Placeres virtuales: nuevos rostros de un viejo oficio

Ilustración: Alejandro Cañer

Rebeca tiene 19 años y estudia en la Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte Loynaz”. Desde hace algún tiempo está en el “negocio”; nadie de su familia lo sabe, solo algunos amigos y el novio, que le sirve en muchas ocasiones de “pala”, cuando se trata de conquistar a un hombre.

“Escuchaba y veía a mis amistades decir: ‘Me compré una moto eléctrica’, ‘Tengo teléfono nuevo’, ‘Me recargaron doble’. Así me adentré, sin pensarlo dos veces, en el mundo de los perfiles falsos, en busca de recargas telefónicas”, cuenta Rebeca.

“La situación en la casa está difícil, mi papá hace algún tiempo emigró. Vivo sola con mi mamá y mi hermanita. Empecé el primer año este curso y lleva bastante sacrificio, principalmente por el tema económico. Esta es una vía para respirar un poco mejor”.

Rebeca baja la cabeza, no sostiene la mirada mientras habla, como si sintiera vergüenza por lo que dice: “Me da un poco de pena y a veces mi conciencia me pone a pensar cómo me vería la sociedad, si supieran lo que hago, pero cuando llego a mi casa y veo el panorama, todo cambia”.

“Me costó tres días crear mi primer perfil falso en Facebook: tomé unas fotos de una prima mía y la llamé Laura. Laura era muy puta, fácil. Mi falta de experiencia la llevó a no luchar mucho y gastar mis megas en vano descargando videos pornográficos”.  

“Me desanimé un poco, creé a Katia, chica blanca, pelo negra, flaquita con cuerpo, quien vivía en La Habana, era más seria y más difícil que Laura. Los viejos, mayormente cubanoamericanos, eran la diana perfecta para que cayeran en las manos de Katia, quien ponía la gritería primero y el muerto atrás, es decir, si querían ver algún video o foto, tenían que recargar. ¿Mi justificación? No tengo internet para eso. Las recargas llovían de Andrés, el de la silla de ruedas, o de Alejandro, señor abandonado en un país capitalista que se conformaba con dos o tres fotos”.

Luego vinieron Elizabeth, Yulia, Karen, Eli, todas con personalidades diferentes, más extrovertidas, unas más cultas, otras más enamoradas y tranquilas, con un mismo propósito: luchar las recargas.

Luego Rebeca empezó a vender saldo; ya tenía “plata” para comprarse sus cosas. El novio estudia en otra provincia y hacía tres meses que no lo veía. ¿Cómo justificar todas las compras? El día que llegó desde la ciudad de Santa Clara decidió conversar con él y contarle la verdad. Al principio se molestó, pero luego entendió que esta era la única manera de “salir adelante”, y aceptó ayudarla.

Entonces, surgieron personajes como Anthony, chico bonito, moreno, pelo largo y fuerte. Alexis, negro, musculoso, con gran nivel cultural, y Marcos, constitución delgada, pero el más atrevido de todos, según me cuenta Rebeca.

La joven empezó a tener malas rachas: ya casi nadie le recargaba. Mantenía la casa, a su novio, ayudaba a la mamá y a su hermana pequeña. Los gastos aumentaron y las deudas también.  

Luego, una noche le entró un mensaje al Messenger real: era un tal Pedro, dueño de una cafetería, ciudadano español, saludándola. En ese momento le bajaron todos los personajes que ella misma había creado para corresponderle con un “Hola”, intencionado para esquilmarle más de una recarga. Toda esa noche su chat fluyó como un cuento de hadas, esperando conocerse al día siguiente. Jueves en la noche, cualquier bar era bienvenido, entre los dos había un mismo objetivo: tener una noche de sexo, él por placer y ella por interés.

Después de esa noche ―explica Rebeca― se sintió “extraña”. “No era lo mismo por una pantalla que en persona. Al mismo tiempo pensé que ya tenía en la cartera 5.000 pesos para la semana”. 

La conversación estaba llegando a su fin. Noté sus ganas de cortarla, y le hice una sola pregunta más: “¿Y tu novio?”.

“Mi novio no perdonó que me hubiera acostado con otro hombre. Decidió terminar conmigo. Continué viéndome con Pedro; la relación fue más allá de una noche de sexo, se convirtió en viajes, hoteles, bares, discotecas y lo más importante, en dinero para mí y mi familia”. 

Intercambiar contenidos sexuales y recibir a cambio dinero, o algún tipo de beneficio es una práctica casi ancestral. Lo que, con el transcurso del tiempo, las vías para hacerlo han cambiado.

“Hace algunos años en Cuba, antes que se conociera sobre Facebook y WhatsApp, existían personas que alquilaban en sus casas, de manera clandestina, computadoras con webcam conectadas a internet y por ahí podías hablar con tus familiares y amistades; en mi caso yo lo hacía con mis clientes”, cuenta Mary a YucaByte.  

Mary ejerció por casi 20 años la prostitución. “Al principio frecuentaba parques, algunas discotecas o me paraba en lugares en los que sabía que visitaban tipos con dinero. Luego cambié mi objetivo y solo me acostaba con los yumas, aprovechando mis conocimientos de idiomas”, expresa. 

“Un día, unos de mis clientes, turista canadiense que estaba de pasada en Camagüey, me dice que por qué yo no buscaba la vía para seguir comunicándome con él; ahí fue cuando empecé averiguar sobre cómo podía hacerlo y encontré estas casas estilo salas de chat”. 

“Era algo fácil y menos peligroso que estar arriesgándote en la calle” ― comenta―. “Solo tenía que crearme un correo electrónico y el muchacho dueño de la casa instalaba todo y me abría paso a este mundo del internet”. 

“Eso sí, como yo tenía que estar exhibiéndome desnuda y hacer arte con mi cuerpo, el contrato que hice con el dueño de esta sala de chat era que todos los días durante cuatro o cinco horas no podía haber nadie, solo yo. Claro, le pagaba muy bien por esas horas”. 

“Y así pasé de trabajar en la calle a hacerlo mediante la tecnología. Luego llegaron las redes sociales que conocemos hoy y todo fue más fácil”. 

Con la llegada de internet a Cuba, muchas y muchos como Rebeca y Mary han empleado este medio como fuente de ingreso ante la profunda crisis que vive el país y las pocas opciones de trabajo. Esta es una práctica que en la mayoría de las veces esconde desigualdades de género, machismo, violencia, chantajes, humillación y, en casos extremos, la explotación sexual y la trata de personas. 

Eduardo para su familia; Cristian y Saharita para las redes sociales. Hace cinco meses que dejó sus estudios en una universidad cubana. Los problemas económicos lo golpearon muy duro, y sustentar una vida de estudiante en la Cuba actual lleva mucho sacrificio, asegura a YucaByte Eduardo, otro joven entrevistado.  

Cristian y Saharita tienen dos meses de creado: son perfiles falsos con el propósito de «luchar» recargas telefónicas y remesas desde el extranjero.

«La jugada está apretada, apenas tenía para comprarme un par de zapatos e ir decente a la universidad», dice Eduardo. «Por eso la dejé», acota. 

«Empecé a inventar negocios pero ninguno dio resultado y la situación se hacía más difícil, así que le pregunté a unos colegas que están en el lío de los perfiles falsos para buscarse unos quilos y sobrevivir, qué había que hacer. Ahí empecé en este mundo».

Eduardo estudiaba la carrera de Ingeniería Eléctrica. Habla inglés y un poco de francés. «Saber idiomas te abre las puertas en este giro y te da cierta ventaja de escoger a quien escribirle», cuenta.

«Mi público es extranjero en su totalidad. Y si es de Europa, mejor. Porque tardan en venir a Cuba y por la diferencia de horarios me da chance a otras cosas».

Cuando chatea como Saharita y tiene que enviar mensajes de voz, una compañera de la escuela de idioma es quien habla por él. «Todo en inglés», dice. 

Cuando habla con sus clientes, les deja claro que él no hace videollamadas, con la justificación de que su teléfono celular es de los antiguos.

«Hago que entren en confianza y que me manden dinero para, supuestamente, comprarme un móvil nuevo».

Su meta es llegar a Estados Unidos por la ruta de la mayoría de los migrantes cubanos de los últimos años: vuelan a Nicaragua y de ahí hacen el recorrido hasta la frontera sur del país norteño.

«Mi sueño es ser ingeniero de una gran empresa o simplemente ser alguien que viva decentemente. Por eso estoy reuniendo centavo a centavo; si me sigue yendo como hasta ahora, en un año podré irme de Cuba».

Además de los perfiles falsos, Eduardo trabaja por cuenta propia dándole mantenimiento a aires acondicionados y splits

«No me avergüenzo de lo que hago con los perfiles falsos, pero tampoco es algo que divulgue porque vivimos en una sociedad con muchísimos tabúes y prejuicios, y lo que debe parecer normal, se convierte en repudio para las personas». 

La conversación con Eduardo se basó en más preguntas y pocas respuestas de su parte. Según él, no le gusta dar muchos detalles de lo que hace. «Soy un muchacho introvertido, de poco expresar. A lo mejor por eso es mi amor por las matemáticas, porque son exactas», culmina así la conversación.

En el “Informe Nacional de Cuba sobre Prevención y Enfrentamiento a la Trata de Personas y Protección a las Víctimas” del año 2022, publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX), el régimen cubano reconoció que en la Isla se ejercía la prostitución con extranjeros a cambio de recargas telefónicas y otras dádivas. 

“Persiste la incidencia en Cuba de extranjeros que interactúan con jóvenes dedicadas a la prostitución a cambio de dádivas y recargas telefónicas, así como la promoción y venta online de videos e imágenes con contenido sexual, cuyo pago se materializa mediante transferencias bancarias desde el exterior e interior del país”, dijo el MINREX. 

Mientras que en el resto del mundo existen sitios y páginas eróticas como OnlyFans que ofrecen servicios sexuales, en Cuba crece cada día una nueva especie de industria pornográfica mediante las redes sociales y protagonizada en su mayoría por jóvenes.   

 

* Rebeca, Mary y Eduardo no son los nombres reales de los entrevistados. YucaByte aceptó usar nombres falsos para proteger su identidad.

Graduado de Periodismo. Exprofesor de la Universidad de Camagüey. Colaborador de CubaNet, Diario de Cuba y YucaByte
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