MIPYMES en Cuba: un paquete

Ilustración: Alen Lauzán

Detesto repetirme, aunque admito que en mi artículo anterior, publicado en esta misma página el pasado 23 de junio, digo exactamente lo mismo que diré en los párrafos que siguen. 

Pido disculpas y aclaro que no me las doy de profeta, sino de simple pensador que lee entre líneas. 

Pido más disculpas por pasar por alto las estadísticas y los datos duros pertinentes al caso de las llamadas pequeñas y medianas empresas cubanas, pues ya se han divulgado con lujo de detalles en diversos medios. En el caso de las MIPYMES, el lujo está, precisamente, en los detalles. Lo demás es paquete, envoltorio. 

Y ¿qué mejor envoltorio que el papel periódico? Antes de cumplirse dos años de los históricos eventos del 11J, los medios de prensa estadounidenses anuncian formalmente el “retorno del capitalismo a Cuba”. Ni falta hace que lo diga el Granma, pues sabemos que los periódicos yanquis le han hecho siempre el trabajo de desinformación a la dictadura. Como contexto, baste recordar la palanca que The New York Times le puso al joven Fidel aquella mañana de febrero de 1957, cuando Herbert Matthews reportó, a cuatro columnas, que el futuro dictador no estaba muerto, como afirmaba Batista, sino vivito y fumando tabacos en la Sierra.   

Sesenta y cuatro años más tarde, los periódicos gringos nos informan que el capitalismo tampoco está muerto, sino que ha resucitado… en Cuba. ¡Nada menos! ¿Debemos creerle el paquete a los gringos? Tómense en cuenta que el anuncio llega en el preciso momento en que los mismos periódicos celebran la muerte del neoliberalismo, por marea roja, en el resto de Latinoamérica. 

La foto que ilustra tamaña desinformación muestra a una joven cubana asomada a un refrigerador comercial bien surtido. Detrás del cristal empañado: quesos amarillos, quesos manchegos, jamoneta y algo que parece patas de cangrejo. “Gaining trust from foreign creditors and helping put food on Cuban’s tables” / “Granjeándose la confianza de los inversionistas extranjeros y poniendo comida en las mesas de los cubanos”, reza el pie de foto. La propaganda comercial, desterrada de los diarios cubanos desde mediados del siglo XX, asoma la oreja peluda en The Miami Herald de principios del XXI. 


Porque, si tal afirmación no es propaganda, entonces, ¿qué es? ¿Cómo definirla? ¿Cómo un “clasificado”? ¿Quién compró este clasificado que anuncia, erróneamente, la confianza de los inversionistas extranjeros en unos connotados ladrones y una comida puesta en la mesa de los que hacen la diaria cola del pan? ¿Quién puso en palabras tan sugestivas el contenido de una vulgar campaña diversionista del Partido Comunista de Cuba? A saber: que las MIPYMES resolverán los problemas de confianza y abastecimiento, y que los emprendedores desterrados y los sacrificadores de reses que han pagado su crimen con la cárcel no son de fiar. 

Se trata, evidentemente, de una promesa falsa, una afirmación engañosa que vulnera la verdad, y que la División de Asuntos del Consumidor del estado de la Florida debería indagar. Porque las engañadas no son, en este caso, las amas de casa de Hialeah y mucho menos las mulas de Westchester, para las que The Miami Herald es el periódico de ayer, sino el público habitual de stupid gringos, esos involuntarios inversionistas y consumidores que llegarán por carretones y cruceros a las MIPYMES de Guillermo García Frías e Hijas. 

De estas campañas propagandísticas tampoco debe culparse a la chupatintas de turno, pues, es sabido que los responsables de la propaganda cubana —o anticubana, según se mire— son los grupos de estudio. Posiblemente sean los mismos grupos que ficharon a Ernesto Londoño para escribir una serie de viejos artículos en los que se afirmaba que en Cuba ocurrían cambios trascendentales alrededor de 2015. En el 2014, Londoño habló maravillas de los médicos esclavos que, supuestamente, habían controlado un brote de ébola en África. La solidaridad médica fue el perrito caliente que sació el hambre de buenas noticias de los ilusionados de aquel entonces. 

En mi artículo del 23 de junio, me hacía la pregunta tonta de por qué no se fomentaba el “nuevo tipo de revolución silente”, que según el Herald está ocurriendo ahora mismo en Cuba, con la implementación de mecanismos que facilitaran la adquisición de franquicias bien establecidas en Miami. ¿Por qué llamar a Ric Herrero a la mesa de negociaciones y no a los Soriano Brothers, quienes desde 2007 han abierto cuatro exitosos restaurantes en Miami, Hialeah, Homestead y Palmetto Bay, donde se ofrece “la mejor comida cubana barata”? ¿Por qué no esas MIPYMES cubanoamericanas llamadas Palacio de los Jugos, Farmacias Navarro y Tiendas Valsán, y sí las empresas vinculadas a la Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas? 

Si Carlos Saladrigas fue incapaz de corregir a Mauricio Vicent cuando este dijo, falazmente, en un artículo de 2021, que los padres de los más de 14.000 niños despachados con él durante la operación Peter Pan habían enviado a sus hijos a Estados Unidos “ante el temor a la propaganda que decía que el comunismo podía arrebatarles la patria potestad”, ¿cómo va a contradecir a los propagandistas que hoy nos venden la usura como virtud ciudadana? Los comunistas querían arrebatarles, realmente, la patria potestad a los padres de Saladrigas, y hoy Carlitos pretende arrebatarles la potestad política a los niños cubanos. El círculo castrista de decepción se cierra, y los extremos se tocan.

Porque no es ni más ni menos que la patria potestad lo que perdió y sigue perdiendo cada generación de cubanos desde 1961. Solo que ayer se asustaba con la táctica del miedo al comunismo (y el comunismo, excepto para Mauricio Vicent, resultó ser cierto), mientras que hoy el Cuba Study Group acusa a los disidentes de infundir el temor de que su claque de corporativistas podría estar vendiéndonos un paquete envuelto en periódicos de ayer. 

Las opiniones expresadas en esta columna representan a su autor/a y no necesariamente a YucaByte.

Néstor Díaz de Villegas es un poeta y ensayista cubanoamericano. Ha colaborado con Letras Libres, El Nuevo Herald y The New York Times. Creador de Cubista Magazine y NDDV.blog. Reside en Los Ángeles.
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