Ilustración muestra pasaporte cubano y una jeringuilla

¿Qué pasó con el pasaporte cubano de vacunación?

Ilustración: Julio Llópiz-Casal.

El pasado 26 de mayo, el diario oficial Granma celebraba la noticia de que Cuba emitiría su propio pasaporte de vacunación antiCovid, desarrollado por la Universidad de las Ciencias Informáticas (UCI). Para entonces, el proyecto ya había sido realizado y solo se encontraba en fase de prueba.

Básicamente, el pasaporte funciona mediante un código QR, el cual contiene los datos encriptados de cada persona y una firma del Ministerio de Salud Pública (MINSAP), que acredita la vacunación. Además, el pasaporte puede ser generado por el propio usuario desde una página web, en la cual podrá conseguir el suyo y el de su familia. Según explicaba entonces Granma, que aseguró que la iniciativa se basaba en una similar implementada en marzo de 2021 por China, el pasaporte de vacunación podría ser leído en cualquier parte del mundo por seguir los estándares internacionales y ser reconocido por la Organización Mundial de la Salud.

Seis meses después, los optimistas pronósticos del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC) no se han cumplido, principalmente porque las vacunas cubanas no son aún reconocidas por la OMS ni ningún otro organismo sanitario internacional. Por tanto, los cubanos residentes en Cuba, vacunados solamente con Abdala o cualquiera de las Soberana, continúan sin poder entrar a buena parte de los países del mundo, a no ser que se sometan a los llamados PCR o a pruebas de antígenos.  De cara a la apertura de los vuelos regulares internacionales a Cuba, implementada este 15 de noviembre, la situación del pasaporte de vacunación antiCovid cubano no es del agrado del gobierno de la Isla.

El pasado 11 de noviembre, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, declaró ante el cuerpo diplomático acreditado en la Isla que el gobierno de Estados Unidos mantenía una política discriminatoria sobre los cubanos, al no aceptar los certificados de vacunación expedidos por el MINSAP. Rodríguez defendió en su discurso la eficacia de las vacunas cubanas y cuestionó que esta se pusiera en duda. Estas vacunas, argumentó, cuentan con el reconocimiento de las autoridades regulatorias de la Isla y el de otras naciones, tales como Nicaragua, Venezuela, Irán, Vietnam y Nigeria.

A pesar de la seguridad demostrada en su discurso, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba aprovechó para pedir a la OMS que hiciera “expeditos los procedimientos de pre-certificación de las vacunas cubanas”. La petición del canciller no se basó, sin embargo, en la “indiscutible” eficacia de los fármacos, sino en “la circunstancia de emergencia que vive el planeta”, especialmente países africanos, a causa de la pandemia de la Covid-19.

¿Discriminan a las vacunas cubanas?

La aceptación o no del pasaporte de vacunación antiCovid cubano depende del reconocimiento de las vacunas desarrolladas en la Isla por parte de la OMS u otras entidades internacionales regulatorias en esta materia. Por tanto, cuando el canciller Rodríguez expresa que Estados Unidos “discrimina” a los cubanos por no reconocer estas vacunas o el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba (CIGB) expone que el embargo está detrás de una “marginación” de sus investigaciones, solo lanzan al aire una acusación sin fundamento alguno.

Las declaraciones del canciller Rodríguez dan a entender que la aceptación o el rechazo de una vacuna son cuestiones meramente políticas. Además, Rodríguez se enfoca en Estados Unidos y evita mencionar, por ejemplo, a los países de la Unión Europea (UE) o a Canadá, que tampoco aceptan el pasaporte de vacunación antiCovid expedido por las autoridades sanitarias de la Isla. Esto demuestra que, realmente, es el canciller cubano quien utiliza el tema de la vacunación como sostén de un discurso exclusivamente político, obviando cualquier tipo de argumentación científica.

Para entender las dinámicas de estos procesos de aceptación de vacunas y expedición de pasaportes de vacunación antiCovid, tal vez la actuación de la UE sirva de ejemplo.

En marzo de 2021, la comunidad europea se planteaba la idea de expedir un pasaporte de vacunación. En principio, fue complicado llegar a un consenso, pues algunos países del bloque regional entendían que este documento podía ser discriminatorio. Francia, por ejemplo, se mostró en contra de que los grupos etarios vacunados tuvieran ciertos beneficios sobre aquellos que todavía no hubiesen alcanzado a recibir los medicamentos. Era injusto, según el gobierno de Emmanuel Macron, que los jóvenes –último grupo de prioridad en los programas de vacunación- estuvieran obligados a pasar largas cuarentenas por no poseer el pasaporte. Otras críticas apuntaban al hecho de que el estado de desarrollo de las vacunas no aseguraban completamente que una persona pudiera infectar a otras, mientras algunos se preocupaban por cuáles eran los límites sobre el manejo de datos personales que debía imponérsele a este documento. También se debatió sobre el hecho de que las pruebas de diagnóstico de la Covid-19 no eran gratuitas, lo cual podía dificultar el acceso de ciertos grupos vulnerables económicamente de la UE. Como solución a esto último, la Comisión Europea destinó grandes sumas de dinero para abaratar los costos de dichas pruebas.

Otra de las críticas que se le hace es el hecho de que si bien el pasaporte Covid es gratuito y universal, al igual que las vacunas, los países de la UE no han podido poner gratis las pruebas de diagnóstico. Sin embargo, la Comisión Europea ha autorizado el empleo de 100 millones de euros para abaratar los costos de estas pruebas.

El 2 de junio de 2021, la cadena de noticias Euronews informó que el Parlamento Europeo había llegado a un consenso para regular sobre el pasaporte de vacunación antiCovid de la comunidad europea, el cual sería expedido de manera gratuita y universal a los nacionales de países miembros de la UE, a extranjeros residentes y a visitantes con permiso para viajar en el espacio Shengen.

Como principio, la UE permiten la entrada libre a personas vacunadas con las vacunas aceptadas por la European Medicines Agency (EMA): Pfizer/BioNTech, Moderna, Oxford/AstraZeneca y Johnson & Jhonson. Sin embargo, esto no impide que cada país reconozca, además, otras vacunas fuera de las ya mencionadas. Mientras Alemania solo permite la entrada a personas que hayan recibido vacunas antiCovid reconocidas por la EMA, España acepta visitantes inmunizados con estas y también por las aprobadas por la OMS.

Si el pasaporte cubano de vacunación antiCovid no es reconocido por Estados Unidos ni por los países de Europa es, simplemente, porque las vacunas cubanas no han sido aún reconocidas, al menos, por la OMS.

Actualmente, solo Cuba reconoce sus propias vacunas y, por ende, su propio pasaporte de vacunación antiCovid. Sin embargo, sus candidatos vacunales pudieron ser reconocidos, o al menos estudiados como tales, por organismos sanitarios internacionales desde mucho antes. La propaganda oficial de la Isla achacó la no aceptación de sus vacunas, mediante un discurso victimista, a la “discriminación” por parte de revistas científicas y grandes medios. Pero ¿qué hay de cierto en esto?

La respuesta puede estar en un artículo investigativo publicado por el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. Esta institución, en mayo de 2021, relacionó el no reconocimiento de los candidatos vacunales cubanos con la falta de transparencia en los datos al respecto brindados desde la Isla. Para entonces, algunos candidatos se encontraban en fase 3 de estudios.

“Parecen intervenciones excesivamente aventuradas ya que ninguna de ellas ha sido autorizada ni se conocen resultados de los estudios de fase 3. Según las autoridades [cubanas], la seguridad de los productos demostrada en los estudios de fase 2, que tampoco han sido dados a conocer, los justifican”, explica esta publicación.

“No es posible hacerse una idea precisa sobre la eficacia, la seguridad y la capacidad de las vacunas probadas en Cuba para controlar la pandemia, pues no hay información de ellas aparte de algunas declaraciones de responsables sanitarios y autoridades del país (…) Si alguna de las vacunas cubanas resultara efectiva en el control de la pandemia, merecería estar entre las prioridades de la investigación y el desarrollo a nivel global, pero por el momento han de conformarse con ser solo objeto de curiosidad de cómo un pequeño país con una profunda crisis económica está afrontando en soledad los retos de la pandemia”, continúa el texto.

Cuando en Venezuela, aliado político de Cuba, se anunció el uso de las vacunas cubanas en la población, varias asociaciones médicas pidieron al Estado que no lo hiciera. Las razones dadas fueron muy similares a las expuestas en el análisis del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. 

La Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría se posicionó en contra de la aplicación a niños de las vacunas cubanas, dado que estas no han sido “avaladas por publicaciones científicas reconocidas o por instituciones dedicadas para tal fin”. Por su parte, la Sociedad Venezolana de Infectología (SVI) también pidió a las autoridades del país no administrar a la población Abdala ni Soberana 02 . «Insistimos que estos candidatos de vacuna carecen del suficiente aval científico para ser usada en la población de manera masiva, y mucho menos para ser usada actualmente en niños y adolescentes”, recomendó la SVI. Igual preocupación expresaron al respecto la Academia Nacional de Medicina y la Federación Médica Venezolanas

En resumidas cuentas, el proceso de desarrollo de las vacunas se caracterizó por un hermetismo que impidió que las autoridades sanitarias internacionales pudieran acompañarlo y validarlo a tiempo. El CIGB y el Instituto Carlos J. Finlay intentaron justificar la no publicación de sus investigaciones en servidores públicos en la posibilidad de un supuesto robo de ideas de “las transnacionales”. Según Vicente Vérez, director general del Instituto Finlay, estos robos ya han sucedido, sin embargo, no dio ejemplos concretos a la prensa.

Para más pruebas, el diario Granma confirmó recientemente que será a lo largo de noviembre de 2021 que las autoridades sanitarias cubanas se reunirían oficialmente con la OMS para tratar de incluir las vacunas desarrolladas en la Isla en el listado de uso de emergencia frente a la Covid-19.  A estas reuniones, informa la nota de Granma, seguirá a las reuniones la entrega del dossier de las vacunas cubanas para que sea evaluado por un comité de expertos internacionales.

¿Oportunidades perdidas?

Tal vez el gobierno cubano tuvo en sus manos la oportunidad de lograr que su pasaporte de vacunación fuese reconocido en otros países, pues, de haber aceptado sumarse al programa del Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19 (Covax), el país habría tenido acceso a vacunas validadas internacionalmente. 

En mayo de 2021, el medio oficial Cubadebate calificó al programa Covax como “una trampa” que solo servía para beneficiar a las grandes farmacéuticas y proteger sus patentes. También acusó a Covax de “privilegiar las vacunas transgénicas, patentadas y altamente experimentales, llenas de incertidumbres y riesgos”.  Cubadebate, además, cuestionó la seguridad de vacunas como la AstraZeneca, Johnson & Jhonson, Pfizer, Moderna e, incluso, la rusa Sputnik V y la china CanSino.

Covax es una alianza impulsada por actores internacionales públicos y privados, la cual busca garantizar el acceso equitativo a las vacunas contra la Covid-19. Su programa, dirigido por la Alianza Mundial para las Vacunas y la Inmunización (GAVI), la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) y la OMS, ha sido señalado por ciertas deficiencias referentes a la demora en la entrega de vacunas en países de bajos recursos. Sin embargo, sus aportes a la inmunización global son indiscutibles.  

En América Latina, Covax ha brindado millones de vacunas, incluyendo en países aliados políticos de Cuba. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), para mediados de noviembre de 2021, Venezuela habrá recibido una donación total de 5.875.200 dosis de vacunas chinas aprobadas por la OMS, y Nicaragua unas 2.870.470 dosis de AstraZeneca, Pfizer y Sinopharm. Estas donaciones, si bien no cubren por completo los programas de vacunación de los países a los que son destinadas, sí los alivian considerablemente.

Para agosto de 2021, el discurso de Cubadebate dio un giro considerable con la publicación de un texto titulado: “Cuba no desestimó Covax, solo priorizó sus propias vacunas”. El artículo se aleja de cualquier crítica contra el programa Covax y justifica el que Cuba no haya aceptado donaciones de vacunas reconocidas internacionalmente en el hecho de que el gobierno prefirió invertir sus recursos en el desarrollo de vacunas propias. Según Cubadebate, esta decisión fue certera, ya que la población cubana estaba vacunada en un porcentaje mayor que la población mundial. Esta última idea, además de usar una comparación estadística imposible y absurda, no tiene en cuenta que los cubanos vacunados no son aceptados como tal en el resto del mundo.  

El rechazo al programa Covax no es la única oportunidad perdida que tuvo el gobierno cubano para que su pasaporte de vacunación tuviera cierta validez en el mundo. El pasado 5 de noviembre se dio otra, esta vez, de manos de Estados Unidos.

Fue el propio Bruno Rodríguez Parrilla quien reconoció que el Departamento de Estado de Estados Unidos se dirigió a la embajada cubana en Washington para donar 1.000.000 dosis de vacunas aprobadas en territorio norteamericano. El canciller dejó a entender que la oferta fue rechazada debido a las condiciones de supervisión y estudio planteadas por los donantes, y declaró que Cuba no necesitaba dichas vacunas después de demostrar el “éxito” de las suyas. “Están ofreciendo vacunas a una población ya vacunada”, remató, con sorna, el ministro de Relaciones Exteriores.

El gobierno cubano, al rechazar esta donación, hizo algo que ni siquiera sus aliados políticos han considerado, a pesar de ser enemigos declarados de Estados Unidos. El régimen de Daniel Ortega, por ejemplo, aceptó sin titubeos más de 305.000 dosis de Pfizer el pasado 28 de octubre. La entrega fue divulgada por el secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken y gestionada por el Departamento de Estado de Estados Unidos en colaboración con Covax.

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