Pedro Víctor Serrano

Pedro Víctor Serrano: un activista “solitario” al norte de Pinar del Río

Ilustración: Julio Llópiz-Casal

En Minas de Matahambre, un municipio ubicado en la costa norte de Pinar del Río y con 34.000 habitantes aproximadamente, Pedro Víctor Serrano Díaz se siento solo. O eso entiende, al menos en lo que refiere a activismo político. Nunca se planteó ser activista por los derechos humanos, que es como se define, pero las circunstancias lo llevaron por ese camino.

Las circunstancias, en su caso, fue el hostigamiento de la policía política cubana.

La integridad física de este activista fue amenazada el pasado enero por un colaborador de la Seguridad del Estado. Ifrain Rodríguez, que es como se identifica este represor, le pronosticó una golpiza a Pedro Víctor con la falsa excusa de que este publicaba “contenido en su contra” en redes sociales.

Captura de pantalla de publicación de Pedro Víctor Serrano en Facebook.

También durante ese mes, mientras Miguel Díaz-Canel realizaba una visita presidencial a la provincia, agentes y colaboradores de la Seguridad del Estado fueron enviados a vigilar a Pedro Víctor para evitar que saliera de su vivienda.

Recientemente, YucaByte pudo conversar con este joven activista pinero de 29 años. A continuación, una transcripción de dicho diálogo.

Hola, Pedro Víctor.

Hola.

Para esta entrevista, quisiéramos comenzar conociendo a qué te dedicabas, o te dedicas, además de al activismo.

Bueno, en primer lugar, nací y he vivido siempre aquí, en Minas de Matahambre. Al terminar la enseñanza media superior ingresé en la Universidad Pedagógica “Rafael María de Mendive”, donde estudié Lenguas Extranjeras. Pero resulta que, a la altura del segundo año, la abandoné.

¿Por qué?

Porque realmente nunca me gustó el magisterio. No me imaginaba ejerciéndolo. Durante un corto período de tiempo trabajé en eso que en Cuba llaman “sector no estatal de la economía” y que, realmente, es el sector privado. Luego decidí profesionalizarme un poco y comencé a estudiar en la escuela de Turismo (FORMATUR), ubicada en la misma ciudad de Pinar del Río, donde obtuve un título como dependiente gastronómico.

Actualmente no trabajo. Estaba haciendo las prácticas de FORMATUR cuando empezó la pandemia y, desde entonces, estoy en mi casa. No he ido a la bolsa de “tour empleo” porque, además de que no hay casi turismo, esa rama de la economía es controlada al 100% por militares y estoy seguro de que no me aceptarían por mi postura política. En varias ocasiones de ahí han citado a mi padre y le han dicho que ellos pueden darme trabajo, pero con la condición de que me “esté tranquilo”. Así lo han dicho, literalmente. Pero me niego. El trabajo es un derecho y no lo acepto si a cambio debo ofrecer concesiones en mi manera de pensar y expresarme.

Pedro Víctor, ¿cómo se desarrolló tu conciencia política antes de declararte activista? O sea ¿cuál fue ese camino que te llevó al activismo?

Tal vez podría ubicar esa etapa previa durante mi vida estudiantil. Era un poco rebelde para mis adentros o por lo menos me cuestionaba ciertas cosas o no entendía. Era básicamente eso, que no entendía cómo funcionaba el país. La realidad, la vida de la gente que me rodeaba contrastaba mucho con lo que ponían en la televisión y la prensa nacional.

Fue cuando choqué con la censura y las amenazas directas del régimen que me di cuenta de que vivimos en una dictadura, una que te muestra su cara real una vez decides cuestionar el poder o contar una realidad que no concuerde con la oficial. Tengo que reconocer también que la llegada de internet jugó su papel en esta historia. Siempre hemos estado aislados del mundo y entre nosotros, sin información. Reconozco que, hasta la llegada de internet, hace menos de 10 años, no sabía ni que en Cuba existía una oposición.

¿Y cuándo llegas al activismo?

Exactamente en agosto de 2020. Fue la respuesta a una amenaza de la Seguridad del Estado, que quiso aplicarme el Decreto Ley 370 o, como lo conocemos todos, la “Ley Azote”. Directamente quisieron impedirme el derecho a expresarme libremente en internet. Recuerdo que por entonces había en redes una campaña muy activa contra este Decreto Ley y, a partir de la amenaza, me sumé a ella.

¿Te explicaron la razón de esa amenaza en algún momento?

La amenaza vino a raíz de una publicación que hice en Facebook sobre una multa de 1.000 CUP que me impusieron y que consideré injusta. Dije lo que creía de aquella multa en redes sociales, pero no como activista, sino como una publicación cotidiana, como lo que pondría cualquier persona a la que le sucedió algo relevante ese día. No le vi inconveniente alguno. Sin embargo, la publicación levantó fuertes críticas contra los oficiales de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR). Eso llamó la atención de la Seguridad del Estado y así empezó todo. Desde entonces, mi vida es otra. Ahora vivo constantemente vigilado.

Esa primera multa fue por estar en la calle sin el llamado “permiso de movilidad”, y en pleno día.

Así es. Era junio de 2020 y había ido a visitar a mi padre porque, justamente, era el Día de los Padres.

¿Cómo fue ese primer encuentro con la Seguridad del Estado?

En agosto de 2020 vinieron tres agentes de la Seguridad del Estado a mi casa a amenazarme con la aplicación del Decreto Ley 370. Como estaba en mi casa, encontré la manera de grabar la conversación. En ese momento, como ya dije, era todavía un muchacho desinformado y respondí porque intuía que debía hacerlo, que tengo el derecho de expresarme. Lo que quiero decir es que entonces no asociaba eso con derechos humanos ni mucho menos. Simplemente no entendía por qué la Seguridad del Estado tenía la potestad de callar mi voz si yo solo contaba una verdad. No cometí ningún delito y no estaba dispuesto a reprimir lo que sentía por mucho que me amenazaran. Eso, por decirlo de alguna forma, despertó la rebeldía que me caracteriza y que pensé haber dejado en mi época de estudiante.

En tu perfil de Twitter aclaras que no perteneces a ningún partido político. ¿Tampoco perteneces a algún movimiento y organización ciudadana no oficial?

Con lo del Decreto Ley 370 empecé a formar parte de una campaña en redes sociales donde había varios periodistas independientes y activistas. De ahí surgió el Movimiento por la Libertad de Expresión (MOLE), fundado por la periodista independiente Camila Acosta y el cual integro.

De grupos de oposición y otras organizaciones no formo parte. Al final, solo soy un chico que se siente libre, que cuenta su realidad, como se supone que hagan todos en un país democrático. Lo que el régimen cubano ve como una amenaza a la Seguridad del Estado yo lo veo tan simple como un derecho básico. Ellos, como toda dictadura, han criminalizado el disenso de todas las formas posibles. Sin embargo, yo sigo viendo el disenso con naturalidad, como un derecho que Dios nos dio y lo ejerceré mientras viva.

¿Cómo es ser activista y estar sometido a la represión política en Pinar del Río?

Basta imaginar que donde vivo soy el único que se define como activista. No es fácil defender los derechos humanos y expresarse en un lugar donde no tienen apoyos mínimamente preparados para ayudarte en caso de arbitrariedades. Tengo conocimiento de que en Pinar del Río existen otros activistas, pero, en general, no conforman un grupo grande. Sé de algunos por las redes, ya que la penalización de asociación, reunión y manifestación es una realidad en el país.

Ojalá algún día la sociedad pinareña, y la cubana en general, creen conciencia del papel de los activistas y de todo a lo que se exponen por denunciar la incapacidad de un Gobierno para responder a las verdaderas necesidades de un pueblo. Ojalá y un día todos se den cuenta de que no somos mercenarios y que nuestros objetivos son nobles y buscan el bien de todos.

¿Cómo viviste el 11J?

Ese día fue lo más emocionante y triste que me ha tocado vivir como activista y como cubano. Lamenté no estar en ninguna manifestación porque en mi pueblo no se dio ningún tipo de levantamiento. En Minas de Matahambre estaban totalmente desconectados de esa realidad. Yo lo seguí por redes sociales hasta que cortaron el internet. Luego, al ver las imágenes de la represión brutal que se ejerció para acallar las protestas pacíficas, creo que me radicalicé aún más políticamente.

¿Y el 15N?

Ese día fue diferente. Días antes, la seguridad del Estado me secuestró en plena calle y me trasladaron al municipio cabecera de la provincia, a un centro de Instrucción Penal. Todo el tiempo dijeron que estaba detenido por delitos contra la Seguridad del Estado. Estuve varias horas allí, en un interrogatorio donde perseguían aterrorizarme. Me leyeron varios delitos en los que podía incurrir si salía a la calle a protestar. Al final, me dejaron salir, pero estuve otros tres días con mi casa situada. Violaron mi libertad de movimiento con toda la impunidad con la que operan. Ese es ahora el trato que me dan. Hace unos días, Miguel Díaz-Canel visitó la provincia y también me pusieron vigilancia. Yo, un joven de 29 años, totalmente pacifico, al parecer represento una amenaza para ellos por solo pensar diferente.

Para finalizar. ¿Cómo ha reaccionado tu familia ante tu activismo político?

Mi familia, en un principio, estaba totalmente aterrorizada. Tenían mucho miedo por mí, intentaron persuadirme de que no denunciara más en redes sociales. Fue muy difícil para mí también. Ya hoy, siguen preocupados, aunque son conscientes de que no hago nada malo. Creo que el miedo de mis familiares ahora viene de entender que viven en un país donde la rebeldía se paga caro. A pesar de eso, sé a lo que me enfrento y que pueden hacerme un daño real. Aunque eso me llena de orgullo. Por muy retorcido que parezca, me enorgullece saber que eso que sufro viene de lo que me da esperanza.

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