. De momento, creo que podría funcionar también para fines educativos, para mostrar la realidad de Cuba no solo al mundo, sino también a muchos cubanos que todavía siguen presos del adoctrinamiento.- comenta Suárez.

Algo similar opina el intelectual, ex diplomático y activista cubano Juan Antonio Blanco:

-Esta iniciativa debe ser también educativa. Debe hacer saber a cubanos y extranjeros de dónde sale el dinero que financia la represión al pueblo. La idea del boicot puede demostrar que en Cuba no hay comunismo, porque ya no existen libertades civiles ni los servicios públicos y la atención social que se supone brindan los comunistas a cambio de limitar tus libertades individuales. Cuba es ahora, simplemente, un pueblo gobernado por una mafia en el poder.

Para Juan Antonio Blanco, resulta imprescindible divulgar que es GAESA quien mueve “los hilos del poder” en la Isla, incluso, sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). GAESA, agrega, no son militares que controlan la economía, sino una empresa privada dirigida por una élite de civiles y, sobre todo, militares.

-Sería interesante que el boicot se enfocara no solo en cuestiones políticas, sino en asuntos que interesen al consumidor. A un turista, quizás, no le importan los derechos humanos en Cuba, pero sí le interesa el mal estado de las carreteras, las estafas de las que puede ser víctima, los malos servicios en los hoteles, la inseguridad jurídica. Es decir, cosas que van más allá de lo ideológico.- opina Blanco.

V

Alejandro Galiano tiene 32 años, y desde los ocho vive en Estados Unidos. Aun así, dice, se siente cubano como el que más, además de muy orgulloso de no haber perdido ciertos rasgos del hablar propio de su país natal. Durante las últimas semanas, este joven se ha vuelto muy activo en Twitter, donde lucha por posicionar el hashtag #BOYCOTTCUBANGOODS.

El objetivo de su labor en redes sociales es contribuir a la iniciativa del boicot a productos cubanos de exportación, sobre todo aquellos comercializados por empresas militares de la Isla o empresas extranjeras asociadas al régimen.

-Las ganancias que obtiene la dictadura con estos negocios no inciden en una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores cubanos, ni siquiera de aquellos que producen la mercancía que se exporta.- dice Galiano.  

Este joven, quien pertenece al grupo Los Mambises, considera que la iniciativa del boicot “aún está en su infancia”. Tras las restricciones temporales impuestas por Google y TripAdvisor a los reviews, los activistas entendieron que debían evitar algunos errores, como no adaptar sus críticas a las dinámicas y normas de estas plataformas. También consideran necesario crear una suerte de sitio web que facilite links directos a las plataformas donde ejecutar el boicot, específicamente a las páginas que anuncian hoteles cubanos.

Alejandro Galiano considera, además, que la campaña necesita más visibilidad, por lo cual ha convocado desde las redes sociales a artistas e influencers a hacerse eco del boicot. En un futuro, piensa, artistas de diferentes manifestaciones podrían, con sus creaciones, apoyar la iniciativa.

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