Armandito

Armandito: otro joven cubano condenado por protestar el 11J

Ilustración: Alejandro Cañer

A los 13 años, Armando Sardiñas Figueredo (Armandito) perdió a su madre, por lo que quedó al cuidado de su hermana. Apenas un año después, abandonó los estudios para ganarse la vida en las calles y escapar a la pobreza. En su búsqueda constante de trabajo, llegó un día a una paladar, donde aprendió a elaborar buenos platos y, sobre todo, pizzas. Desde entonces, su mayor aspiración es convertirse en un gran cocinero.

Además de a cocinar, Armandito dedica mucho tiempo a publicar contenido en redes sociales. Es un joven atractivo y carismático, que en poco tiempo ha logrado hacerse de más de 3.500 seguidores en Twitter y otros tantos en Instagram. Su entretenimiento en redes sociales es, tal y como presenta uno de sus perfiles: “hacerte reír con todas mis pendejadas”.

Después de dar varios tumbos por la vida, con solo 21 años, Armandito creía que la vida le había sonreído al fin. Con un trabajo de cocinero en un restaurante en La Habana Vieja, perteneciente a CIMEX, tenía la oportunidad de pasar cursos y, tal vez, convertirse en un gran chef. Justamente de camino a su centro laboral iba en la tarde del 11 de julio de 2021, sin saber que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Hola, Armandito.

-Hola.

¿Podrías contar un poco de qué hacías antes del 11 de julio pasado?

-Yo estaba trabajando en un restaurante, al cual entré mientras hacía el Servicio Militar. Comencé como custodio, haciendo guardia en las noches. Dije que sabía hacer pizzas y tenía conocimientos de cocina, pues trabajé durante cinco años en cafeterías y paladares.  Me dijeron que esperara a que se desocupase una plaza en la cocina y un buen día comencé a trabajar en lo que me gusta. Ese restaurante es de CIMEX, que pertenece a las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Pero ahí pensaba alcanzar títulos, estudiar en los cursos que da el Ministerio de Turismo y trabajar en mejores lugares. Esa era mi aspiración: estudiar cocina y todo lo que tiene que ver con eso.  

Antes de todo esto eras bastante activo en redes sociales.

-Sí. Al principio no me llamaban demasiado la atención. Pero una novia que tuve me convenció de abrirme Instagram y subir fotos mías. A finales de febrero comenzó a gustarme Twitter y me hice un perfil. Me gustó por las frasecitas y las boberías que uno encuentra ahí, pero luego comencé a consumir noticias y memes de actualidad. Entonces le vi sentido a aquello y así Twitter se ha convertido en mi red favorita. Paso mucho tiempo ahí, como se dice, dando el berro.

Esta era tu vida antes del domingo 11 de julio. Ese día todo cambió.

-Sí, todo.

¿Qué te sucedió exactamente ese día?

-El 11 de julio salí de casa en la tarde. Cogí un carro en la Calzada de Dolores y Calle 13 hasta la Calzada de 10 de Octubre. Ahí monté un rutero P8 hasta la esquina del Hotel Manzana de Gómez. Iba rumbo a mi trabajo. Justo en esa esquina, al volverme hacia el Parque Central, vi una multitud que se manifestaba pacíficamente. Yo me había enterado que ese día habían ocurrido protestas, pero no pensé que llegasen hasta el Parque Central.

Por curiosidad me acerqué a esas personas y durante un rato estuve observándolos. Yo estaba entonces algo hastiado de la situación del país, en especial de lo que pasaba en Matanzas y, como cubano que soy, empecé a reclamar mis derechos y los de todos. De pronto comencé a ver que se acercaba gente de la Seguridad del Estado y del DTI. Ni yo ni nadie ahí agredió a un solo oficial. Aun así, uno de ellos intentó golpearme. Logré esquivarlo, pero al instante otros sujetos me inmovilizaron y montaron en una patrulla.

¿Te llevaron directo a una prisión?

-No exactamente. Cerca de las 5 de la tarde estaba yo en la estación de Zanja. Allí me tuvieron en un calabozo en espera de “ver qué iba a pasar” conmigo. No sabía por qué estaba arrestado, si no había cometido ningún delito. Éramos como 70 detenidos los que estábamos hacinados allá dentro. Dos horas después, un hombre que se presentó como oficial de la prisión de 100 y Aldabó me “entrevistó”. Yo le conté lo sucedido, la verdad, y él casi me obligó a firmar un papel en el que se me acusaba por desorden público. Luego me dejaron en el pasillo de la estación. A esas horas no cabía ni una persona más en los calabozos. Nunca me informaron qué harían conmigo ni me dejaron llamar por teléfono. Después sí fui a prisión.

¿A cuál?

-100 y Aldabó. Me dijeron que me llevarían a un lugar, pero no querían decirme a dónde. Ya cuando llegué, supe qué lugar era aquel. Lo primero que hicieron fue ponerme frente a una pared con las piernas abiertas. Recogieron mis pertenencias y me enviaron a una celda que, creo, quedaba en un segundo piso. La celda era como un cuartico de dos metros de ancho por tres de largo. Bueno, creo que en realidad era mucho más pequeña. Hacía mucho calor ahí. Era muy perturbador.

¿Fuiste interrogado?

-De hecho, fui de los primeros en ser interrogados allá adentro. Lo hicieron los instructores que llevarían mi caso. Me hicieron muchas preguntas e insistían en que “declarara”, y yo solo les conté cómo sucedió todo, cómo terminé ahí. Los interrogatorios eran casi todos los días, varias veces en un mismo día.

¿Qué preguntaban en esos encuentros?

-Siempre lo mismo. Insistían todo el tiempo en que les dijera quién me había pagado por ir a las manifestaciones. Era en lo que más se centraban, y yo les decía la verdad, o sea, nadie me pagó por eso. Yo, solamente, iba rumbo a mi trabajo cuando choqué con las protestas. También me preguntaban si tenía tarjeta en Moneda Libremente Convertible, que quién me ponía dinero en esa tarjeta, que quién me recargaba mi teléfono móvil. Eran preguntas muy absurdas, a las que nunca les vi la lógica. Al final me dijeron que era culpable y fui sancionado a 10 meses de privación de libertad, y todo sin pruebas en mi contra.

¿Cuándo y cómo fue el juicio?

-En 100 y Aldabó estuve desde la noche del día 11 de julio hasta el 21 de julio, que fue mi juicio. Pero el juicio se prolongó y la sentencia la dieron el día 22, en el tribunal de 10 de Octubre, por el Mónaco. De ahí salí a 100 y Aldabó condenado a 10 meses de privación de libertad. Ese mismo día me trasladaron a otra prisión, Jóvenes de Occidente, que no sabría decir bien dónde es. Ahí estuve encerrado hasta inicios de agosto, cuando me dieron la libertad. Sin embargo, estoy bajo prisión domiciliaria, en espera de una citación del tribunal donde me darán la ubicación del campamento donde pasaré mi nueva condena: 10 meses de trabajo correccional con internamiento. La verdad es que no sé bien en qué consiste eso. No he podido hablar con mi abogado desde que salí de prisión, supongo porque él tiene varios casos que atender y eso.

¿Conociste a mucha gente mientras estuviste en prisión?

-En verdad no teníamos mucho contacto. Aunque en 100 y Aldabó conocí a tres personas con las que compartí celda. Todos estábamos acusados por lo mismo: desorden público. Y en verdad ellos tampoco habían hecho nada malo, solo expresarse y manifestarse pacíficamente. En Jóvenes de Occidente coincidí con uno de los muchachos de 100 y Aldabó. Tiene 21 años, como yo. En las protestas él vio cómo golpeaban a su hermano, intentó interceder y la policía terminó llevándoselos a ambos. Conocí a otro que el 11 de julio venía de hacerse un trabajo de santería en la playa. En cuanto se bajó de la 400 cogió Prado, pero en ese momento estaban recogiendo gente y lo detuvieron. Otro que conocí vio en las protestas como uno de la Seguridad del Estado, vestido de civil, golpeaba a una mujer y se metió, pero no de manera violenta. Le dijo al hombre que la dejara, que por qué la maltrataba, y entonces le cayeron a golpes a él también. Hubo otro muchacho que el día 12 de julio, en la noche, empezó a gritarle al Jefe de Sector de su cuadra “Patria y Vida”. Parece que alguien tiró una botella de cristal para la calle y cuando lo recogieron lo acusaron de lanzar la botella. También estaba en prisión conmigo un profesor de primaria. Damián, creo que se llamaba, y cumplió 20 años encerrado en 100 y Aldabó. Él fue a la manifestación, salió de su casa para unirse a las protestas, pero en eso salieron “los revolucionarios”. Alguien lo vio haciendo un símbolo subversivo con los dedos y le fueron encima, primero a ofenderlo, y después se lo llevaron.

¿Y qué harás ahora?

-Me echaron de mi trabajo. Pero ahora mismo lo importante es salir de todo esto. Ver qué harán conmigo, esperar a cumplir la sanción. Ya después veremos.

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