El otro precio del níquel

 

La radiografía muestra pérdida progresiva de la capacidad funcional. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

Por Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin (En alianza con CONNECTAS)

A las siete de la mañana en Moa huele a rancio.

Es un olor como el de la urea: apestoso y ácido. Un olor que solo siente el que no vive ahí. Ese que llega en ómnibus o camiones o viejos Willys que hacen de taxi por carretera. Un viaje que solo desde la ciudad de Holguín, provincia oriental cubana a la que pertenece el municipio, puede tomar cinco horas.

Los que viven ahí, llegados de todas partes de Cuba, no sienten el olor. Asentados entre las décadas de 1960 y 1970, de alguna manera se acostumbraron. Algunos dicen incluso que no hay peste, que ese olor viene de las fábricas, y que es normal. 

Pero hay días en que ni ellos mismos pueden negarlo. Días en que el olor asquea tanto que los moenses dicen: “hoy los gases están revueltos”. Mideivys Labañino, que lleva 30 años viviendo en el municipio, cuenta que en esos días le da como una picazón en la garganta y comienza a estornudar.

Mideivys parió a sus cuatro hijos en Moa. Dos niñas y dos niños. La mayor tiene 12 años y el menor cinco. El que no es asmático es alérgico y alguno casi siempre tiene tos o le falta el aire, o se le aprieta el pecho. Lo normal es también aquello que a fuerza de repetirse se convierte en hábito.

Como las fábricas. Todos los días, sin excepción, expulsan constantemente un humo gris y denso que contiene, entre otros gases, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno y amoniaco. 

En las madrugadas, los vientos desaceleran, la atmósfera queda en calma y los gases contaminantes se estancan. Por eso, a las siete de la mañana, Moa huele más a rancio que nunca. 

Mideivys vive en el último piso del último de los pequeños hoteles que el gobierno convirtió en casas, el Villablanca. En la zona viven más de cien familias contando otros dos edificios, con modelo y estructura soviéticos, que también fueron antiguos hoteles. Por eso a la zona, que colinda con los repartos Rolo Monterrey y 5 de Septiembre, le llaman Los Hotelitos.

El gobierno los construyó en los años setenta. Fue cuando a Moa comenzaron a llegar trabajadores de todo el país para el desarrollo de la industria niquelífera, el mineral que en 2017 ingresó 141 millones de dólares a la economía cubana, según el Observatorio de Complejidad Económica

Casi sesenta y un años antes, en 1956, la compañía estadounidense Freeport Sulphur había invertido 119 millones de dólares para construir una planta procesadora de níquel y cobalto por lixiviación ácida, la primera de su tipo en el mundo. Pero con el triunfo de la Revolución, las minas pasaron a ser parte de las reservas del nuevo Estado mediante la Ley no. 617 de 1959. Y la planta tomó el nombre del mártir Pedro Sotto Alba. 

Las minas y la planta estaban nacionalizadas, pero los estadounidenses y demás trabajadores habían abandonado el país. Así que el entonces Ministro de Industria, Ernesto Che Guevara, tuvo como tarea echar a andar la fábrica. La primera producción sin los americanos se logró el 26 de julio de 1961. 

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Fotos históricas: Moa en los años 50 y 60 del siglo XX.

Mideivys vive a 700 metros de la Pedro Sotto, que reportó a mediados de abril de 2019 una producción de 8 mil 673 toneladas de sulfuro de níquel más cobalto. Casi 87 toneladas diarias. La cifra equivale a 400 toneladas más de las proyectadas para ese período, según publicaron los sitios web de las emisoras locales Radio Angulo y La Voz del Níquel.

Ese níquel, en forma de sulfuro del mismo mineral, viaja en camiones desde la Pedro Sotto hasta el Puerto de Moa. De allí en barco hasta Halifax, Canadá. Y de allí en tren hasta Fort Saskatchewan, para ser refinado en la Cobalt Refinery Company Inc.

Así es desde 1991. Tres años después, el Gobierno cubano cedió los derechos de explotación minera a Moa Nickel S.A., una empresa mixta cubano-canadiense perteneciente al grupo Moa Joint Venture. 

Entre los convenios de la negociación el Gobierno cubano estableció, en el artículo 9.1 del Decreto 194/1994, el otorgamiento a Moa Nickel S.A. de “un período de gracia de 10 años para cumplir con los requerimientos establecidos por las regulaciones de protección al medio ambiente actualmente vigentes en Cuba”.

En síntesis, el Gobierno concedió un permiso legal para que una empresa con capital parcialmente extranjero pudiera contaminar sin preocupaciones desde 1994 hasta 2004.  

Desde entonces, la Pedro Sotto ha casi duplicado su producción en toneladas de sulfuro de níquel más cobalto, con la ayuda de inversiones extranjeras. Hoy todo el que vive en Moa, según la clasificación médica cubana, pertenece al Grupo Dispersarial 2. En él se ubican personas que sufren factores de riesgo, como la contaminación ambiental. 

***

1994 es el año que Cuba no olvida. El que vino después del  desplome de la economía cubana con la Revolución en el poder. De 1989 a 1993, el producto interno bruto (PIB) decreció en un 35 por ciento, según el Anuario Estadístico de Cuba Edición 2000. A esa crisis económica devino una crisis social.

Cuba, aislada doblemente en su condición de isla y de sistema aspirante al comunismo, no tuvo más remedio que abrirse al mundo y potenciar la inversión extranjera que se había legalizado desde 1982 mediante el Decreto Ley no. 50. Gracias a esta regulación, las entidades cubanas podían asociarse con otras extranjeras, siempre que no pertenecieran ni al Consejo de Ayuda Mutua Económica prosoviético ni al Sistema Económico Latinoamericano.

Una de las empresas inversoras en la deprimida economía cubana de los ´90 fue la Sherritt International Corporation, productora de níquel, gas, carbón y petróleo. En medio de aquel colapso económico, conocido como Período Especial, la Sherritt recibió a cambio uno de los incentivos del Estado para atraer inversores: flexibilidad legal.

El 21 de diciembre de 1994, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la Ley no. 76 de Minas, la primera de su tipo después de la Revolución. En ella se dictaminó que la función del Ministerio de la Industria Básica (hoy Ministerio de Energía y Minas) es evaluar y recomendar sobre “la conveniencia de otorgar o denegar la concesión al solicitante” y ordenar la inscripción en el Registro Minero en caso de aprobación (artículo 32). Pero aprobar o denegar, anular o extinguir las concesiones mineras es solo facultad del Consejo de Ministros (artículo 18). 

Mientras, el artículo 41 exige como obligación de los concesionarios “preservar adecuadamente el medio ambiente y las condiciones ecológicas del área objeto de la concesión” (inciso c).

El 30 de noviembre de 1994 –justo 21 días antes de la entrada en vigor de la nueva Ley de Minas–, Fidel Castro Ruz como Presidente de los Consejos de Ministros y demás funcionarios firmaron el Decreto 194, “Concesión administrativa minera para la investigación geológica y la explotación del níquel y cobalto contenido en el mineral laterítico y para la extracción de los fangos y arenas coralinas con contenido de carbonato de calcio”. 

Al día siguiente, 1 de diciembre, la empresa cubana General Nickel Company S.A. y la canadiense Sherritt Inc. fundaron la empresa mixta Moa Nickel S.A. con un 50 por ciento de las acciones para cada uno.

Lo primero que estableció el Decreto 194 fue la extensión de los terrenos concedidos a Moa Nickel para la explotación de los minerales. En total fueron 4 mil 960 hectáreas, casi 5 mil terrenos de fútbol. 

Tal extensión equivalía al 80 por ciento de las reservas probadas que tenía Cuba en ese momento. En concreto, equivalía a 62.3 millones de toneladas de lateritas niquelíferas, la tierra que contiene elevadas cantidades de níquel, cobalto, hierro y otros minerales ferrosos. Mientras más colorada, más minerales tiene. 

De Moa decían que la tierra era tan roja que el gobierno tenía que darles jabón extra a sus pobladores.

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Minas de níquel, Moa. Fotos de Alejandro Ramírez, tomada de Cubadebate

Los gases revueltos 

 

Fábrica Pedro Sotto Alba, Moa. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

Mideivys quedó embarazada de su primera hija a los 22 años. Antes de eso, vagamente recordaba algunas crisis de asma que tuvo cuando era una niña, tres años después de mudarse con su mamá para Moa. Nadie de su familia era asmático ni sufría enfermedades parecidas, nadie que al menos ella o su mamá conocieran. 

Con el embarazo vinieron los cambios. Regresó el asma, la tos, y la picazón en la garganta. Entonces no vivía en Los Hotelitos, sino en La Veguita, una zona ubicada justo detrás de la fábrica Pedro Sotto, a menos de 200 metros. “A donde van los gases”, recalca. 

Aunque hace once años que no vive allí, Mideivys aún pertenece a la farmacia de la comunidad, donde debe comprar las almohadillas sanitarias que vende el gobierno cubano a precios subsidiados. Para ir de Moa centro hacia La Veguita hay que pasar frente a la fábrica. Por eso Mideivys dice que hace rato no compra su cuota mensual de diez almohadillas, porque tiene que ir caminando. Y con ese olor, con esos gases, debe taparse la boca y la nariz con un paño. Si no, siente que se ahoga. 

La primera de sus hijas fue diagnosticada con asma. A la segunda, que tuvo dos años después, le hicieron las pruebas de alergia, y por los resultados el médico le dijo que en cualquier momento la niña podía ser asmática también. 

Así que para cuando Mideivys tuvo su tercer hijo, Yuniel Labañino, ya tenía cierta experticia para lidiar con niños asmáticos. O eso creía. Con apenas un mes y 45 días de nacido, Yuniel se puso un día “negrito negrito negrito, muertecito, y no respiraba”.

Para reanimarlo, Mideivys hizo todo lo que recomendaba la sabiduría popular: le dio golpecitos, lo pellizcó, lo lanzó al aire. Nada. “Solo buscaba soluciones, alternativas, para ver cómo le daba vida a mi hijo”, cuenta. Cuando vio que no podía, salió disparada en un carro para el hospital pediátrico, entonces en Rolo Monterrey. 

“La doctora me dijo que el niño no tenía criterios de ingreso. Le respondí: usted es la doctora, pero su mamá soy yo, y lo tengo 24 por 24 conmigo. Me dijo entonces que no me preocupara, que el niño no se me iba a morir, que cuando se pusiera así lo dejara boca abajo y que en las piernas le hiciera así…  Le dije: mire doctora, usted sabe que cuando una mamá ve un niño en esa situación se pone nerviosa, no sabe ni lo que va a hacer, ¿entiende? Porque los nervios son traicioneros. Yo vengo para que usted me ingrese al niño.”

La doctora no cedió. Mideivys solo atinó a decirle que se perdiera de Moa si al bebé le pasaba algo. Solo hicieron falta dos días. Ocurrió cuando llevaba a una de las niñas al círculo infantil con Yuniel en brazos. Estaba tan delicado de salud que la abuela no podía cuidarlo.

“Mi hijo se me murió. Muertecito, muertecito. No sé qué tiempo duró así, sin conciencia. Yo comencé a reanimarlo, pero otra vez nada, y ya, perdí el conocimiento. No sé ni quién me lo quitó de los brazos”.

Cuando Mideivys volvió en sí, vio a la directora del círculo dándole palmadas en la cara. Ya la subdirectora se había llevado a Yuniel para el pediátrico. Entre gritos, manotazos y patadas al aire, a Mideyvis la montaron en un carro y llegó al hospital. No distinguió a ninguno de los médicos, enfermeras y estudiantes que rodeaban a su hijo. Solo a la doctora que no lo quiso ingresar.

“Cogí a aquella mujer por el pescuezo y tuvieron que quitármela; si no, es verdad que yo la mato”.

Lo único que la calmó fue el llanto del niño cuando al fin volvió a respirar. Entonces sí lo ingresaron durante dieciocho días a base de oxígeno. Le dieron de alta porque, inmunodeprimido como estaba, Yuniel corría el riesgo de complicarse en la sala donde había otros niños enfermos. No porque hubiese sanado del todo. 

Una y otra vez, Mideivys siguió regresando. Las enfermeras la veían entrar y le quitaban a Yuniel, le ponían la máscara de gas y “le daban bombazos con oxígeno a todo lo que daba. Cuando mi hijo hacía «ahhhh» –simula a quien toma mucho aire por la boca–, era que se lo bajaban”. 

– ¿Los médicos nunca le explicaron las causas?

– No, ellos dicen que es alergia, que la alergia puede producir todo eso. Ya yo ni sé. ¿Qué es lo que puedo ver yo? Que sea por la cercanía de los gases. Porque mira, nosotros vamos al campo y ellos no sienten nada.

Mideivys Labañino con dos de sus hijos y una pequeña vecina.

Mideivys Labañino con dos de sus hijos y una pequeña vecina. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

***

Por lo general, cuando los medios de prensa oficiales –con una línea editorial que responde a los intereses del Partido Comunista de Cuba (PCC)– hablan sobre Moa, escasamente refieren la situación medioambiental. Mucho menos la relacionan con las problemáticas de salud del municipio. 

Sin embargo, el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM), concluyó en un estudio que “las concentraciones de los contaminantes estudiados mostraron niveles de riesgo para la salud en ambas estaciones de monitoreo del municipio de Moa”.

La investigación se publicó en 2011 en la revista Higiene y Sanidad Ambiental. Los autores utilizaron los datos recopilados en dos estaciones de monitoreo ambiental, ubicadas en el antiguo Hospital Pediátrico y en La Veguita, desde el primero de enero de 2006 hasta el 31 de diciembre de 2009. 

Durante el período analizado, hubo una concentración media diaria de 13.1 microgramos (ug) de dióxido de azufre y 50.8 microgramos de sulfuro de hidrógeno por cada metro cúbico de aire (m3). Según el propio estudio, la Norma Cubana establece 50 microgramos por día de dióxido de azufre y 8 de sulfuro de hidrógeno.

Como estos resultados representan un valor promedio, la investigación señala que hubo un rango de variación entre 0 y 278 ug/m3 para el dióxido de azufre. Y otro entre 0 y 2 329 ug/m3para el sulfuro de hidrógeno. En el caso del primer gas, el valor máximo alcanzado es cuatro veces lo permitido; en el segundo, 290. ***

El mismo equipo de doctores compartió después los resultados de una segunda investigación, donde mostraron los períodos con mayores concentraciones de gases. Uno de esos períodos fue de 100 microgramos de dióxido de azufre por metro cúbico de aire a finales de agosto de 2011, unas semanas antes de que naciera Yuniel. 

La primera investigación aclara además que los resultados de dióxido de azufre no son los esperados porque el gas se oxida con mayor rapidez ante la presencia de amoniaco y la alta humedad relativa de Moa. Es decir, que la concentración de este tóxico podría ser mayor. 

El doctor Antonio Gerardo Rojas, Jefe del Servicio de Fisiología Pulmonar e Inhaloterapia del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, explicó en una entrevista exclusiva para esta investigación que, como las partículas de estos gases son muy pequeñas, menores a 4 micras (micrómetro, la millonésima parte de un metro), van directamente a las vías respiratorias, provocándoles una irritación. Si una persona lleva “un largo tiempo de estar inhalando estas sustancias, lo primero que le produce es una inflamación, que se vuelve crónica. Se irrita la nariz, la garganta, luego los bronquios y otras regiones bronquiales de pequeño calibre, donde se lleva a cabo la respiración y producción de oxígeno”. 

“En los recién nacidos –continúa–, y durante la infancia en general, el desarrollo pulmonar está en crecimiento. Entonces ese aire contaminado puede provocarles daños en su vida adulta, como alergias o incluso asma”. 

Por su parte, el Anuario Estadístico de Moa en su edición 2017 reportó una media de 35 mil y una personas con trastornos respiratorios agudos en el quinquenio de 2011 a 2016. El 47 por ciento de la población media residente en igual período. 

El Anuario declara además que los tumores malignos representan la primera causa de muerte del municipio. Entre 2011 y 2016, 89 personas fallecieron al año como promedio por estas enfermedades.  

Según Yanelis Barrabia Cuenca, la única oncóloga de Moa, en el municipio hay tantos casos de cáncer como en el cualquier otro del país, pero los que más mueren son aquellos que padecen cáncer del pulmón. La estadística recae “en la mortalidad más que en la incidencia”. 

La doctora menciona además que no puede dar datos determinantes porque “aquí no se ha hecho ningún estudio, que se haya publicado, de incidencia en la morbilidad y mortalidad del cáncer del pulmón”. Y al factor ambiental se suma el hábito de fumar, aclaró. 

Las enfermedades más frecuentes en Moa son la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, según otras cuatro personas del servicio de salud del municipio. Sin embargo, una de ellos, Maité González*, explica que estas enfermedades suelen complicarse con infecciones respiratorias como bronquitis, neumonía y bronconeumonía. 

“En la diabetes, por ejemplo, puede ocurrir una hiperglucemia. Entonces el médico empieza a subir la dosis de antihiperglicemiante o hipoglicemiante. Sube y sube la dosis, y al final el paciente sigue igual. ¿Por qué? Porque no se resuelve el problema de las infecciones 

“En el caso de los hipertensos pasa con el factor psicológico. El estrés predispone el cuerpo a sufrir enfermedades. Ahora mismo, un paciente que tenga esas infecciones solamente, va al hospital y se ingresa; y nada más por el trato, por el ambiente, adquiere estrés. Con el estrés, le puede subir la presión”.

Abel García*, también personal médico del hospital municipal Guillermo Luis Hernández Vaquero, explica que se ven otras afectaciones respiratorias frecuentes como el enfisema pulmonar. Este provoca, además de la expectoración de secreciones, la fusión de los alvéolos. 

Los alvéolos son sacos recubiertos en su pared interna por un líquido blanco y pegajoso. En ellos se produce el intercambio de gases entre el oxígeno y el dióxido de carbono. Son los encargados de asegurar el oxígeno que necesita el cuerpo.

“Cuando uno llega a la edad adulta ya no produce más alvéolos. Si se fusionan entre ellos es como un saquito que tienes, y se puede llenar de todas las bacterias que respiras y las secreciones que vas a eliminar. Todo eso se puede quedar ahí, y si se agregan más alveolos, se hace más grande el saquito, hasta producir un pulmón afuncional”, explica.

Abel también detalla que en el área que le correspondía atender “había como 11 camas, y de ellas siempre dos o cuatro casos a la semana con enfisema o enfisema con bronquitis. Eso es un solo cubículo, y hay como diez. Y todavía queda el resto de la sala y del hospital”. 

Aunque Maité González nunca ha visto una radiografía de un habanero, tiene la certeza de que no son iguales. “Estoy segura de que tú me enseñas una, la comparas con alguna de aquí, y se va a ver la diferencia. Tú le llevas una radiografía de aquí a un médico en La Habana y puede pensar que el paciente tiene una bronconeumonía. Lo pueden hasta ingresar”. 

Los pulmones de la gente que vive en Moa ya no son como los pulmones de la gente que vive en el resto del país. Han evolucionado. Las paredes de sus bronquios, que son los conductos por los que viaja el aire desde la tráquea a los bronquiolos, y de estos a los alvéolos, son más gruesas. Así reducen el paso de las cargas contaminantes del aire. 

Por eso Maité dice que una placa de rayos X torácica de un moense luce diferente a la de un habanero. Porque mientras más gruesos son los bronquios, más se ven en una placa, en forma de ramificaciones blanquecinas. 

“Es una reacción propia del organismo al medio ambiente”, advierte. 

 

Mientras más gruesas las paredes de los bronquios más se observan en forma de ramificaciones blanquecinas.

Mientras más gruesas las paredes de los bronquios más se observan en forma de ramificaciones blanquecinas. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

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A Ybis Paumier los médicos no le decían nada sobre su salud.

Su esposo Diosdado recuerda que en un principio no tenían claro su diagnóstico. La radiografía mostraba apenas un pulmón. El otro tan solo era una mancha blanca. Bien podía ser cáncer. “Le mandaron estudios con un doctor especialista en radiología. Y luego la mandaron para Holguín”, dice. 

Ybis nació en 1958 en Baracoa, Guantánamo, la provincia más oriental de Cuba. Cerca del río Toa, “allá por la jungla”, dice. Cuando tenía 11 meses de nacida, el gobierno revolucionario intervino las fincas y el aserrío que eran propiedad de su padre. Como el hombre aún era dueño de unas tiendas de comida en Moa, se fue a vivir para allá con su familia. Pero luego le intervinieron también las tiendas, y se quedó como administrador de una ellas.

“Donde está el consultorio, en La Playa, esa era una de las tiendas de mi papá, y la otra era al lado del parque. Eran tiendas-bar. Con unas victrolas con una música rica de esas…”, cuenta. 

A finales de la década de los ´90, a sus cuarenta y tantos, Ybis comenzó a sufrir ataques de asma cada vez más frecuentes. Afirma que fue “la contaminación del medio, la cantidad de carros en Moa. Porque cuando yo me mudé para acá, todo era monte. Todo era muy sano”. 

Cuenta Diosdado que hace un año, una mañana, Ybis amaneció un poco rara. “Yo siempre me levanto temprano, hago el desayuno y la llamo. Ese día le digo ¿tú no vas a desayunar? Porque ella siempre desayuna conmigo. Pero me dijo: ¡no, no, no, voy a quedarme! Luego baja la vecina, le habla y ella empieza a decir cosas incoherentes. Cuando llegamos al hospital, el médico le preguntó quién yo era, y ella respondió que era su mamá. Entonces vi que estaba mal, hablando cosas que no venían al caso”. 

Fue cuando le hicieron la placa donde aparece un solo pulmón. Estuvo ingresada un mes en el hospital. Hasta ese momento, Ybis solo sabía sobre sus pulmones que padecía de asma.

“Me pasaron por el somatón. La gente me decía: Ybis, si tienes algo, el somatón te lo va a sacar… y yo les decía: aquí el que viene liso, no trae arrugas. Yo voy para la somatón. Gracias a Dios y a mis médicos, que tuvieron tanta certeza, porque desde que yo salí del ingreso en el hospital no he vuelto más allá. Me aprieta el pecho un poquito y eso, pero me cuido como gallina fina”. 

Ybis tenía una bronconeumonía bacteriana. Le diagnosticaron además broncoectasia, una dilatación de los pulmones. “Es una enfermedad que no es curable pero se compensa. Y te puede traer la muerte si no te cuidas bien”, explica.

En una observación de la radiografía de Ybis, el Doctor Antonio Gerardo Rojas, detalla que se trata de una afectación crónica de una exposición prolongada. “Estamos hablando de años, de una persona que estuvo seriamente expuesta a sustancias contaminantes, que pudieron haber estado en el medioambiente, o donde trabaja”. Entre las fuentes que el doctor mencionó se encuentran “el humo, los solventes, productos industriales, e incluso  tabaquismo”. Pero Ybis confiesa que nunca ha fumado. 

El Doctor Rojas agrega que el gas tóxico más asociado a los tumores malignos del pulmón no es el sulfuro de hidrógeno ni el dióxido de azufre, sino el dióxido de carbono (CO2). Sin embargo, ninguna de las investigaciones del INHEM consultadas refiere concentraciones de ese último gas. 

El más reciente reporte de Sustentabilidad medioambiental de la empresa Sherritt sí reconoce la emisión de dióxido de carbono en Moa, con un total de 606 mil toneladas emitidas durante el 2018, “una cantidad comparable a la del año anterior”. Solo una tonelada de CO2 equivale a la cantidad de humo que “sale del tubo de escape de un coche que haga cuatro veces el recorrido Barcelona-Copenhague”. 

El cubículo donde estuvo Ybis ingresada tenía seis camas, y en todas dormían pacientes con afectaciones en los pulmones. 

“Moa le puede producir cáncer de pulmón a cualquier persona. ¿Sabes por qué? Porque los gases que se esparcen a raíz de las empresas niquelíferas son un veneno para los pulmones de los humanos. Porque, aquí entre nosotros, ¿cuántos trabajadores de la Che Guevara no han egresado con tuberculosis? Varios, porque yo trabajaba en el Combinado y yo sé. Y esos trabajadores de los hornos, que están tan directos a los gases, a esa contaminación, y que después no tienen una alimentación que les compense un poco eso… Pero las personas tienen necesidad de trabajar para vivir, para el día a día, para mantener a su familia, para mantener a sus hijos… a cambio de buscar su propia muerte. Porque eso es lo que buscan. Pero ¿qué vamos a hacer? Hay que trabajar. Es así”, lamenta.

Ybis reside en el reparto Vista Alegre, a unos tres kilómetros de Rolo Monterrey, donde vive Mideivys con sus hijos.

Ybis y su esposo Diosdado en la sala de su casa, Moa. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

El primer estudio antes citado del INHEM detalla que “en el horario del día aumenta la velocidad del viento con predominio de la dirección este-noroeste, lo que hace que el área de salud Rolo Monterrey y fundamentalmente el reparto del mismo nombre sea el más influenciado por la acción de los contaminantes”. 

Asimismo, los adultos mayores de 40 años residentes en Moa tienen 1.07 más probabilidades de morir de cáncer de pulmón, tráquea y bronquios que el resto de los habitantes de Holguín. También presentan 1.47 más probabilidades de morir de enfermedades crónicas de las vías respiratorias con el respecto al resto de la provincia.

“Este exceso del riesgo de morir por las causas estudiadas (…) puede ser atribuido, en parte, a la exposición crónica de la población a concentraciones bajas de contaminantes, teniendo en cuenta las múltiples fuentes de los mismos que influyen en esta área, sobre todo las emisiones originadas por las dos empresas productoras de níquel que se encuentran funcionando desde la década de los años 1960, la Pedro Soto Alba y desde 1986 la Ernesto Che Guevara”, concluye la investigación.

Las dos estaciones de monitoreo de donde se obtuvieron las muestras de las concentraciones de gases contaminantes detalladas en el  informe se encuentran más cercanas a la fábrica Pedro Sotto Alba (una a 113 metros y la otra a casi dos kilómetros) que a la Ernesto Che Guevara (una a 4.85 y la otra a 5.63 kilómetros).

 Captura del mapa publicado en uno de los informes del INEHM.

Mapa de estaciones de monitoreo ambiental, tomado de estudio del Instituto de Higiene y Epidemiología

Mideivys, que ha visto crecer con dificultades respiratorias a sus cuatro hijos, dice que los niños se ponen mal cuando “los gases están revueltos”. Y no es la única.

A Claribel Salazar Hernández, vecina del reparto Creen, ubicado a menos de 200 metros de la Pedro Sotto Alba, le diagnosticaron asma a los 3 años cuando se mudó para Moa. Dice que hay momentos en que siente el pecho apretado. A veces su hijo adolescente, José Luis César Salazar, también tiene que darse un spray de salbutamol. “A veces –insiste- cuando los gases están bajitos”. 

“Aquí las pipas de amoniaco pasan, y como nosotros vivimos en una esquina, el aire me entra con frecuencia y comienzo a sentirme mal. Entonces me tomo una loratadina o una meclizina”, dice Mideivys, refiriéndose a fármacos antihistamínicos.

– ¿Cada qué tiempo pasan esos camiones de amoniaco? 

– ¡Ay mija, si eso es constante! Ellos trabajan 24 por 24. Imagínate que pasan del puerto a Pedro Sotto y de Pedro Sotto al puerto. Hasta por la noche tú ves, uno o dos de la mañana, y ellos están pasando. Trabajan por turnos y no se para. Como es la fábrica la que produce el níquel, no se va a parar.

Hace poco Yuniel, que aún no alcanza peso ni talla para sus 8 años, comenzó con una tos perruna. Mideivys pidió a los doctores que le hicieran una placa de los pulmones al niño. Pero le respondieron que el equipo de rayos X estaba roto.  

“Y les dije: mira, ese niño tuvo tos ferina. Yo sé, porque la que lucha con él soy yo, y a mí me preocupa y necesito que le hagan una placa. Y como me dijeron que no, que el equipo estaba roto, le dije a mi marido vamos, no lo voy a atender. Porque lo que pasó fue que le había dado fiebre el día anterior, y como estaban con el lío del dengue, cualquier niño que cayera allí con una fiebre lo ingresaban”, cuenta. 

La doctora del INHEM Susana Suárez le ha dado continuidad al tema en sus investigaciones. En una de ellas, analiza la relación de enfermedades respiratorias en niños de dos repartos, incluyendo Rolo Monterrey. El estudio concluye que existen más niños de Rolo con faltas de aire, bronquitis, diagnósticos y hospitalizaciones por asma que en toda Moa.

El municipio se encuentra entre las tres zonas urbanas de todo el país catalogadas como crítica con respecto al nivel de contaminación atmosférica, junto con Mariel (Artemisa) y Nuevitas (Camagüey). **

A ninguno de los hijos de Mideivys les han repetido chequeos médicos ni radiografías torácicas para dar seguimiento a sus patologías. 

“Solo por dengue –reafirma–. Eso es lo que ellos buscan”.

Un período de gracia legal 

En 1991, tras la desaparición del bloque socialista soviético, la Pedro Sotto Alba necesitaba apuntar hacia otros destinos para el refinamiento de su sulfuro mixto de níquel más cobalto. La Sherritt tenía una planta hidrometalúrgica de presión, la Cobalt Refinery Company (COREFCO), que había perdido suministros desde la década de los setenta. Así que la planta cubana comenzó sus envíos a la instalación canadiense. 

Según el sitio web Canadian Minning Journal, “Sherritt vio a Moa como algo más que una fuente constante de alimento para COREFCO. Vio una oportunidad para mejorar el rendimiento en Moa”. Por ello, tres años después de haber iniciado las comercializaciones, en 1994, se crea Moa Nickel S.A.

La empresa responde al grupo empresarial Cubaníquel. Tiene como accionistas a la General Nickel Company por la parte de Cuba con el 50 por ciento de las acciones, y a la Sherritt International Corporation por la parte de Canadá con el otro 50 por ciento.

En la unión entre las empresas cubana y canadiense “se acordó un capital de 500 millones de dólares para invertir a plazos”, según la agencia IPS. En este reseña, también se informó que “los yacimientos probados aseguran materia prima para 25 años más reservas para otros 25”.

El Decreto 194/1994 oficializó la concesión administrativa de las minas. En el documento se fijaron los pagos al Estado del cinco por ciento de las ventas de producción final de níquel y cobalto; más un pago de dos, cinco y diez dólares por cada hectárea de terreno concedido. El precio variaba según el uso del mismo: investigación geológica o explotación (artículo 4.1). 

Mediante el documento, el Consejo de Ministros estableció además que “los minerales otorgados son propiedad del Estado y son concedidos a Moa Nickel libres de toda deuda o gravamen” (artículo 2.6).

Pero la mayor concesión legal que hizo el Estado cubano a través del Decreto 194/1994 fue en materia medioambiental, con el otorgamiento de un período de gracia de 10 años en los cuales Moa Nickel se liberó de la responsabilidad de cumplir con las regulaciones vigentes, entre ellas la Ley no. 33 De protección del medio ambiente y del uso racional de los recursos naturales, válida hasta julio de 1997.

El artículo 88 exigía a las industrias emisoras de gases a la atmósfera “cumplir las disposiciones vigentes sobre concentraciones o niveles permisibles de tales materias, en evitación del deterioro de los objetos de protección del medio ambiente.”

La Ley declara asimismo que el Estado tiene la obligación de suspender temporalmente la actividad industrial que provoque alto riesgo a la salud humana debido a condiciones atmosféricas adversas (artículo 91). 

Pero Moa Nickel tenía, legalmente, un permiso que le permitía emitir tantos gases tóxicos a la atmósfera que sus concentraciones podían sobrepasar los exigidos por la Norma Cubana. No corría el riesgo de una suspensión temporal. 

El artículo 130 de la Ley no. 33 señala que el Consejo de Ministros es quien vela y regula el cumplimiento de las normas de protección al medio ambiente. Y fue el propio Consejo de Ministros quien dictaminó el Decreto 194/1994. El mismo órgano encargado de vigilar la ley otorgó una licencia para su violación.

Pero el período de gracia no concluyó en el 2004. Al menos no completamente. 

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Entre abril y junio de 2004, la Sherritt hizo pública “la existencia de conversaciones con el gobierno cubano para establecer una licencia con determinados estándares para la explotación de las tierras en Moa”, mediante un reporte de la empresa. 

Un mes después, en julio, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) aprobó la Resolución no. 139 de 2004, en la que reconocía que Moa Nickel S.A. no estaba lista para el cumplimiento de la legislación ambiental vigente.

El CITMA dictaminó entonces las Normas de Operación, un conjunto de disposiciones legales para que la Pedro Sotto Alba operara de forma más responsable con el medio ambiente, lograra el cumplimiento de la ley y mejorara las condiciones del entorno. El artículo 5 explicita que la empresa está obligada a aplicar las medidas necesarias para reducir las emisiones de polvo y gases contaminantes. 

Sin embargo, las muestras de elevadas concentraciones de sulfuro de hidrógeno, hasta 29 mil veces por encima de lo establecido, se tomaron entre dos y cinco años después de aprobadas las Normas de Operación. Y el impacto ambiental que tenía la fábrica Pedro Sotto Alba sobre la población en Moa no solo se agravaba con la contaminación atmosférica, sino también con los desechos tóxicos vertidos sobre los ríos Colorado y Cabañas. 

Las Normas de Operación respondían a una nueva regulación emitida en 1997: la Ley no. 81 del Medio Ambiente, vigente hasta al cierre de esta investigación. El artículo 147 prohíbe el vertimiento de desechos o la producción de sonidos y olores que puedan afectar la salud humana o la calidad de vida de la población. 

Sin embargo, la fábrica Pedro Sotto Alba tiene un sistema de tuberías por las que viajan los licores de desechos, que contienen partículas de níquel, cobalto, cobre, zinc, hierro, cromo, aluminio, manganeso, magnesio y ácido sulfúrico. Esas tuberías terminan en un punto donde el río Cabañas es atravesado por un puente. 

Según habitantes de Moa, el puente fue construido en la década del cincuenta. “Cuando los americanos”, recuerdan.  El puente conecta la fábrica Pedro Sotto Alba con el Puerto de Moa, por donde se embarcan los sulfuros mixtos de níquel más cobalto hacia Canadá.

Era un puente más viejo por el desgaste que por los años. El vertimiento directo de los gases tóxicos al río provocó el hundimiento de las estructuras verticales sostenidas con vigas de hierro. 

Impedir el paso para una reparación provocaba pérdidas en la producción. Así que la empresa envió una brigada de mantenimiento con cuatro hombres: Ulises Caballero, Yunior Palencia, Osvaldo Sollet y Ernesto Suárez García. 

A las tres de la tarde del 22 de noviembre de 2016, un camión fue a cruzar el puente, despacio, y terminó quebrándolo a la mitad. El momento del impacto fue captado por una cámara de vigilancia. El video circuló por los dispositivos móviles de los moenses. 

Al sepelio de las víctimas fue el entonces Ministro de Energía y Minas, Alfredo López Valdés, y las principales autoridades políticas de la provincia y el municipio, según reportó Cubadebate

No obstante, la contaminación del río continuó. La empresa se amparó en el punto 4.2.4 de las Normas de Operación, que mantenía una licencia especial para que Moa Nickel pudiera “continuar descargando el Licor de Desecho (WL) de la Planta de Precipitación de Sulfuros en el Río Cabañas”. El vertimiento de los desechos tóxicos también era legal. 

La fábrica Pedro Sotto Alba vierte los licores de desecho sobre el río Cabañas, Moa.

La fábrica Pedro Sotto Alba vierte los licores de desecho sobre el río Cabañas, Moa. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

Las Normas de Operación eran válidas hasta el 30 de noviembre de 2014, fecha en la que debían renovarse. Sin embargo, no fue hasta diciembre del pasado año 2018 que tal renovación se hizo, a través de la Resolución 192/2018 del CITMA. 

Las Normas actuales mantienen igual número de fuentes autorizadas que en 2004 para la expulsión de sustancias a la atmósfera: unas 35 en total. Se establece que la recogida de muestras para analizar el dióxido de azufre es diaria, mientras que la de sulfuro de hidrógeno y demás gases es trimestral. 

A pesar de que el documento dicta los límites de concentraciones permitidos, el acápite 4.1.16 autoriza a Moa Nickel y la Oficina de Regulación Ambiental y Seguridad Nuclear (ORASEN) a revisar y ajustar, de ser necesario, dichos límites. 

Una de las tareas pendientes que dictan estas Normas es relocalizar las descargas del licor de desecho: primero hacia el Río Moa durante el 2019, y luego a lo profundo del mar, en un plazo hasta el 2025. 

La ruta del níquel 

Los camiones pasan constantemente con el sulfuro de níquel más cobalto, Moa.

Los camiones pasan constantemente con el sulfuro de níquel más cobalto, Moa. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

El proceso de extracción de los minerales níquel y cobalto se realiza a cielo abierto. Comienza con una limpieza del área para eliminar árboles y otras vegetaciones, que son trasladados hacia una zona de reforestación. Luego se remueve la capa superior del suelo que no tiene suficiente concentración del mineral. A partir de la segunda capa de tierra, a 2 o 3 metros de profundidad, la concentración de níquel aumenta y comienza la extracción.

La tierra extraída es transportada hasta la fábrica, donde se diluye y se bombea a otra planta mediante tuberías a cinco kilómetros de distancia. Luego se espesa para aumentar su contenido sólido, según refiere el Canadian Minning Journal.

Esa masa mineral sólida pasa entonces por un proceso de lixiviación: se utiliza el ácido sulfúrico como disolvente para obtener componentes de níquel y cobalto. Este proceso tarda alrededor de 75 minutos. Por último, se agrega sulfuro de hidrógeno para eliminar o reducir otros minerales como el cobre, el cromo y el hierro. 

El níquel y el cobalto se espesan y secan finalmente como sulfuros mixtos en unos concentrados que contienen “aproximadamente 55% de níquel, 5.5% de cobalto, 1% de hierro, 1% de zinc y 0.03% de cobre”, informa el sitio.

Como el proceso requiere grandes cantidades de ácido sulfúrico, en julio de 2016 se inauguró una nueva planta para producir 2 mil toneladas diarias de ese gas químico. Con ello, la Moa Nickel redujo las importaciones, y por tanto, abarató sus costos de producción con el ahorro de un millón de dólares estadounidenses (USD) a la semana.

En una entrevista concedida a Radio Rebelde, Jorge Luis Reyes, directivo del grupo empresarial Cubaníquel, señaló que la planta tiene sus principales instalaciones dentro de la fábrica, pero que “hay otras, inducidas a la obra principal, igual de importantes, y que se construyen cerca del puerto moense.”

La nueva planta requiere azufre para hacer ácido sulfúrico. En la actualidad, llega en barcos desde Canadá y se derrite en las instalaciones del Puerto de Moa. Luego se traslada hasta la fábrica por tuberías que corren paralelas a la Avenida del Puerto y la Carretera a Pedro Sotto Alba, pasando por el reparto Rolo Monterrey.

Para evitar escapes o explosiones de esos conductos, se habilitaron aliviaderos cada varios metros: unos pequeños huecos por donde sale continuamente el gas. 

Frente a ellos residen aproximadamente cientos de familias en unos 26 edificios de estructura soviéticos. En uno de ellos vive Karla Montoya, de 21 años, con sus padres.

Karla nunca ha padecido ningún trastorno respiratorio. Solo a finales del año pasado tuvo un dolor en el pecho y se hizo una radiografía, que también resultó inusual a vista del médico. Sin embargo, no le diagnosticaron nada. 

Pero ella sabe que algo no anda bien, porque cada dos días tiene que limpiar los muebles de su casa. Mientras habla, pasa el dedo índice por encima del televisor y muestra el tizne negro. 

El padre, que interviene en la conversación, alega que el ácido sulfúrico que emana constantemente de los aliviaderos acaba con los equipos electrónicos del hogar. “No estoy hablando de la vida, estoy hablando de los metales. De la vida, infiérelo tú”, concluye.

 

Tuberías de ácido sulfúrico, Moa. Crédito: Cynthia de la Cantera y Alberto C. Toppin.

Un reporte de sustentabilidad medioambiental de la Sherritt, explicita que en Moa las emisiones de óxidos de nitrógeno y azufre “se generan a partir de la planta de ácido sulfúrico y la central eléctrica”. 

El equipo de esta investigación solicitó una entrevista a la empresa canadiense. Se envió un cuestionario con una serie de preguntas relacionadas con la contaminación del aire en Moa, y las medidas tomadas por la compañía para atender las afectaciones en la salud de los habitantes. 

En cuanto a la parte cubana, se intentó contactar con autoridades del CITMA y del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) para conocer la versión del gobierno sobre la problemática de las enfermedades respiratorias de la comunidad. Hasta el momento, no hay respuestas de ninguna de las tres entidades. 

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La primera producción de la Sherritt en Cuba ya como socia de Moa Nickel S.A., en 1994, fue de casi 23 mil toneladas de los sulfuros mixtos. En 2005, un año después de renovado el período de gracia, comenzaron labores de ampliación de la fábrica para aumentar su capacidad productiva. Hasta la fecha, y según un reporte técnico de la empresa, la mayor producción se logró en 2011 con cerca de 39 mil toneladas.

Gráfico de producción de la Sherrit

Producción histórica de sulfuro de níquel más cobalto, tomado de Reporte Técnico de Sherritt Internacional Corporation

Desde enero y hasta junio de 2019 se obtuvieron 3 mil 969 toneladas de níquel y 415 de cobalto terminados, proceso último que se realiza en la planta COREFCO ubicada en Canadá. Aunquela producción fue mayor respecto al mismo período de 2018, las ganancias representaron un 15 por ciento menos, debido a la caída de los precios y la debilidad de la moneda canadiense ante la de Estados Unidos. 

La empresa cerró el primer semestre con un flujo de caja –la cantidad de dinero acumulado- de 278.4 millones de dólares canadienses (CAD), unos 210 millones de USD según la tasa de cambio vigente en esa fecha. 

Entre los pagos declarados, la Sherritt mencionó que “los socios cubanos recibieron 13.5 millones de CAD (10 millones de USD), por la parte que le corresponde de la Moa Joint Venture”. 

Por sus exportaciones generales de la industria niquelífera, Cuba obtuvo 141 millones de dólares en 2017. Es el tercer producto más vendido, luego de la azúcar de caña y remolacha, y rones y licores. 

La madre de Karla, que igualmente intervino en la conversación para esta investigación, expresó que pese a la contaminación, “Moa no puede eliminar las fábricas, porque de eso vive este país”.

La señora comentó que al menos debería valorarse los aportes del municipio a toda Cuba, así como implementar un sistema de compensaciones que incluyan precios preferenciales en la compra de equipos electrodomésticos y una buena alimentación (hasta el Período Especial se mantuvo un plan implementado por el Che, que incluía latas de leche condensada, pescado, carnes y otros productos provenientes del Consejo de Ayuda Mutuo Económico, CAME)

“En una reunión me dijeron que este es un municipio especial, pero, ¿dónde está lo especial?”, preguntó la madre de Karla.

“En nada”, respondió su hija.

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A la industria minera aún le quedan unos cuantos años más. Solo la empresa Moa Nickel S.A. confirmó en este 2019 un estimado de 53.4 millones de toneladas de reservas minerales. Con ello, los beneficios de la explotación pueden sustentarse hasta el 2033. 

Mapa de los terrenos concedidos a Moa Nickel S.A.

Mapa de las reservas de Moa Nickel S.A., tomado del Reporte Técnico de la Sherritt Internacional Corporation

Teniendo en cuenta el agotamiento de las reservas de níquel y cobalto en Cuba –anunciado por el Presidente Miguel Díaz Canel Bermúdez–, el país se está enfocando en aprovechar los “desperdicios” resultantes en las presas de colas. En ellasse ha acumulado durante décadas la primera capa de tierra removida, que contiene grandes cantidades de hierro.

La primera de estas acciones se tomaron con la creación de la empresa cubano-venezolana Ferroníquel Minera S.A. el 15 de octubre de 2007, “en la que el socio extranjero cuenta con el 49% de las acciones”, reportó Prensa Latina. 

Según el actual Directorio Comercial de Cuba, la empresa tiene como objeto social la explotación, procesamiento y comercialización dentro y fuera del país del ferroníquel y los subproductos obtenidos. El documento refiere además que la empresa se encuentra en “proceso de actualización del Estudio de Factibilidad e Ingeniería”, al tiempo que presta servicios con equipamiento a las fábricas Ernesto Che Guevara y Pedro Sotto Alba. 

En 2017, la empresa cubana Caribean Nickel S.A. –dedicada a la búsqueda de financiamiento para el desarrollo de esa industria—  se unió con la chilena RM Asesorías, en un contrato de Asociación Económica Internacional (AEI). Mediante el acuerdo, se aprobó el estudio de factibilidad técnico y económico del proyecto “Concentración de Hierro Pasivo Ambiental Minero en Nicaro”. Se analizan pues los desechos de la producción niquelífera de la fábrica René Ramos Latour, ubicada en ese municipio, a unos 70 kilómetros al oeste de Moa. 

Aún queda por verificar si existen o no patrones de flexibilidad legal para atraer la inversión de estas empresas. 

Asimismo, queda pendiente analizar el impacto de la explotación de las arenas coralinas de Moa Nickel S.A. en el ecosistema marino local. La empresa obtuvo la concesión, a través del propio Decreto 194/1994, para utilizarlas como materia prima en la producción de carbonato de calcio y, en correspondencia, de los sulfuros mixtos.  

La presente Cartera de Oportunidades de Inversión Extranjera ofrece en el sector minero posibilidades para la explotación de los metales preciosos oro y plata, así como el cobre, plomo y zinc. La modalidad de inversión se limita, en primera instancia, a una AEI para la investigación geológica por un período de cinco años, a fin de localizar los depósitos. “El resultado será el paso o no a una empresa mixta” para la explotación. 

Siguiendo estas pautas, la chilena RM Asesorías debe concluir su etapa de estudio en 2022.

Mientras, las personas en Moa abandonan el municipio. Como promedio, se fueron unas 782 personas al año en el quinquenio de 2011 al 2016. Son, al menos, los que pueden hacerlo.

“¿Y quiénes se van? –Se pregunta la madre de Karla- Los técnicos con experiencia, los buenos médicos. Los jóvenes… a lo mejor ni llegan. Se gradúan y se quedan”, comenta refiriéndose a aquellos que estudian fuera.

“La gente, apenas hace un dinerito, dice “me voy, porque no soporto Moa”, afirma Karla. 

Sin haberle preguntado, Mideivys Labañino, la mamá que luchó con la asfixia de su hijo recién nacido, dice que nunca ha intentado irse

Vivir en Moa es, como mismo un factor de riesgo para ella y los niños, su única realidad. 

 

* Por razones de seguridad resguardamos la identidad de las personas entrevistadas para esta investigación.

** Según el documento Evaluación del Medio Ambiente Cubano, una investigación realizada en 2009, en conjunto con el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medioambiente (CITMA), la Agencia de Medio Ambiente (AMA), y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

***Nota editorial: La publicación original presentó un error de cálculo que ha sido precisado. De acuerdo con ello, el valor máximo alcanzado de la concentración de sulfuro de hidrógeno fue de 290 veces la establecida por la Norma Cubana. Actualizado el 25 de febrero de 2020.

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3 pensamientos en “El otro precio del níquel

  1. Gracias por el artículo. Totalmente necesario. En Moa viví hasta los 19 años. La mayoría de mis amigos y amigas se fueron. Vivo en la Habana, pero mis padres continúan ahí. Cada vez que voy solo veo retroceso, desidia y explotación.

  2. Muy detallado, muy acertado. Felicidades, han logrado captar mucha de la realidad de Moa. Aunque por supuesto, hay muchas historias por contar todavía de este municipio.

  3. Excelente investigación periodística: exhaustiva pero con la extensión justa para poder ser leída. Me alegra leer este tipo de textos acá y de ver que aunque poco, en Cuba se hace periodismo de investigación en serio. Cariños al equipo.

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