Pedro

Pedro Lago: multado por el Decreto Ley 370 mientras estaba en prisión

Ilustración: Julio Llópiz-Casal.

Cuando Pedro Lago Segura, de 35 años, vio en redes sociales que una plataforma llamada Archipiélago convocaba a una Marcha Cívica por el Cambio, sintió la necesidad de abrazar otra vez al activismo como parte importante de su vida. Seis años antes había pertenecido a la organización Somos + y eso le causó algún que otro problema con la Seguridad del Estado. Lo mejor, pensó en aquel entonces, era dedicarse solo a su hijo pequeño y a su labor de informático en una pequeña empresa estatal ubicada en Jobabo, Las Tunas, donde él vive.

Una vez fue convocada la marcha, Pedro lanzó una convocatoria a participar de manera pacífica en sus redes sociales, específicamente en un grupo de Facebook integrado por habitantes de Jobabo. También compartió las distintas indicaciones dadas por Archipiélago sobre cómo comportarse en la protesta del 15N. La idea de que buena parte del pueblo se sumara a la convocatoria le seducía. Estaba de vuelta como activista político y eso le emocionaba.

Pedro Lago Segura

Poco después de realizar estas publicaciones, específicamente el 11 de noviembre, el secretario del núcleo del Partido Comunista de Cuba (PCC) de su centro laboral le citó a una reunión. En la cita, curiosamente, no le expulsaron del trabajo. Tan solo le dieron a firmar un documento en el que se comprometía a no involucrar a la empresa en sus “problemas políticos”, a lo cual accedió.

La marcha sería en apenas cuatro días y Pedro no había recibido la hostilidad que imaginaba por parte de la Seguridad del Estado. Todo marchaba bien. El 15N, sin duda, saldría a marchar.

El arresto

Pedro había pensado dormir la mañana del sábado 13 de noviembre, descansar un poco y no preocuparse por nada. Sin embargo, a las 7:30 am recibió una llamada de su jefe, que le ordenaba ir a la empresa para que le ayudara a “hacer un modelo y llenar unas tablas”. La petición resultaba algo extraña, pues aquel sábado era no laborable y, por demás, era desconsiderada una llamada a esas horas de la mañana. No obstante, accedió. Si hasta el momento no le habían expulsado era porque siempre cumplía con sus obligaciones y procuraba ser un trabajador ejemplar.

Intuyó que pasaría poco tiempo en el trabajo y que quizás podría aprovechar la salida para hacer algunas compras de alimentos para la casa. Agarró una mochila, un poco de dinero y su móvil. Luego le pidió a su hijo, de 10 años, que le acompañara. Después de la compra lo llevaría a una barbería, pues necesitaba urgentemente un corte de cabello.

Solo habían caminado dos calles cuando su hijo le hizo notar que dos policías uniformados estaban en su camino, cerca de ellos. Los oficiales rápidamente se dirigieron hacia él y le pidieron el carné.

-Necesitamos que nos acompañe a la unidad.¿Usted tiene su teléfono encima? Démelo.- dijo uno de ellos.

Sin más remedio, Pedro aceptó. De pronto, un auto pequeño y moderno se detuvo frente a ellos. Lo manejaba un hombre vestido de militar. Los policías indicaron que aquel era el vehículo donde le llevarían a la estación.

-¿Pero y mi niño?-preguntó Pedro.

-Móntelo también.

Apretujados en el auto, pararon frente a su casa. Allí dejaron a su hijo. Pedro hizo por dejarle la mochila, pero uno de los policías lo detuvo.

-La mochila se queda con nosotros, que es tuya.

El auto arrancó y a toda velocidad agarró la carretera rumbo al municipio cabecera de Las Tunas. Le habían mentido. No iban rumbo a la unidad municipal, sino al centro de Instrucción Penal de la provincia.

-Si se pregunta por qué está aquí, sepa que usted está siendo procesado por un delito contra la Seguridad del Estado.- le dijo un oficial uniformado del Ministerio del Interior (MININT), que se identificó como el jefe de aquel lugar.

Pedro estaba en una oficina, sentado, sin su móvil ni su mochila.

-¿Pero cuál es ese delito en específico?- preguntó calmado.

-Lo que publica en redes sociales en contra del sistema. Por eso y por hacerlo con el internet del trabajo.

Pedro explicó que aquello era imposible. Sus publicaciones, es cierto, criticaban al gobierno cubano, muchas veces directamente al presidente Miguel Díaz-Canel, a quien responsabilizaba de la miseria que se extiende por el país, pero nunca lo había hecho con el internet del trabajo. De hecho, las computadoras de la empresa no tienen acceso a internet, sino con un servicio de navegación nacional, por demás, muy lento.

Luego llegó Marco, o así dijo que se llamaba aquel otro oficial que se presentó en la oficina. Llevaba el móvil de Pedro y lo puso sobre la mesa. Después comenzó a escribir en un papel. El interrogatorio fue sencillo. Marco le preguntó si sabía que él había firmado una carta de advertencia días antes. Pedro dijo que sí, y recordó aquella vez en que lo llevaron a la unidad municipal para hacerle firmar una carta, donde solo habían escrito que él “manifestaba criterios en contra de la Revolución”.

-Esa carta la escribieron ustedes, así que estarán mejor informados que yo sobre ella.- contestó.

-Bueno, pero ahora necesito que firmes este otro documento.- dijo Marco y le extendió un papel y un bolígrafo.

-Yo no voy a firmar nada de eso porque es injusto. Yo estoy aquí injustamente y no pienso firmar ningún papel.

Al oficial no pareció gustarle la respuesta, pero no perdió los estribos.

-Este documento es para la incautación de tu móvil. Voy a necesitar que firmes y que desbloquees tu teléfono. No pienses que es para nada raro. Es solo un procedimiento, para saber cuánto saldo tiene y cuántos megas. Así, cuando te lo devolvamos, todo estará en orden.

Pedro no le creyó. De hecho, siempre ha sido una persona desconfiada y muy celosa con la seguridad de su teléfono, al punto de ponerle clave de acceso a casi todas las aplicaciones. Después de negarse varias veces, accedió. Una vez tuvo el teléfono en sus manos lo apagó y lo volvió a poner sobre la mesa. Ahora necesitarían una clave más para poder hurgar en sus cosas. Marco estaba furioso y se rascaba con fuerza la cabeza, como reprimiendo su ira.

-Si quiere saber el saldo y los megas, yo se lo digo, que por eso es mi teléfono. Usted no tiene por qué registrarlo.

El oficial llamó a otro compañero suyo, quizás un superior, y le contó de la burla de Pedro, quien permanecía inmutable.

-¡Dime el pin!

-No me lo sé.- mintió el detenido.

Finalmente, Marco le extrajo la batería y se llevó el equipo de la oficina. Después entraron oficiales de la Seguridad del Estado y le entregaron un bulto de tela. Era un uniforme de reo.

-Cámbiate y danos tu ropa.- ordenaron.

El calabozo

El oficial de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) que atendía el lúgubre calabozo del centro de Instrucción Penal parecía “un hombre de ley”, de los que se apegan a la burocracia exigida en su terreno. Por eso protestó cuando los agentes de la Seguridad del Estado condujeron a Pedro a una celda.

-Esto no puede ser. Él tiene que venir con una orden de detención.- protestó.

-Estamos trabajando en eso. Por ahora mételo ahí.- respondieron antes de marcharse.

Ese día no almorzó, y tuvo que esperar a la noche para saciar en algo su hambre. El 14 de noviembre lo pasó sin sobresalto, hasta que en la noche le sacaron del calabozo y lo condujeron a una oficina.

-No es un interrogatorio. Es una conversación.- le dijo el oficial del MININT que tenía enfrente.

Aquel sujeto le pregunto por qué se expresaba en contra del gobierno en Facebook. Pedro le respondió que bastaba ver la miseria en las calles para saberlo, o lo injusto de que el pueblo se vea obligado a comprar productos de primera necesidad a sobreprecio en una moneda que no es la que recibe por salario.

El oficial intentó ser empático, o lo simuló.

-Hay problemas, por supuesto, pero los dirigentes de este país se sacrifican mucho y trabajan noche y día por el pueblo.- dijo, y le mostró la suela de uno de sus zapatos, que estaba  casi despegada- ¿Ves? Todo el mundo está pasando trabajo en este país.

Aquel sujeto le informó que la Fiscalía había pedido prisión preventiva como sanción, en lo que buscaba procesar a Pedro por desobediencia. Le pidió firmar un papel, y el detenido, nuevamente, se negó.

-¿Sabes? Me he llevado muy buena impresión de ti.- le dijo a Pedro antes de que un sujeto uniformado lo llevara de vuelta al calabozo.

La multa

Durante los siguientes días le sacaron de la celda para ser interrogado en tres ocasiones más. En una de ellas, Pedro pudo ver cómo un oficial hojeaba un expediente con publicaciones suyas en Facebook impresas.

Casi por cada interrogatorio le cambiaron de celda. La última de ellas la compartió con un hombre supuestamente detenido por sacrificio de ganado. Fue un momento incómodo para Pedro, pues su compañero no paró de darle “consejos” en todo un día.

-Deja de hablar mal del gobierno, que te vas a buscar problemas y no vas a resolver nada.- le decía.

Para la tarde del 16 de noviembre, Pedro pensó que estaba condenado, y que quizás en poco tiempo lo llevarían a un centro penitenciario, quizás con juicio incluido. Pero cambió de criterio cuando, una vez más, lo llevaron a una oficina. Allí esperaban dos funcionarios, vestidos con el clásico uniforme que identifica a los trabajadores del monopolio de las telecomunicaciones en Cuba (ETECSA). Ambos se presentaron como inspectores del Ministerio de Comunicaciones.

Multa

Comprobante de multa de 3000 pesos. Tomado de Inventario.

El objetivo de la cita, dijeron, era aplicarle una multa de 3.000 CUP por violar el Decreto Ley 370 al “usar las tecnologías de la información y las comunicaciones para expresarse contra el sistema social y político cubano”. Aunque le molestó tener que pagar una multa, Pedro lo aceptó con cierto alivio. Es muy extraño que le apliquen una multa así a un preso, por tanto, era probable le liberaran pronto.

Pedro Lago Segura

La “liberación”

Lo sacaron de los calabozos el día 17, devolviéndole la mochila y la ropa con la que fue detenido. Su esposa fue a recogerle en la unidad.

-Vea, no le hemos dado golpes ni lo hemos maltratado.- le dijo un agente de la Seguridad del Estado, ataviado con cadenas doradas, ropa elegante y un reloj reluciente. Detrás, un policía filmaba la escena.

Al salir del centro de Instrucción Provincial, Pedro preguntó cuál era, al fin, su situación legal.

-Puedes terminar en un juicio, o no. Depende de la investigación que hagamos de tu caso.- le dijo una oficial de la Seguridad del Estado.

Hasta el día 3 de diciembre, Pedro tuvo prohibido salir de la provincia y la obligación de asistir una vez a la semana, primero al Instrucción Provincial y luego a la unidad municipal de Jobabo. Un mes después de ser detenido, le notificaron que se encontraba en libertad y no había cargos en su contra. También le entregaron el teléfono móvil sin batería y sin su patrón de entrada al sistema operativo, lo que le hace sospechar que fue formateado o registrado. Por suerte, dice, no lo expulsaron de su centro laboral. Las represalias en la empresa, al menos hasta ahora, se limitan a un trato frío y distante de parte de sus jefes y compañeros. Su esposa también sufre de estos tratos en su trabajo desde que Pedro fuera encarcelado.

La Marcha Cívica por el Cambio no sucedió, o no como la plataforma Archipiélago pensaba. Como Pedro, otros activistas fueron detenidos durante los días previos al 15N, y otros impedidos salir de su casa el día de la convocatoria. Sin embargo, dice no importarle. Cuba no es la misma que en 2015, motivo suficiente para no abandonar otra vez el activismo político.

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