La parametración del doctor Pupo comenzó en redes sociales

Ilustración: Rafael Alejandro García

Lo que sigue, más o menos así, es un fragmento de la conversación que sostuvo Alexander Pupo con uno de sus censores:

Es injusto que se me aleje de mi profesión únicamente por lo que escribo en mis redes personales ―dice Pupo.

El problema no es decir lo que uno cree, sino decirlo en el momento y lugar incorrecto ―responde Darién, como un autómata; sin mirarlo de frente, sin pestañear siquiera.

—Los cubanos suelen callar mucho y así la sociedad no avanza. Si hay algo mal debemos denunciarlo a ver si mejora.

 —Una persona puede expresarse como quiera en Cuba dice la Constitución, pero depende de qué persona sea. Cuando se trata de un médico es distinto porque en el imaginario social un médico no puede decir esas cosas. Quizá no has violado la ética en cuanto al trato hacia tus pacientes, pero tu rol como miembro de una sociedad sí puede ser cuestionado por lo que escribes en Facebook.

¿Cuestionado por decir la verdad? ¿Ser sincero es un delito en Cuba?

En la tarde del jueves 24 de septiembre, el doctor Alexander Raúl Pupo llegó al Hospital Docente Dr. Ernesto Guevara de la Serna, en Las Tunas, para entrevistarse con el comité de ética encargado de evaluar su “caso”. Lo llevaron al salón de reuniones del centro, un espacio climatizado con una mesa grande y algunos cuadros de Fidel Castro vestido de militar. Hay capacidad allí para 20 personas, pero ese día solo estaban cuatro: dos mujeres, un hombre y Alexander.

Darién, psicólogo del departamento forense, y otras dos mujeres ―Alexander no recuerda sus nombres― se presentaron como miembros del comité que debía analizarlo. Aunque la mayor parte del tiempo solo dialogó él, una de las mujeres se limitaba a puntualizar con severidad algunas preguntas:

“¿A qué organizaciones políticas perteneces? ¿Estás en contra del sistema?”  ―indagaba, mientras escribía las respuestas en una hoja blanca. 

La otra mujer nunca habló, salvo para despedirse. 

Esa entrevista comenzó con un cuestionamiento de sus publicaciones en redes sociales: la denuncia de una calle en mal estado, apertura de tiendas en MLC (USD y otras monedas extranjeras), donde el acceso para una gran parte de la sociedad cubana es prohibitivo, y la escasez de medicamentos en las farmacias. 

Las publicaciones en cuestión no iban más allá, pero rozaban la crítica y los directivos del hospital no permitirían eso. El comité de ética lo interrogó durante poco más de una hora sobre sus intenciones en el momento de hacer las denuncias y sobre su percepción del sistema político y de salud.

Alexander fue honesto en cada respuesta. Defendió su libertad de hacer y decir fuera del hospital y pidió que se evaluara su desempeño dentro de la institución, no las ideas políticas que no iba a cambiar, ni acallar.

“Si Cuba es comunista yo soy anticomunista. Yo no puedo pensar como país si no pienso antes como individuo. Necesitamos cambiar y buscar algún progreso. Tuvimos 61 años para probar y vimos que no funciona, pero seguimos enfrascados” ―dijo en la reunión, ante sus evaluadores políticos.

Darién, con tono afable, le explicaba una y otra vez que un médico no podía hacer esas críticas en las redes sociales.

En el encuentro no fue cuestionado su trabajo en el hospital o su relación con profesores y pacientes. Sin embargo, ser un buen profesional no parecía suficiente si su pensamiento no se alineaba con el admitido por el Gobierno cubano.

Unas horas antes de reunirse con el comité de ética, Pupo fue expulsado de la beca de la residencia bajo el pretexto de que hubo un error administrativo en su admisión. Un error que, casualmente, se descubrió casi un año después y justo cuando comenzaron a cuestionarlo por sus críticas en redes. 

Alexander vive en Holguín, a casi 80 kilómetros de su centro de estudio, y a pesar de estar en medio de una crisis sanitaria donde la movilidad de una provincia a otra es difícil, lo subieron escoltado por un guardia a su cuarto y le dieron una hora para recoger sus cosas e irse.

¿Quién es el doctor Alexander Pupo y por qué está desempleado hoy?

El doctor Pupo hoy podría ser ingeniero mecánico, pero le gustaba la medicina, así que abandonó los números y se preparó todo un año para los exámenes. Finalmente alcanzó una de las dos plazas disponibles por concurso y con 22 años entró a la Universidad de Ciencias Médicas de Holguín Mariana Grajales Coello.

Como no tenía apoyo económico de su familia, tuvo que trabajar durante este tiempo para solventar sus gastos y pagar los materiales del cuartico donde ahora vive. De día y entre semana era un estudiante de bata blanca; al salir de la escuela, sus fines de semana y vacaciones, vendía pan a domicilio, trabajaba como ayudante de mecánico, cobraba pasaje en camiones y fue ayudante en una pastelería. A la par llevaba sus clases, ayudantías y participaba en los festivales de la universidad.

Diploma por participación en festival.

“Yo me sacrifiqué mucho para ser médico y ahora es muy doloroso que pierda mi sueño por discriminación política”. Cuando terminó la universidad, por su desempeño estudiantil le fue otorgada la especialidad en Neurocirugía de forma directa. Por decisión personal se trasladó a Las Tunas y comenzó su residencia.

Un año después, su trabajo y formación en Neurocirugía se puso en riesgo. Pupo, el pasado 7 de septiembre, aceptó en Facebook la solicitud de amistad de la doctora Lisette Ponce de León, jefa de servicio de la especialidad. Esa misma noche, Ponce lo etiquetó en una publicación donde juzgaba el contenido que él compartía y cuestionaba si eso era lo esperado de un futuro neurocirujano formado por la Revolución.

Al día siguiente, en el hospital, él la busca para conversar. Le explica que sus ideas políticas no afectan su desempeño como médico y que él ni siquiera menciona esos temas en el trabajo. Le propone bloquearla, para que ella no vea sus publicaciones porque no piensa borrar lo que ha escrito, ni dejar de expresarse. 

En ese momento, la doctora Ponce lo conduce a una habitación donde le esperaban tres personas más: el secretario del sindicato, un testigo que era especialista de servicio y un directivo del hospital. Allí ocurrieron las primeras amenazas. «Me hicieron firmar una carta de advertencia de que si seguía publicando podía perder la especialidad”.

Sin embargo, Alexander decidió no callar y denunció en su perfil lo sucedido, esgrimiendo su derecho constitucional a expresarse según el artículo 54 de la Carta Magna.

Días después, la especialista lo intercede para notificarle que sería evaluado por una comisión disciplinaria, y allí se determinarían posibles violaciones éticas por su parte. El castigo, de hallarlo responsable, sería la expulsión definitiva del centro. Mientras tanto, tenía que retirarse del servicio y dirigirse a la dirección del hospital para ser reubicado en otro puesto hasta que la comisión dictara sentencia. Ese fue el último día de trabajo del doctor Pupo en el Hospital Provincial Dr. Ernesto Guevara de la Serna.

Alexander Pupo tiene 30 años y vive en un barrio pobre de la ciudad de Holguín, formado en la intersección de Guarro con La Plaquita, dos vecindarios con casas amontonadas y paredes a medio repellar, unidas por calles sin pavimento. No tienen allí sistema de alcantarillado;  las aguas albañales enfangan los caminos. Algunas de las denuncias en redes que molestaron a los directivos del hospital retrataban las condiciones insalubres que padecen él y sus vecinos.

Allí tiene una casa pequeña encima de la de su padre; 3×3 metros cuadrados dice él que mide. Realmente no es más que un cuarto sin el piso terminado, con techo de zinc y una cocina básica. Lo comenzó a construir con ayuda de su papá y algunos amigos cuando estaba en el tercer curso de Medicina. Siete años después, aún no está listo.

Cibertropas oficiales vs. un hombre

El mismo viernes 25 de septiembre, luego de que Pupo se reuniera con el comité de ética, comenzaron a aparecer en redes sociales y sitios webs afines al Gobierno, casi al mismo tiempo, denuncias en su contra. Lo acusaban de mal estudiante, exponían su intimidad y se justificaba una posible expulsión, aunque esta medida aún no había sido decidida, ni notificada oficialmente.

La primera de estas publicaciones la compartió la doctora Ponce de León desde las redes de un perfil registrado como Violeta Guillois, quien escribió que “sitios subversivos y plataformas anticubanas” atribuían una “supuesta represión” contra Alexander Pupo por el comité de ética. Ahí se calificó al residente como “marioneta de la administración de Trump que por unos pocos pesos habló mal de su país”. 

Ataques al Dr. Pupo en redes sociales.

Aunque no mencionó cuáles eran sus fallos como profesional, este usuario ―debe aclararse que es un perfil sin fotos reales y enfocado en compartir propaganda oficial― atacó la vida personal de Alexander y vulneró su intimidad. Le acusó, además, de concebir hijos extramatrimoniales y de no tener buenas relaciones con su padre. Como cierre, se anunció un tuitazo en su contra, que finalmente no se realizó.

Para respaldar al médico, la cuenta @NoSomosDesertores convocó una movilización en la red. El domingo 27 de septiembre dos etiquetas comenzaron a difundirse: #JusticiaParaDrPupo y  #JusticiaParaElDrPupo. En el primer caso, el sitio de periodismo de datos Proyecto Inventario contabilizó los tuits. “En total, el día del tuitazo, 756 usuarios únicos publicaron 6530 tuits, incluyendo originales (605) y retuits (5925). Contando el resto de los días, suman 803 los usuarios únicos que usaron la etiqueta para exigir #JusticiaParaDrPupo”.

Inmediatamente después de esa publicación de Violeta Guillois, que fue compartida por la doctora Ponce el día 25, el blog Fake News Vs Cuba, que se define como un repositorio de materiales que desmontan las noticias falsas contra la isla, publicó la primera de una serie de notas seguidas, enfocadas en dos líneas esenciales: atacar y difamar a Pupo y defender a la doctora Lissett. 

Artículos dedicados al Dr. Pupo en el blog Fake News Vs Cuba.

Este sitio actualiza como promedio una nota diaria (o menos), nunca firmadas. Su agenda se centra en dar una especie de versión, desde el oficialismo, sobre aquellos hechos que reporta la prensa independiente y sobre contenidos críticos que se mueven en las redes sociales. 

Sus textos incluyen desde memorias de agentes de la Seguridad del Estado hasta difamaciones contra animalistas y otros activistas de la sociedad civil. Textos contra el influencer Alex Otaola son los más frecuentes en este sitio web. Sin embargo, en los días posteriores a la reunión de Pupo con el comité duplicaron sus contenidos diarios y prácticamente todos  atacaban al galeno.

El texto inicial sobre este tema acusaba a Pupo de haber “violado el código de ética para ejercer su profesión, al usar las redes sociales para denigrar el sistema de salud, siendo un trabajador del  mismo”. 

Lo anterior es totalmente falso: la única publicación en la que Alexander mencionaba directamente el sistema de salud fue en la fotografía de una bandeja de comida, para mostrar la precaria alimentación destinada a los médicos que estaban internados enfrentando la actual contingencia sanitaria. 

Si algo nunca ha querido ―dice Pupo― es demeritar la salud pública. Por eso cuando sacó un ratón vivo de la nevera de los medicamentos no lo mencionó fuera del centro hospitalario. Como también calló esa vez que en el salón de operaciones, con un paciente en la mesa, una cucaracha le cruzó por encima del pie.

Lo anterior no fue la única mentira difundida desde la oficialidad contra este médico. También el día 25 de septiembre, mediante dos párrafos, el mismo blog acusó a Alexander de amenazar a la doctora por mensajería web. Una acusación que ―dijeron― no podían probar porque la especialista había borrado las supuestas intimidaciones. 

En Facebook, nuevamente Violeta Guillois se hizo eco de acusaciones semejantes contra Pupo al compartir contenidos de la cibertropa llamada #DeZurdaTeam, cuyos miembros propagaron por Twitter y Facebook parte de los ataques. 

A inicios del mes octubre, Twitter canceló más de 500 cuentas identificadas bajo esta etiqueta. El equipo #DeZurdaTeam fue descrito por la red social como “cuentas falsas administradas por organizaciones juveniles vinculadas al Gobierno cubano, entre ellas la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU)”. Sus perfiles asociados publicaban generalmente contenido favorable a Cuba y contra los Estados Unidos.

Tanto en redes como en sitios web, las difamaciones más recurrentes contra Alexander apuntaban a un supuesto bajo rendimiento académico para justificar el proceso en su contra. Tal tesis también es falsa.

El promedio general del doctor Alexander Pupo durante la universidad fue de 4, 44 puntos, fue alumno ayudante de la especialidad de Cirugía durante seis cursos y alcanzó una de las dos plazas disponibles para especializarse en Neurocirugía. “Han intentado difamarme recurriendo a todo: a mi vida personal, docente, familiar. Y lo han hecho a base de mentiras”.

 

Notas del Dr. Pupo y Aval de pasantía.

Por estas mismas fechas, perfiles institucionales en Facebook relacionados con la formación de Pupo, como la universidad de Holguín y el Hospital Docente Clínico Quirúrgico Lucía Iñiguez, se sumaron a este intento de denigrar al joven. Para ello publicaron un post con el mismo discurso atrincherado.

Aunque tampoco puntualizaron cuáles eran sus deficiencias como estudiante o profesional, nuevamente lo llamaron “vendepatria y lacayo” que “busca congraciarse con los amos”. Resaltaron, además, sus orígenes humildes, y que logró cursar la carrera porque no tuvo que pagarla. Estas publicaciones se convirtieron en una especie de campo de batalla entre los usuarios que defendían a Pupo y quienes lo acusaban de mercenario pagado para demeritar el sistema de salud cubano (muchos de estos comentarios provenían de cuentas sin contenidos personales y que comparten continuamente propaganda oficialista). 

Desde el jueves 24 de septiembre, cuando se reunió con el comité de ética, hasta los primeros días de octubre, el doctor Alexander padeció un ataque en la web que no parece casual, tanto por la intensidad como por los actores involucrados. Probablemente, el médico fue el objetivo en la mira del aparato de propaganda oficial cubano y sus cibersicarios.

El fallo del comité

El 29 de septiembre el comité le notificó al Dr. Pupo, sin más explicación, que habían determinado que sí había violado la ética y la medida, en consecuencia, era expulsión definitiva. En ese momento, Alexander pidió la renuncia para evitar la constancia de la expulsión en su expediente. Algunas semanas después inició un largo proceso burocrático de reclamación para incorporarse a la especialidad. 

Al final de la cadena fue enviado a la Dirección Provincial de Salud, donde la directora le informó que para poder seguir trabajando en Las Tunas tenía que renunciar a la especialidad e incorporarse como Médico General Integral en un consultorio. Con el paso de varios años podría, quizá, volver a optar por su superación profesional”.

Alexander percibió la propuesta como un chantaje, una especie de castigo injustificado, así que decidió negarse y actualmente se encuentra desempleado y sin poder terminar sus estudios de Neurocirugía. 

El Dr. Pupo es hoy otro de los tantos cubanos separados de sus centros de estudios por motivos políticos. Su falta no fue como estudiante o profesional de la salud, sino disentir con la única ideología permitida por el Gobierno. La parametración ideológica jamás ha terminado en Cuba.

En el caso de Alexander, la discriminación que padeció está lejos de ser aislada. Una investigación de 2019, publicada en la revista Tremenda Nota, recoge unos 30 casos emblemáticos de segregación ideológica en las universidades cubanas. Para la diversidad, el debate y el disenso nunca ha habido espacio en los centros de enseñanza de la isla .

Apenas tres semanas antes de que le notificaran el fallo a Alexander, otro estudiante de cuarto año de medicina fue separado de la carrera en la Facultad de Ciencias Médicas Manuel Piti Fajardo por un debate con opiniones críticas que sostuvo en Facebook sobre el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel.

“Ser médico es mi pasión, lo que más me gusta hacer ―explica Pupo―. Yo terminaba una guardia y me quedaba en el hospital trabajando extra. A veces iba hasta los fines de semana y solía llamar en la noche para saber la evolución de mis pacientes. Como residente he sido constante en mis estudios. Pero nada de eso importa en Cuba si no eres ideológicamente idóneo”.

 

*** Intentamos contactar a la doctora Lissett Ponce para este artículo, pero cerró su cuenta de Facebook.

 

 

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